Lo cierto es que, aún fijando los parámetros territoriales de España y la Unión Europea, y la necesaria transformación de ambos entes políticos, no pocos de los elementos que se señalarán a continuación valen para cualquier lugar de Europa, China u otras regiones.

La idea de este artículo viene al plantearme el futuro de Europa a partir de 2022, los planes generales de desarrollo mediante la extensión de infraestructuras, como son las de alta velocidad o bien la banda ancha hasta lugares más alejados de los centros neurálgicos sobre los que construir grandes corredores en forma de las conexiones neuronales, a la manera “romana” de gestionar el Imperio, una red de redes con nexos en forma de ciudades, completamente equipadas, y las grandes organizaciones agropecuarias y mineras, conectadas a un todo.

Estamos, ya lo hemos señalado varias veces en esta revista digital y lo defendemos desde el Instituto Symposium, en un contexto previo de reorganización de la hegemonía, construcción de hegemonías “regionales” de gran escala, y se anuncia una competencia al respecto entre ellas.

Una referencia necesaria para abordar la lectura de este artículo, y sin la cual perderán una gran parte del “cuadro” necesario para componer una visión de lo que hablamos es un par de artículos publicados en Hermes-Kalamos, con lo que les ruego que, en caso de que no los tengan presentes, pasen a leerlos, o a repasarlos en caso de que sea necesario. Son el artículo sobre la aplicación del concepto de hegemonía de Gramsci[1] y el de España y la Unión Europea[2].

Bien, una vez tengamos en mente ambos artículos, o si lo desean los pueden tener en paralelo a la lectura de este artículo, pasamos a abordar una serie de ideas.

Estos días me fijaba en la siguiente noticia acerca del sistema de alta velocidad en China. No deja de ser curioso porque esta tendencia ya se ha presentado en Francia, donde el flujo de transferencias hacia los grandes centros globalizados no ha hecho más que aumentar, como demuestra el geógrafo Christophe Guilluy (2019), algo común a Europa, y desde luego, a Occidente. Que “mai 68” señala el principio del fin de la solidaridad entre clases de una forma patente en Europa, con la ruptura de la sociedad, que afirmaría más tarde Margaret Thatcher con su famosa observación hecha en 1987:

“(…) there’s no such thing as society. There are individual men and women and there are families. And no government can do anything except through people, and people must look after themselves first”[3]

El mercado del eurodólar generó lo que llamamos paraísos fiscales y ya antes de mayo del 68 las multinacionales empezaron a dejar de invertir en la misma proporción en mejorar su productividad para evadir capitales en Occidente. La ruptura se manifestó en la revolución neoconservadora pero también en los textos de, entre otros Foucault, aspecto que analizaré en esta misma revista digital. El socialismo no halló respuestas, porque también estaba gestionando varios fracasos y porque sus élites buscaban desde sus mejores posiciones entrar en “Occidente” desde varias perspectivas.

Alrededor de 300 años de revolución industrial en revolución industrial nos contemplan, siempre con sus ciclos intermedios, y siempre que estamos en una nueva revolución industrial, cuando un motor ha cambiado mediante la aplicación de una transformación en el campo de la mecanización o la transformación tecnológica, ese motor laboral-económico se transforma, y adicionalmente aparecen nuevos que absorben y hasta expanden aún más la necesidad de fuerza de trabajo.

¿Qué ha sucedido a partir del ciclo años 80/90 del pasado siglo XX? Hay un razonamiento, que juzgo clave, de Peter Frase en “Four Futures” (2016). En su libro da la definición del concepto “trabajo” como la unión de tres ideas:

A/ Los medios por los que se producen bienes en la economía;

B/ Los medios usados por las personas   para   lograr   ingresos   sin   recurrir   a   las rentas; y,

C/ La   actividad   que   da   un significado a la vida.

Es decir, una revolución industrial presupone la aparición de tres factores que deben concurrir de forma simultánea:

A/ Una   subida   de   la   tasa   de   crecimiento   económico;

B/ Que   la productividad del trabajo, del capital y de los multifactores vayan en claro ascenso; y,

C/ Que se produzca un aumento a la par del crecimiento potencial y el nivel de vida general de los trabajadores.

Con todo ello en mente, no podemos por menos que concordar con Robert Gordon y su obra “The Rise and Fall of American Growth” (2017), en que han de darse estos tres factores, cosa que no se ha dado desde el desplazamiento del capital productivo al financiero (sobre los años ochenta del pasado siglo XX) y la virtualización de la vida, la política, las relaciones afectivas, la economía y, en general, a la ruptura de las élites con la sociedad occidental que señala Guilluy y que ha llevado a la mercadotecnia electoral para una parte de la población cada vez más decreciente a medida que el crédito se ha ido cerrando para los individuos y familias, el capitalismo productivo se ha desplazado hacia otros lugares de acuerdo con lo que señalábamos recientemente en el artículo que abordaba la perspectiva neoconservadora de Afganistán e Irak[4].

Es decir, el neoliberalismo y las nuevas formas empezaron primero en la acción de las multinacionales: dejaron de invertir en mejoras de la productividad, desconexión de las élites del conjunto de la sociedad, más tendencia hacia la financiarización de la economía desde el centro hegemónico, algo compartido con el proceso de hegemonía desde las Provincias Bajas Unidas, el Imperio británico y ahora Estados Unidos, sólo que todo a una escala mayor. Y, efectivamente, antes de la política exterior neoconservadora llegó la transformación en la administración Clinton que supuso iniciar la construcción del muro con la frontera de México, que cada administración hasta ahora ha ido ampliando, la crisis de México y el fin de las maquiladoras, la deslocalización hacia la República Popular de China y la región del Indo-Pacífico con las medidas adoptadas por la administración Clinton que sirvió para que José Piñera dijese que se había derribado “el segundo muro de Berlín”[5], y en el mismo sentido se manifestó Alan Greenspan[6], presidente de la Reserva Federal.

Esa transformación en el capitalismo productivo estadounidense se siguió de acuerdo con un doble modelo: o el de Nike, consistente en no contar con fábricas, producir mediante una muy compleja red de contratistas y subcontratistas, además de invertir los recursos en diseño y marketing; o bien el modelo Microsoft, que consiste en mantener un centro de control absoluto de los accionistas o empleados que ejecutan las competencias básicas empresariales, además de recurrir a eventuales para todo lo demás, no importa de qué se trate. Como ya vimos en el mencionado artículo, este modelo se aplicó posteriormente al Estado, al Pentágono, a las relaciones exteriores de Estados Unidos y se constituyó en una doctrina estratégica de cooptación de una nueva hegemonía para mantener la preponderancia del dólar, elemento que han perseguido tras los diferentes acuerdos “Bretton Woods” que se han ido dando, mientras eliminaban a la competencia del momento, fuera Europa Occidental o Japón, y trataban de mantener al dólar en una posición de hegemonía, con la colaboración de los intereses de ciertos países porque esas estrategias les han permitido ascender sobre sus competidores regionales[7].

Esa es una de las razones de peso que han impulsado la aparición de cada vez más grandes burbujas financieras, la acumulación de rentas y riquezas en muy pocas manos, centrarse en el consumo y el entretenimiento y en formas de lograr crédito impulsado muchas veces por la burbuja inmobiliaria; además del turismo, diferentes formas de juego... y el progresivo y ya alarmante empobrecimiento, destrucción de puestos de trabajo, seguridades, valores, etcétera que constituían uno de los pilares anteriores a mediados de los años sesenta del pasado siglo XX.

Robert Solow, profesor del Massachusetts Institute of Technology (MIT), escribía en 1987 el artículo "Será mejor que tengamos cuidado"[8], del que destacaremos esta idea:

"Se puede ver la era de las computadoras en todas partes menos en las estadísticas de productividad".

La reflexión de Solow se ve reafirmada por Erik Brynjolfsson[9], que en 1993 demostró que el crecimiento de la productividad disminuyó en Estados Unidos, incluso en los sectores que habían invertido en grandes cantidades en las Tecnologías de la Información, con el consecuente aumento, casi podríamos calificar de “exponencial”, en la potencia de las computadoras.

Spencer S. Jones publicaba en 2012 un artículo en The New England Journal of Medicine[10] que venía a demostrar que, mientras que las capacidades de la computación en Estados Unidos se multiplicaban por 100 entre los años correspondientes a las décadas de los años 70 y 80 del siglo XX, el crecimiento de la productividad pasó de superar el 3% en los años 60 a rondar aproximadamente el 1% al finalizar los años 80, momento en que el capitalismo pasa definitivamente de ser productivo a ser financiero como elemento central, hipertrofiándose en la actualidad.

No obstante, es también en ese momento cuando da lugar el llamado “trading algorítmico”, que iba de la mano de la desmaterialización de las órdenes en Bolsa[11]. No es de extrañar la preeminencia de las compañías vinculadas a la tecnología, “Wall Street” y la política.

Trading algorítmico

Retomando la cuestión del trabajo, la forma en que se ha desarrollado en los últimos 3 siglos nos enseña que se han producido cambios en la duración de las jornadas y otros aspectos, así que arrostrando esta nueva Revolución Industrial y en este contexto de competencia, cabe pensar que también veremos nuevas formas de organizar el trabajo y los descansos que potencien la productividad y mejoren las capacidades y el rendimiento de la producción.

Desarrollo y la lección estadounidense de la que aprender

Se puede afirmar que las bases del ascenso y desarrollo económico quedaron fijadas por el primer secretario del Tesoro que tuvo Estados Unidos con la administración del presidente George Washington, Alexander Hamilton.

Los pilares fundamentales quedaron fijados en tres informes:

1/ Primer Informe sobre el Crédito Público, de 14 de enero de 1790[12];

2/ Segundo Informe sobre el Crédito Público, también llamado “Informe sobre el Crédito Público”, de 13 de diciembre de 1790[13]; y,

3/ El más determinante, “Informe sobre las Manufacturas”, del 5 de diciembre de 1791[14].

Resulta especialmente relevante el tercero y último de los Informes son la base de la Escuela Americana de Economía. De acuerdo con el texto, Hamilton razona que para asegurar la independencia de Estados Unidos, se ha de crear una política que desprenda solidez para alentar el crecimiento industrial y, de este modo, asegurar el futuro como característica permanente, y debe subrayarse especialmente el adjetivo “permanente”, del sistema económico de la federación de Estados.

Alexander Hamilton, Secretario del Tesoro en la administración de George Washington

Para lograr sus objetivos, de acuerdo con Hamilton, se debía establecer un sistema que combinase recompensas o subvenciones a la industria, una regulación del comercio con protección arancelaria moderada que no detuviese las importaciones, más bien que aumentase los ingresos, y con ello trasladarlos hacia el apoyo de la fabricación de la industria estadounidense (además de que así se desata una carrera por mejorar y superar al competidor). El resultado ha de ser: crecimiento de la industria, oportunidades de empleo diversificadas y estables, y el impulso de la demografía de la federación, pues el propósito era también asegurar sueldos altos en comparación con los de Europa, que generarían más consumo, más estabilidad laboral, un aumento demográfico y la atracción de jóvenes de Europa que apuntalasen la demografía y las capacidades de Estados Unidos. No descuidaba la aplicación del progreso científico y técnico para todos los sectores, incluyendo el sector agropecuario, pues recuerden también que no hay revolución industrial sin revolución verde. En su informe también defiende el recompensar a todo el aporte “mejoras y secretos de valor extraordinario”: es decir, inteligencia industrial[15].

A Alexander Hamilton se le sumaron en su apuesta estratégica Henry Clay, Henry y Matthew Cary, John Calhoun y Abraham Lincoln. Por ejemplo, las ideas principales del Informe sobre las Manufacturas de Hamilton pasaron a añadirse con posterioridad al programa del "American System" por parte del senador por Kentucky Henry Clay y su Partido Whig, además de ser una de las piezas básicas del programa de Abraham Lincoln junto su oposición a la institución y expansión de la esclavitud.

La visión de la formulación de políticas económicas de Hamilton y los que la siguieron fue vista como ingenua, e incluso de locos o tontos, por la mayoría de los economistas académicos estadounidenses, educados en las doctrinas del laissez faire entonces de moda en Reino Unido. Las facciones jeffersoniana y jacksoniana se opusieron con todas sus fuerzas a la aplicación de tales ideas… aunque la postura jeffersoniana favoreció originalmente una economía "agraria", sí que cambió con el tiempo para abarcar muchas de las ideas originales de Hamilton, y también es cierto que la administración de Madison ayudó a dar lugar al primer arancel verdaderamente proteccionista de la historia de Estados Unidos.

El modelo de Hamilton recoge también, de forma implícita, el debate en Francia que condujo a una de las innovaciones financieras más importantes del siglo XIX, la creación del Crédit Mobilier en Francia en 1852.

Este aspecto es interesante, por siguiendo a Gerschenkron (1962, 11-17), la importancia de este último es de gran relevancia. El debate se refería a una de las grandes cuestiones económicas en Francia, especialmente después de la derrota de Napoleón: ¿por qué Inglaterra, un país que cien años antes había sido más pobre que Francia, constructor de una suerte de “federación” con el episodio de la Revolución Gloriosa y la pugna entre católicos y protestantes de por medio, había logrado superar a Francia y a todos los demás países económica y tecnológicamente, aunque en las ciencias puras y la ingeniería, los franceses eran al menos iguales a los británicos y quizás superiores?

Una razón muy evidente tenía que ver con el financiamiento de la aplicación comercial de nuevas tecnologías. El sistema bancario francés, dominado por rentistas y la aristocracia terrateniente, parecía especializarse en proteger a los ahorradores, en parte movilizando capital e invirtiendo en oro o en obligaciones gubernamentales. El sistema bancario inglés también hizo esto, pero también parecía mucho más dispuesto a financiar la infraestructura y la capacidad de fabricación.

Sobre esta cuestión, cuando hablé de la construcción europea en el artículo en que abordé el análisis de la obra de Saint-Simon, “Reorganización de la sociedad europea”[16], y de cómo se podrían utilizar ciertos elementos presentes en su obra. Recordemos que para Saint-Simon el industrial es aquel que produce, en cualquier campo, de las ciencias, las artes, la literatura, las finanzas, la agricultura, el comercio, la producción material, y que el rentista es aquél que succiona los recursos de la sociedad de la manera en que se quieran producir, que saca rendimiento aprovechándose del trabajo de los demás, hasta causar la ruina. Saint-Simon se muestra crítico con la hegemonía que ostenta el poder del Estado en su momento, pues propicia la acción y el poder de los rentistas, además de que Saint-Simon no cree en el mercado ni en su mano invisible. Para él la era industrial es una época en la que se organizará la producción social, siendo, a su vez, a través de la organización social de la producción, y en particular por las obras públicas o acción del Estado en buenas manos, y no por la caridad, que mejoraremos la suerte de los más pobres y numerosos, en aumento por el predomino de los rentistas. Es lo que llama Saint-Simon, la diferencia entre los avispones y las abejas, es decir entre los que no producen, son rentistas, y los que sí lo hacen, como abejas. Saint-Simon se opondría hoy día al papel abusivo de las instituciones financieras y sus efectos en la economía y en la sociedad que declaró erradicada Margaret Thatcher, además de luchar contra la especulación bursátil y el uso de los paraísos fiscales, por no hablar de los directivos que se embolsan y reparten esos beneficios mediante la recompra de acciones, por ejemplo.

Brett Christophers encuentra en su libro ‘Rentier Capitalism, Who Owns the Economy, and Who Pays for It?’ un vínculo directo de las principales empresas participadas del Reino Unido, como ejemplo global, con diferentes sectores, desde las finanzas hasta la tecnología, pasando por las empresas especializadas en obtener contratos gubernamentales, fuertemente asentados en posiciones monopolísticas u oligopolísticas. Así, que el rentismo es la extracción de “rentas derivadas de la propiedad, la posesión o el control de activos escasos en condiciones de competencia limitada o nula”, cosa que le dan ese valor. Según Christophers, si la mercancía era la esencia del capital en los análisis marxistas, su correspondencia actual, la clave para comprender los efectos del auge del capitalismo rentista, sería el monopolio, porque proporciona las condiciones en que un activo puede generar mayores ingresos. Para más información recomiendo repasar el apartado “Avispones y abejas” del artículo ya mencionado que escribí sobre Saint-Simon y su obra.

Este aspecto es más interesante de lo que creemos, pues siguiendo a la visión general que sostiene Michael Pettis[17], la razón principal por la que las revoluciones industriales se han producido principalmente en Inglaterra y Estados Unidos es porque las revoluciones industriales no son impulsadas por desarrollos científicos sino más bien por la aplicación comercial de desarrollos científicos. Para conseguirlo, un sistema de financiación robusto es clave. Inglaterra, y más tarde Estados Unidos, se beneficiaron de un sistema financiero que parecía funcionar mejor que otros en la financiación de nuevas infraestructuras y proyectos tecnológicos.

¿Cómo enlazamos esto con Europa y el devenir? Me voy a permitir enlazar este punto con el análisis brillante que hace Mervyn King, que fue Gobernador del Banco de Inglaterra. En entrevista de enero de 2021 en El País[18], señala que:

“El euro se creó pretendiendo que una unión monetaria es viable sin unión fiscal. Eso provoca constantes tensiones, como ya vimos en 2010 en el Sur: en ausencia de transferencias fiscales del Norte al Sur es muy difícil mantener unida la zona euro. Con la COVID-19, Europa no ha optado esta vez por la austeridad sino por los fondos europeos: por las transferencias fiscales. Pero de momento es algo temporal, para una sola vez, y en cambio ese es un reto permanente para la eurozona”

Y añade:

El ministro alemán Wolfgang Schäuble vino una vez a mi despacho en Threadneedle para pedirme consejo sobre cómo solucionar los problemas del euro. Y yo le di tres opciones: desempleo permanente en el Sur, más inflación en el Norte o unión fiscal. ‘No me gusta ninguna de las tres’, dijo. Y ese es el problema, porque lo único seguro es que llegará otra crisis y entonces será tarde para arreglar el avión en pleno vuelo. Argumentar como hizo Schäuble en su día que el superávit alemán es útil para el conjunto del euro porque genera déficits en otros países es no haber entendido las consecuencias de una unión monetaria. (…) Trump ha convencido a los estadounidenses de que los EE UU han sido los perdedores de la Guerra Fría y de la globalización; los alemanes están convencidos de que son los paganinis de Europa. Tremendo error"

Como señalaba en varios documentos, como pueden ser los siguientes: [1], [2], [3] (y los restantes números de esa serie de ocho artículos), [4], [5], [6], [7], [8], [9] Europa está desperdiciando una oportunidad única de potenciar y mejorar su potencial en el marco financiero, que es clave, tanto desde la perspectiva de financiación pública como también desde la perspectiva privada, al hacer precisamente algo solucionaría las diferencias entre el Norte y el Sur y resolvería la cuestión derivada de una unión monetaria pero no fiscal al precisamente hacerla factible. En el transcurso de unos años, cuando entre en marcha el euro digital tal empuje se verá multiplicado. Es nuestro Rubicón: o lo cruzamos o no lo cruzamos, y entonces perdemos. Además, este euro como unión montería y fiscal se puede aplicar como palanca sobre la actual zona euro, sobre la Unión Europea que aún no lo tiene y sobre el espacio de la región MENA y el Sahel, por no hablar del Cáucaso, y más allá aún, ofreciendo una verdadera alternativa en todos los niveles, a la dicotomía dólar-Estados Unidos/yuan-China, actuando como el fiel de una balanza.

De hecho, me pregunto si los bonos verdes no están ya sustituyendo a los bonos del tesoro, y para mayor profundización les recomiendo la lectura de este análisis[19].

En definitiva, un sistema financiero que funcione y asigne capital a nuevas empresas, es seguramente la gran diferencia, la auténtica clave entre Inglaterra y Francia a fines del siglo XVIII, y en esto paradójicamente se puede ver la mano de John Law y su burbuja de Mississippi, tales como Murphy (1997) o bien Gleeson (2016), o como en este artículo de Diana B. Henriques que aborda la obra ya mencionada de Gleeson[20], o también en este artículo de John Lanchester para The New Yorker[21]. Esta preocupación por el ineficiente sistema bancario francés llevó a la creación de Crédit Mobilier, cuya función era romper las limitaciones del sistema financiero existente dominado por los Rothschild; movilizar los ahorros de las clases medias; y asignar estos ahorros a proyectos financieros, como el desarrollo de infraestructura, que, a largo plazo, conducirían a un desarrollo económico más rápido.

John Law

De entre los diferentes teóricos de la economía que han abordado la cuestión del desarrollo cabe destacar a Friedrich List en el siglo XIX (List, 1997) y Alexander Gerschenkron (Gerschenkron, 1962) han trabajado en la descripción de variaciones en el modelo de crecimiento impulsado por la inversión, que se puede rastrear en sus orígenes hasta los debates desarrollados en Inglaterra, que no en Francia, en el siglo XVIII, tal y como muestra Hudson (2009).

Este modelo ha demostrado que funciona, tal y como recoge Hudson (2010), ya que fue un seguidor de Hamilton y sus doctrinas, E. Pechine Smith el que fue invitado en 1872 al Japón para asesorar el modelo de desarrollo japonés tras la Restauración Meiji, modelo luego seguido por todo el Este de Asia y por China de una manera particularmente extrema, podríamos decir.

El Sistema Americano

Visto el valor tan elevado que tiene este modelo conviene que nos detengamos en entender cómo funciona, ya que también fue aplicado por Alemania y otros países, como ya hemos mencionado. Lind (2012) esboza el siguiente esquema sobre el que descansa:

1/ Subvenciones a la Industria naciente

2/ Mejoras internas

3/ Un sistema apropiado de finanzas nacionales

1/ Subvenciones a la industria naciente

Tal y como ya hemos mencionado, Hamilton establece este principio porque la capacidad manufacturera de Estados Unidos no puede competir con la superior calidad británica. De acuerdo con las teorías imperantes, por cierto, tanto en el momento de Hamilton que fue contracorriente tal y como ya se ha señalado más arriba, y también ahora (reflexionemos al respecto con calma), que se basaban en Adam Smith y en David Ricardo los norteamericanos tenían que especializarse en las áreas en las que destacaban respecto a los británicos, que era el sector primario. Con lo que la política económica de Estados Unidos debía dirigirse en convertir la agricultura de Estados Unidos en la producción de cultivos comerciales en un contexto mercantilista: arroz, tabaco, azúcar, trigo y, ante todo, el algodón maximizando la producción de estos productos e intercambiándolos por los artículos manufacturados británicos que eran más baratos y superiores, a pesar del flete del transporte.

De acuerdo con Ricardo, tanto entonces como ahora, si se asume una distribución estática de ventajas comparativas, con cada país volviéndose un especialista en su respectiva ventaja comparativa, la producción global se maximiza y a través del efecto regulador del comercio, en este caso concreto, tanto británicos como norteamericanos estarán mejor.

Dejando a un lado la evidencia de la creación de un “Sur” europeo, y de un “Sur” global, con la permanente ventaja de un “Norte” europeo, y de un “Norte” global, la Revolución Industrial 4.0 y la pléyade de transformaciones, tecnologías y segmentos que se requiere controlar por cada agente que participe en la misma y no quiera ser tragado por los competidores, etcétera estas circunstancias en el mundo que se dibuja ya hoy día no sirven para nada. La Revolución Industrial 4.0 exige el desarrollo y gestión autónoma, la investigación y la transformación sin depender de otros en la gran zona de hegemonía regional (véase China y su expansión a través de los datos, su carrera espacial, el NewSpace, la Inteligencia Artificial… ya no vale ser muy bueno en unas cosas, hay que ser extremadamente bueno en varias facetas, que incluyen el campo de la industria militar, por cierto).

Esta situación generó en Estados Unidos un choque debido al establishment de los diferentes estados de la Unión, que vino del punto de partida de dos modelos agrarios que se diferenciaron enseguida. En el Sur se siguió a los académicos estadounidenses, seguidores de las doctrinas británicos porque eran productores de materias primas y les interesaba el libre comercio, la esclavitud, y el apoyo a Alexander Hamilton y su Partido Demócrata. Sin embargo, en el noreste la configuración de la propiedad agraria llevó a aplicar las medidas de Hamilton. Los diferentes puntos de vista sobre el libre comercio, la esclavitud, los derechos estatales y el funcionamiento de la federación versus la confederación, generaron un conflicto Norte-Sur que se saldó en Guerra Civil.

Es interesante observar como en la Unión Europea tenemos la misma situación: una diferencia de establishments regionales que persiguen objetivos diferentes, y que son una rémora para avanzar en la línea de la integración europea, la industrialización, etcétera. Se trata de élites que financian lo opuesto, es decir “el soberanismo”, entendiéndose como lo que es, la perpetuación de sus intereses por encima de la lógica del tiempo, y para ello se valen del nacionalismo. El ascenso de partidos obsesionados con la idea de identidad, y realmente no de comunidad, más bien de “la tribu” que me protege de los cambios, a lo que se añade el euro como unidad monetaria pero no fiscal, etcétera son elementos que tienen el potencial de empujar hacia el conflicto, sea este conflicto de las características que llegue a dar, y alcance los campos que lleguen a alcanzar. Una lección más que la Unión Europea debe aprender de Estados Unidos: si no se comparten los mismos intereses en todas partes no se puede ir en la misma dirección. Extiendan la industrialización, los centros creadores de conocimiento y tecnología, la investigación, unos salarios óptimos, etcétera. O demostrarán no haber entendido nada.

Hamilton estaba rotundamente convencido de que era importante que Estados Unidos desarrollara su propia base de fabricación porque, tal y como explicó en su informe del Congreso de 1791 ya mencionado, defendía que era probable que el crecimiento de la productividad fuera mucho mayor en la industria manufacturera que en la agricultura o la extracción de minerales, que se debían integrar las tres en un solo sistema. Estos posicionamientos lo sitúan en la antítesis de David Ricardo porque Hamilton creía que la ventaja comparativa no era estática y que podía verse obligada a cambiar de manera que beneficiara a los países menos productivos. Es más, pensó que la manufactura podría emplear a una mayor variedad de personas, en mayor número y que no estaba sujeta a fluctuaciones estacionales o fluctuaciones en el acceso a los minerales. Otra lección para España y su economía, y para su establishment.

Entonces, ¿cómo vencer a los británicos? Pues copiándolos cuando los británicos tuvieron que vencer a los neerlandeses un siglo atrás y los sustituyeron como los que detentaron la hegemonía global desde Occidente. Había que imponer aranceles y otras medidas para aumentar el costo de los fabricantes extranjeros lo suficiente como para permitir que sus contrapartes estadounidenses los subvencionen en el mercado estadounidense. Además, los estadounidenses tenían que adquirir tanta capacidad y experiencia tecnológica británica como fuera posible.

La idea de que los países se enriquecen en condiciones de libre comercio tiene muy poco apoyo histórico. De hecho, al igual que le pasó al Reino Unido, es más probable que los países ricos descubran los beneficios del libre comercio sólo después de hacerse ricos, mientras que los países pobres que abrazan el libre comercio con demasiado entusiasmo casi nunca se enriquecen. Al respecto, recomiendo que lean el artículo de Michael Pettis en la revista Foreign Affairs de noviembre/diciembre de 1996[22].

Un elemento clave es la mezcla de la protección de la industria de la competencia, pero tal y como dice Hamilton, tiene que haber un estímulo para la innovación nacional y en el fondo es, tal y como he mencionado más arriba, la competencia que conduce a grandes avances en la productividad y la organización de la gestión, algo clave en el ascenso de las multinacionales norteamericanas y alemanas cuando discutieron la hegemonía global del Imperio británico.

En general, los países que protegieron la industria nacional, pero permitieron que sus mercados nacionales fueran capturados y dominados por sus campeones nacionales nunca se desarrollarían como lo hizo Estados Unidos en el siglo XIX.

Al igual que las empresas que reciben subsidios sustanciales del Estado tampoco logran desarrollarse de la manera necesaria porque, en lugar de obligar a la administración a mejorar la eficiencia económica como una forma de superar a sus rivales nacionales, estos países alientan a los gerentes a competir tratando de obtener más beneficios por el acceso a esos subsidios, y hoy día, también por “los subsidios” que reparte Wall Street captando capital y mediante la recompra de acciones, por ejemplo.

Para quien desee profundizar en la materia, aconsejo la lectura del artículo de Michael Roberts[23] sobre proteccionismo y libre mercado, como base del dilema keynesiano y ofreciendo una interesante respuesta marxista a partir de Engels, que afirma:

“Pero lo peor de la protección es que una vez que la tienes, no puedes deshacerte de ella fácilmente.”[24]

2/ Mejoras internas

Hoy serían las infraestructuras. Y la inversión en infraestructura es como cualquier otra inversión en que sólo se justifica económicamente si el valor económico total creado por la inversión excede el costo económico total asociado con esa inversión. Si un país gasta más en infraestructura que el aumento de productividad resultante, más infraestructura lo hace más pobre, no más rico, pero sí que se enriquece el contratista, dándose normalmente en una ecuación que señala la existencia de fuertes incentivos políticos y/o pecuniarios para expandir la inversión, además de cuando hay poca transparencia y responsabilidad.

Brasil, por ejemplo, se dirigió hacia el oeste y el norte en las décadas de 1950 y 1960, a medida que se expandía desde las ricas áreas costeras del sur hacia el Amazonas y el Caribe. La Unión Soviética hizo algo similar después de la Segunda Guerra Mundial cuando se dirigió al este hacia Siberia. España durante el aznarismo y una parte del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Sin embargo, en Brasil, la Unión Soviética o España había pocos incentivos para que los particulares dirigieran el proceso. Fue el gobierno el que dirigió, y las empresas privadas lo siguieron sólo porque el gasto público creaba grandes oportunidades de lucro mediante contratas y subcontratas.

El valor de la infraestructura principalmente estriba en ser valorada como una función del valor del trabajo ahorrado. En países con niveles muy bajos de productividad, cada hora de trabajo ahorrada es menos valiosa que cada hora ahorrada en países con altos niveles de productividad.

Reflexionando, Norberto Bobbio, dentro de una reedición de las obras de Gaetano Mosca, introdujo una lúcida reflexión que ilustra especialmente este punto.

Norberto Bobbio toma una crítica que hace Mosca al mecanismo electoral-parlamentario. Bobbio explica de una forma sucinta que un joven Mosca cargaba contra la idea que transforma el mecanismo electoral simplificando a "mercado", y añadía lo siguiente:

"De lo que no se daba cuenta el joven Mosca era que el mal del que se lamentaba era inherente al sistema democrático en cuanto tal, más específicamente al sistema de la democracia representativa (...) La idea, por lo demás, nada nueva, de que la democracia pueda ser parangonada a un grande y libre mercado en el que la mercancía principal es el voto no es nada digno de exaltar; sin embargo, debe tenerse siempre presente para entender el comportamiento de los políticos, especialmente al aproximarse las elecciones. Al igual que el mercado económico, también el político se escapa a todo control que se le quiera imponer desde arriba y también desde este punto de vista la analogía es un hecho comprobado"[25]

El hecho de competir en la carrera electoral implica que, por la lógica de un dilema del prisionero, si uno de los actores concurrentes va a utilizar los medios extra para lograr la influencia necesaria para ganar las elecciones mediante la búsqueda remunerada de simpatías en medios de comunicación, personas concretas, mejores publicistas, etcétera. Es evidente que todo ello comporta un coste, y es evidente que, contando con un presupuesto y una prerrogativa normativa, el poder permite dar concesiones, contratos públicos, tomar decisiones, escoger proveedores, compañías que ejecuten obras o que concurran en la gestión de servicios variados. Es un simple quid pro quo, como ya tuve ocasión de reflexionar en el pasado.

Esto significa que una mayor inversión a veces genera más riqueza, en determinadas condiciones, y en otras no. En lugar de suponer simplemente que siempre funciona o nunca funciona, creo que es mucho más útil considerar las condiciones básicas en las que una mayor inversión aumenta la productividad y la riqueza y las condiciones en las que no.

El supuesto clave aquí es que el límite superior de la capacidad productiva de una economía, que podemos considerar como su capacidad para aprovechar productivamente la mano de obra, el capital, la tecnología y otros recursos, no es uniforme en todos los países. En cambio, depende del conjunto de instituciones formales e informales (educativas, financieras, políticas, legales, tributarias y sociales) que gobiernan el comportamiento económico.

Este nivel de capital y tecnología viene muy bien descrito por Albert Hirschman, que escribió de manera tan brillante y extensa sobre este proceso, por ejemplo, Hirschman (2014), (1972) y (1958), y también por Rodrik (2004).

Más capital, en otras palabras, generará un mayor crecimiento real siempre que el país esté por debajo de su nivel de inversión de acuerdo con Hirschman, pero una vez que alcanza ese nivel, el desarrollo adicional no proviene de una mayor profundización del capital, sino más bien de la reforma institucional, incluyendo una transformación o cambio de las élites.

Este es el caso que señalaba al principio del artículo: en este caso más inversión significa perder riqueza, salvo que se produzcan los cambios necesarios, y la renovación de las élites que entiendan el modelo y por eso puedan aplicarlo correctamente, momento en que habrá un fuerte rendimiento en donde se han hecho las inversiones que impulsará un mayor crecimiento del conjunto interconectado.

3/ Un sistema apropiado de finanzas nacionales

Un buen punto de partida para esta sección nos lo ofrece el historiador de las finanzas belga Raymond Roover cuando constata que:

“tal vez se podría decir que la banca imprudente, mientras causa muchas pérdidas a los acreedores, aceleró el desarrollo económico de los Estados Unidos, mientras que la banca puede haber retrasado el desarrollo económico de Canadá ".

Canadá contaba en el siglo XIX, al ser miembro del Imperio británico, con un sistema financiero mucho mejor que el de Estados Unidos sobre el papel, al ser administrado desde Inglaterra, todo un ejemplo de solidez y además con el papel del patrón oro de la libra esterlina.

Unas muy interesantes reflexiones vienen, de nuevo, por parte de Michael Pettis, quien en el Financial Times del 25 de marzo de 2013 explicaba por qué el mundo necesita “banqueros imprudentes”, en la estela de lo que tratamos en estas últimas líneas[26].

Esto de debe a que el sistema financiero de Estados Unidos destaca, de la misma manera que el británico respecto al francés, en el crédito. En el caso norteamericano, ha sido muy bueno proporcionando dinero a nuevas empresas con riesgo, ya que proporciona capital sobre la base no solo del valor de los activos sino, lo que es más importante, de las expectativas de crecimiento futuro, y la toma de riesgos se acaba viendo recompensada de forma activa, con una clara tendencia a corregirse muy rápidamente mediante las crisis, con lo que los préstamos que no se podían cobrar se amortizaban y liquidaban prácticamente de inmediato.

La liquidación, en otras palabras, proporciona un valor económico importante a la economía. Permite cambiar el precio de los activos, lo que crea un impulso a la economía y evita que esos activos actúen como una pérdida irrecuperable.

Y por todo ello: salarios más altos

El sistema estadounidense se desarrolló en oposición a las teorías económicas entonces dominantes de Adam Smith y David Ricardo, en parte porque la teoría económica británica clásica implica que las reducciones en los salarios eran positivas para el crecimiento económico al hacer que la manufactura fuese más competitiva en los mercados internacionales. Sin embargo, un enfoque principal del sistema estadounidense fue explicar qué políticas tenía que diseñar Estados Unidos, con sus salarios mucho más altos que en Europa en ese momento, para generar un crecimiento rápido. Mantener salarios altos, de hecho, se convirtió en uno de los aspectos clave del sistema estadounidense. Y es que tomar medidas para forzar los salarios y mantenerlos altos, impulsando así el crecimiento de la productividad y creando un gran mercado de consumo interno para los productores estadounidenses

La tiranía de las pequeñas decisiones y Leviatán contra Behemoth

Juzgo necesario e interesante este artículo pues sirve para canalizar las acciones políticas en varios niveles de toma de decisión. No olvidemos que los establishments, todos ellos, surgen también de la vinculación con el Estado, y que son las políticas públicas las que los crean y los afianzan.

Sumémosle un último concepto para completar el análisis y cerrar la cuestión de las propuestas. Para que determinados grupos dominantes en una cierta estructura política construyan un interés sistémico global con capacidades de atracción suficientes en un contexto de definición hegemónica es preciso que en su organización política base hayan sido capaces de dirigir al sistema hacia un interés manifiesto en la cooperación entre entes políticos, además de que la división del trabajo permita a las unidades liberarse de “la tiranía de las pequeñas decisiones”, en palabras de Waltz (2010, 108-109), cuyo origen en la expresión se debe al ensayo de Alfred E. Kahn, “The Tyranny of Small Decisions” (1966).

Esto se traslada al campo que estamos tratando en el hecho de lograr superar la fase en que los Estados, compuestos por sus hegemonías, cada vez más relativas, se empeñan en perseguir de forma individual, a menudo contra otros Estados, sus intereses nacionales, postergando los problemas que exigen soluciones del conjunto del sistema, y por ende, a escala de hegemonía, variando dicha escala.

Esto se traslada a la competencia entre empresas y entre empresas-Estados, por ejemplo, en el seno de la Unión Europea. Dicha competencia se ve atenuada o muy mermada en el caso de Estados Unidos y China. Este punto se refleja en el hecho de perseguir políticas contraproducentes, en enzarzarnos en disputas entre los miembros de la Unión Europea de paso que divertimos y se fortalecen las empresas y los entes tales como Estados Unidos, China, Rusia o Turquía, por citar algunos.

Esto también se aplica en una disgregación de recursos públicos, en falta de financiación, ausencia de una mente estratégica, mal acceso y mala financiación para las propias empresas que tendrán las de perder ante los entes público-privados más grandes.

En definitiva, Europa debe crear una burguesía europea. El símil es fácil de entender. Mientras sí existe una burguesía alemana o francesa, incluso italiana alrededor del norte de Italia alrededor de los dos ejes de Milán-Turín-Génova y alrededor de Venecia, en España no existe una burguesía española. Lo único que existe es una oligarquía, a veces burguesa y otras veces no, alrededor de diferentes ejes, como pueden ser Barcelona, Madrid, Valencia, Sevilla, Oviedo, La Coruña-Ferrol, Sevilla, Palma de Mallorca, Las Palmas de Gran Canaria, Zaragoza, Valladolid, etcétera. No pocas veces se recurren a elementos nacionalistas para defender los intereses regionales y no converger en un proyecto burgués a escala nacional y que aspire a tomar su posición en Europa y el mundo en una mayor y mejor posición.

Esto se debe, en el caso de España, fundamentalmente a dos ejes: uno el del País Vasco-Madrid, financiero, que junto con el que se concentra en la oligarquía de Sevilla es, en diferentes sentidos, financiero y rentista, además de industrial en el caso del País Vasco[27]. El otro vendría dado alrededor de Barcelona. Ambos han querido competir en la escala global como grandes ciudades globales, y ambos han contado con inversiones de infraestructuras, como de las que hemos hablado aquí. Sin embargo, salvo transformación, se anuncia el declinar, como el de Barcelona, también para Madrid, porque tal y como hemos explicado, no hay que buscar culpables en otros lugares de España o del mundo: las élites respectivas son ineficientes e ineficaces, han tomado un modelo basado en el turismo, la restauración, la especulación inmobiliaria y las infraestructuras vinculadas a grandes eventos deportivos y mediáticos, pero una vez alcanzan su punto máximo de acuerdo con Hirschman, entonces declinan y pierden riqueza en términos reales, empezando a exportarse capital humano (y de todo tipo) hacia el exterior, captándolo los centros bien posicionados realmente. Reforma institucional, incluyendo una transformación y cambio de las élites por unas que comprendan los tiempos.

Este proceso de fragmentación que se manifiesta en los movimientos independentistas que no sólo se dan en España, también se dan en otras partes y apuntan en Reino Unido, de ahí que el partido Conservador británico haya utilizado el Brexit como forma de asociarlo a un Reino Unido que se mantenga como ente, ante el temor de una independencia… independencia (y reunificación con Irlanda de Irlanda del Norte) que paradójicamente se podría acabar por dar… precisamente por haber abandonado la Unión Europea. Sea como sea, no es un problema de otros, los problemas seguirán e irán a más, y esto hará que las élites que se sienten amenazadas se vuelvan más agresivas en el contexto y en las capacidades que puedan manejar (Estados Unidos, el Reino Unido, España… Cataluña… o busquen vías por el fascismo y sin ofrecer industria, como Italia y el ascenso del fascismo en ese país).

En definitiva, esta es otra de las lecciones que cabe entender dentro de un contexto mayor. Menciona Esteban Hernández en un artículo reciente que, la “guardia pretoriana de Vestager se marcha a los bufetes que defienden, entre otras firmas, a las grandes tecnológicas”[28]. Es decir, como he señalado ya en este escrito, es el capital privado el que toma la delantera y que obliga a los poderes públicos a reposicionarse. Incluso de una manera extrema. Voy a poner este ejemplo, que creo que es muy elocuente: ¿Acaso no fue necesario que el Reino Unido se transformase en el Imperio británico para contener y disolver a la Compañía de las Indias Orientales, que había pasado a ser prácticamente un Estado, con sus funcionarios, personal administrativo, ejércitos privados y destrucción de la India, además de apuntar hacia China?

En 1651 Thomas Hobbes publicaba su texto “Leviatán”, un título que hace referencia al libro bíblico de Job, quien en su capítulo 41 habla de Leviatán, un dragón o serpiente marina, con un poder descomunal. El Leviatán de Hobbes puede entenderse, desde una óptica materialista, como una suerte de justificación del Estado absoluto, además de una proposición teórica del contrato social, de forma tal que nos referimos a Leviatán por el Estado. Pero el Estado, tal y como hemos visto, va siempre por detrás del poder económico y financiero, y que cuando este se hace enorme y se capitaliza en forma de empresas con características oligopolísticas y recurre a la gestión de prerrogativas adjudicadas al Estado, como la violencia, etcétera… en ese momento Leviatán se ha encontrado con su rival, también bíblico y también mencionado en el libro de Job. Justo en el capítulo anterior al de Leviatán, en el capítulo 40, la Biblia habla de Behemoth, otro ser tan poderosos como Leviatán, y que de hecho, ambos pelean.

William Blake representó a Yahvé señalando a Behemoth (arriba) y a Leviatán (abajo), los dos grandes monstruos enfrentados

Debido a la capacidad de controlar los recursos estatales mediante la competición electoral, tal y como reflexiona Bobbio, es evidente que “Behemoth” puede imponer su voluntad siempre y cuando Leviatán sea más débil que él, que es el caso y la razón por la que las multinacionales han adquirido esta fuerza. Sólo una solución federal, con un mayor cuerpo estatal en cuanto a potencia, y con capacidad de regular y hacer cumplir la regulado, a la par que atender a los diferentes desafíos que se nos ponen por delante en todos los aspectos, hace que enfrentemos la necesidad de profundizar en la integración política.

Bibliografía

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Waltz, Kenneth N., Theory of International Politics, Kindle Version, Long Grove, IL, USA, Waveland Press, Inc., 2010.

NOTAS

[1] https://www.hermes-kalamos.eu/aplicando-las-ideas-de-hegemonia-y-dominacion-de-gramsci-geopolitica-relaciones-internacionales-e-historia-y-su-proyeccion/

[2] https://www.hermes-kalamos.eu/espana-y-la-union-europea-una-reflexion-al-respecto/

[3] Margaret Thatcher en entrevista publicada en 1987 para Woman’s Own. Se puede consultar aquí: https://www.margaretthatcher.org/document/106689

[4] https://www.hermes-kalamos.eu/la-vision-neoconservadora-de-afganista-e-irak/

[5] José Piñera, «The “Third Way” Keeps Countries in the Third World», preparado para la 16th Annual Monetary Conference del Cato Institute, copatrocinada por The Economist, Washington, D.C., 22 de octubre de 1998; José Piñera, «The Fall of a Second Berlin Wall», 22 de octubre de 1998, <www.josepinera.com>.

[6] Se puede consultar el siguiente enlace: https://www.bis.org/review/r971208d.pdf

[7] https://www.hermes-kalamos.eu/la-vision-neoconservadora-de-afganista-e-irak/

[8] The New York Times Book Review, 12 de julio de 1987, página 36, se puede consultar aquí:

http://www.standupeconomist.com/pdf/misc/solow-computer-productivity.pdf

[9] Brynjolfsson, Erik (1993). "The productivity paradox of information technology". Communications of the ACM. 36 (12): 66–77. doi:10.1145/163298.163309. Se puede consultar aquí:  https://dl.acm.org/doi/10.1145/163298.163309

[10] Jones, Spencer S.; et al. (2012). "Unraveling the IT Productivity Paradox—Lessons for Health Care". The New England Journal of Medicine. 366 (24): 2243–2245. doi:10.1056/NEJMp1204980. PMID 22693996.  Se puede consultar aquí: https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMp1204980

[11] Para conocer más sobre la Historia del “trading algorítmico” es aconsejable consultar el siguiente documento: https://scholarship.law.duke.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1211&context=dltr

[12] https://archive.schillerinstitute.com/economy/2015/hamilton-first_report_on_the_public_credit.pdf

[13] https://founders.archives.gov/documents/Hamilton/01-10-02-0001-0007

[14] http://nationalhumanitiescenter.org/pds/livingrev/politics/text2/hamilton.pdf

[15] El lector interesado puede acceder al siguiente “Paper” de Douglas A. Irwin, “The Aftermarh of Hamilton’s “Report on Manufactures”. Irwin, Douglas A. (2004). "The Aftermarh of Hamilton’s “Report on Manufactures”. The Journal of Economic History. 64 (3): 800–821. doi: 10.1017 / s0022050704002979. Consultable aquí: https://www.nber.org/system/files/working_papers/w9943/w9943.pdf

[16] https://www.hermes-kalamos.eu/reorganizacion-de-la-sociedad-europea-y-saint-simon-un-portico-inspirador-para-la-construccion-de-un-definitivo-federalismo-europeo-tomando-ciertos-aspectos-de-su-pensamiento/

[17] https://foreignpolicy.com/2009/11/18/will-globalization-go-bankrupt/

[18] Y que puede leerla aquí: https://elpais.com/economia/2021-01-16/se-avecina-una-nueva-crisis-de-endeudamiento-y-sera-pronto.html?fbclid=IwAR1yXwWsckDT8KpvbK88fEmLj_7ofW_WnKQkOzCX3iIeAUJgM36ASmKKmYk

[19] https://www.bruegel.org/publications/datasets/european-union-countries-recovery-and-resilience-plans/

[20] https://archive.nytimes.com/www.nytimes.com/books/00/07/23/reviews/000723.23henriqt.html

[21] https://www.newyorker.com/magazine/2019/08/05/the-invention-of-money

[22] https://www.foreignaffairs.com/articles/south-america/1996-11-01/liquidity-trap-latin-americas-free-market-past

[23] https://thenextrecession.wordpress.com/2018/07/11/free-trade-or-protectionism-the-keynesian-dilemma/

[24] https://www.marxists.org/archive/marx/works/1888/free-trade/

[25] Norberto Bobbio. "Mercato politico", La Stampa (Torino), 3 gennaio 1983.

[26] https://www.ft.com/content/0796bcce-9558-11e2-a151-00144feabdc0

[27] De nuevo, ver: https://www.hermes-kalamos.eu/espana-y-la-union-europea-una-reflexion-al-respecto/

[28] https://blogs.elconfidencial.com/espana/postpolitica/2021-10-17/los-abogados-de-la-comision-nos-dan-una-leccion-politica-que-no-deberiamos-olvidar_3303667/