Los equilibrios entre Turquía, Rusia y Ucrania: los pivotes Euroasiáticos-Africanos. La definición de los grandes competidores por la hegemonía global avanza
[English Version] [Version en français]
En mi comentario del pasado 15 de abril de 2022 sobre el hundimiento del Moskva hablaba de un potencial juego político entre Rusia y Turquía, pensando en Ucrania, en potencialmente lograr introducir más navíos de guerra a través de los Estrechos turcos, dada la aplicación de la Convención de Montreux.
Los medios Pronews.GR (agencia de noticias) y el periódico Kathimerini habían publicado recientemente que Rusia podría estar considerando establecer un consulado en los territorios ocupados por Turquía en el norte de Chipre, ya que tras la invasión de Rusia a Ucrania ha habido especulaciones desde Atenas y Nicosia al respecto. La embajada rusa en Chipre lo ha rechazado, aunque han habido ciertos motivos de intranquilidad por algunas partes, para más información ver la siguiente entrada.
Por tratar de explicarlo sucintamente, la situación actual pone, más que nunca a Turquía entre la espada y la pared, da igual quién quieran ustedes que sea la espada o la pared, si Rusia o el marco de la OTAN. Pero vamos a ponerle un marco necesario mínimo para entender la situación:
Cuando la Federación de Rusia se anexó Crimea en marzo de 2014 produjo en este escenario unos efectos que podríamos equiparar a los desencadenados por el tratado de Küçük Kaynarca, firmado el 21 de julio de 1774 en Küçük Kaynarca o Dobruya (hoy día, Kaynardzha en la Silistra búlgara) entre el Imperio ruso y el Imperio otomano tras la derrota de este último en la guerra ruso-turca de 1768-1774. Los otomanos cedían a Rusia la región de Yedisán entre los ríos Dniéper y Bug Meridional, cosa que incluía el puerto de Jersón/Kherson, y permitió al Imperio ruso acceder directamente al Mar Negro; este elemento ahora está hallando su réplica perfecta, tal y como expliqué aquí. El tratado de Küçük Kaynarca hizo que Rusia obtuviera los puertos crimeos de Kerch y Yeni-Kale (en la Crimea anexada por Rusia en 2014, los paralelismos siguen firmes y lacerantes, no ya para Ucrania, también para Turquía) y la región de Kabardino-Balkaria en el distrito Cáucaso Norte limitando al norte con Stávropol, al este con Osetia del Norte-Alania, al sur con Georgia (el conflicto de 2008 vuelve a resonar en esta región) y al oeste con Karacháyevo-Cherkesia.
El aspecto más significativo del tratado para la historia naval es que dio a Rusia acceso a puertos de aguas cálidas y paso a través de los Dardanelos. Los otomanos, por supuesto, también perdieron el Kanato de Crimea, al que se le concedió la independencia, y pasó realmente a depender de Rusia, siendo anexado al Imperio ruso en 1783 como óblast de Táurida. El tratado también concedía a Rusia varios ítems no-geográficos. Adicionalmente se eliminaron las restricciones sobre el acceso ruso al Mar de Azov, ampliando las limitaciones que pesaban por el Tratado de Belgrado de 1739 por el que Rusia había obtenido territorio adyacente al mar de Azov, pero que prohibía la fortificación del área o el uso del mar para transporte de mercancías. De igual manera, cerrar por completo el control del Mar de Azov y de su Zona Económica Exclusiva es otro de los elementos que guían a Rusia en esta guerra de 2022.
Rusia interpretó el tratado en lo que respecta a las disposiciones con los cristianos ortodoxos y su protección como una prerrogativa para controlar los principados de Moldavia y Valaquia, fijando su sombra sobre un espacio en el que ahora también se proyecta a través de la Transnistria, y sobre el que traza una línea que va de Tiraspol al islote de las Serpientes en este 2022.
Uno de los elementos que tendemos a pasar por alto es que el final de la Guerra Fría, y la implosión que acompañó con ella de la Unión Soviética y, sobre todo, la crisis financiera rusa de finales de la década de 1990 habían reducido considerablemente la influencia de Moscú en el Mar Negro y su capacidad para proyectar fuerza desde esta cuenca marítima, elementos estos que vuelven a salir con todo su vigor para situarse en pleno centro del conflicto actual y de los auténticos fines de Moscú, entre otros diversos, tal y como señalé en este documento.
Lo cierto es que Turquía a finales de la década de 1990 no había vuelto a convertir al Mar Negro en un lago turco, pero Ankara sin duda había recuperado su estatus como potencia costera líder. Por sintetizar, los motivos hay que hallarlos en los siguientes elementos, que también han definido otras líneas de las relaciones internacionales de Turquía. Con el tiempo el partido Refah, en concreto el 25 de diciembre de 1995, logró la primera victoria del islamismo o islam político en unas elecciones en Turquía con un 21% de los votos, en un contexto dominado en la región MENA por episodios como la insurgencia islamista en Chechenia, la guerra civil de Argelia, los talibanes en Afganistán. La victoria del Refah, ajustada, seguida muy de cerca por los partidos de centroderecha ANAP (Anavatan Partisi, el Partido de la Patria) del liberal Mesut Yılmaz; y, el Partido de la Recta Vía (DYP), de la populista de centroderecha, Tansu Çiller, llamada la “Dama de Hierro turca”.
Por presiones de los más importantes medios de comunicación del momento, el Ejército y la TÜSİAD, la principal organización de la patronal turca, Yılmaz y Çiller, que compartían agenda e ideología, cerraron un acuerdo de gobierno que dejó fuera al Refah de Erbakan. Pero los odios personales entre Yılmaz y Çiller llevaron al primero a filtrar a los islamistas documentación que comprometía a la “Dama de Hierro turca” y a su marido en escándalos de corrupción. Erbakan jugó el papel que quería Yılmaz, y Çiller llamó a Erbakan para ofrecerle el cargo de primer ministro si bloqueaba la investigación contra los Çiller. Erbakan aceptó y el 28 de junio de 1996 era jefe de Gobierno tras jurar el cargo abandonando la bandera de la limpieza en el poder, que había sido el monotema de los islamistas en la campaña electoral. Además, Erdoğan lograba para el Refah la alcaldía de Estambul. El partido de Erdoğan, el AKP, empezó siendo un partido de masas que se había escindido del Refah, islámico, para conquistar el poder y ser un partido de ideología "atrápalo todo" al más puro estilo de lo que se da en Europa, para mutar hacia un partido con un marcado liderazgo personalista, por el momento.
Erbakan renunció a todo lo que pudiera contradecir la agenda del centroderecha turco, quedando Exteriores, Interior, Defensa y Educación en manos del DYP, aceptando los deseos de la cúpula militar del momento de cerrar un acuerdo de cooperación militar con Israel, o cuando se expulsó a varios oficiales por supuestos vínculos con cofradía islámicas.
No obstante, Erbakan cometió un error. Propuso reconvertir el museo-basílica de Santa Sofía en una mezquita y adicionalmente anunció la construcción de una inmensa mezquita en la plaza Taksim, en aquel momento el centro de la intensa vida nocturna de Estambul, pero las protestas le obligaron a echar marcha atrás. De hecho, 22 años más tarde, el AKP de Erdoğan llevó a cabo este proyecto, erigiendo una mezquita en Taksim como parte de un proyecto de reforma urbanística para esa zona que implicaba la construcción de una réplica de unos barracones militares otomanos que tendrían un uso de centro comercial, ejemplificando la esencia misma del erdoğanismo: una visión del pasado otomano, hasta en la sopa, centro comercial que ejemplifica la Nueva Turquía próspera y la megamezquita, que finalmente sería la Büyük Çamlıca Cami, la mezquita más grande de Turquía finalizada en 2016, con capacidad para unas 63.000 personas, que excede con mucho a Ayasofya, y que cuenta con una galería de arte, una biblioteca y un museo en su interior. Y todo ello impulsado por el ladrillo y la concesión pública, y definiendo una revolución urbanística (y social) de la mano de estas actividades.
Retomando la cuestión, adicionalmente Erbakan propuso la abolición de la normativa que impedía a las mujeres acceder con el velo a la Universidad o al funcionariado. Se inauguraron también por parte de los islamistas nuevos colegios religiosos, llamados imam hatip, aumentando en un año alrededor del 20% el número de ellos, y abriéndose la Administración a sus miembros militantes.
En política exterior Erbakan emprendió un discurso antimperialista y panislamista, propuso crear y lideró el llamado D8, por Developing 8, que era la réplica al G7, que pudiera añadir países musulmanes en vías de desarrollo, interesando y avanzando en firme con Egipto, Irán, Bangladesh, Indonesia, Malasia, Pakistán y Nigeria que crease un mercado común entre ellos y compitiese con la UE, con la que Turquía, por cierto, había firmado en 1995 un acuerdo de Unión Aduanera que entró en vigor el 31 de diciembre, año en que también fue reconocida como miembro de la OMC desde el 26 de marzo.
Además, Erbakan logró aumentar las relaciones con los Hermanos Musulmanes de Egipto, cosa que supuso una protesta formal de El Cairo, y lógicamente con el movimiento palestino Hamás. También se aumentaron e intensificaron las relaciones con Irán y Libia.
En definitiva, estas líneas y la afirmación del dominio absoluto de las olas del Mar Negro propició que la afirmación de la soberanía rusa sobre Crimea y la usurpación con ella por parte de los rusos de la Zona Económica Exclusiva que la acompaña, dispuestos ahora los rusos a obtener el control absoluto del estrecho de Kerch, el Mar de Azov y la costa de Ucrania hasta la línea trazada desde Tiraspol hasta el islote de las Serpientes (por supuesto, con la Zona Económica Exclusiva consiguiente) ha cambiado, y deberíamos ser conscientes, el panorama.
Estos hechos se tradujeron en una declaración hecha en mayo de 2014 por parte del ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, anunciando un mastodóntico plan de rearme naval valorado en casi 2.500 millones de dólares que, para 2020, equipase a la flota del Mar Negro con nuevos sistemas de defensa aérea, buques de guerra y submarinos. Rusia también desplegó el sistema de defensa antimisiles S-400 en Crimea, completando así la transformación de la península en el epicentro de una burbuja A2/AD (negación de acceso/negación de área) que ha convertido el Mar Negro en algo prácticamente impenetrable gracias a la Convención de Montreux, que impide una entrada de una flota de la OTAN al completo.
El Mar Negro ha venido a ser un nudo gordiano para Ankara con el eje en dirimir sus posiciones entre una "alianza" forzada con Occidente y el deseo de exhumar los cimientos de la geopolítica kemalista y, por tanto, desplazar su centro de gravedad geopolítico hacia Eurasia, cosa que sería uno de los factores que podrían explicar las posiciones adoptadas por determinados elementos y partidos turcos en lo que podríamos llamar la esfera rojiparda turca, que ha pasado de posiciones contrarias a una URSS más poderosa en el plano militar y que los situaba en posiciones abiertamente a favor de Estados Unidos, hacia unas posiciones contrarias hacia Estados Unidos y a favor de Rusia y China, hilvanándolo con cierta geopolítica kemalista, aspectos que ponen a Turquía en una posición de un socio minor que puede ser abiertamente vasallo si se desprende Turquía de la OTAN, con una mayor autocracia y unos condicionantes totalmente próximos, por una vía nacionalista kemalista y eurasianista o por una vía vinculada al islam político que representaría Irán, pero que en ambos casos supondría poner a Turquía completamente en las manos de Rusia y China, como ha sucedido con la hegemonía de Irán, y con ella, el país entero.
Durante algo más de la última década, podríamos situar el marco temporal en la guerra entre Rusia y Georgia de 2008, Turquía ha venido fluctuando entre la OTAN y Rusia: durante la guerra ruso-georgiana de 2008, los turcos negaron el acceso al Mar Negro a dos barcos hospital estadounidenses, reforzando ya entonces la exclusividad de un espacio marítimo turco-ruso, pero ahora la ventaja de explotación de recursos y de dominio del espacio del Mar Negro pone a Turquía como potencial vasalla, en un escenario, insisto, parecido al de Irán con Rusia y con China. Después de la crisis de noviembre de 2015 con Moscú, Erdoğan solicitó y obtuvo un aumento de la presencia militar de la Alianza Atlántica en el Mar Negro, para que, tras la solución de la crisis con Rusia, pasase a inclinar la balanza hacia la cooperación con Moscú, y ahora tras percibir las intenciones rusas, pasar a activar la Convención de Montreux y cerrar el paso de los navíos de guerra de los países contendientes a través de los Estrechos turcos.
Putin ha venido desarrollando una estrategia con Turquía que se ha basado en dos pilares:
1/ Los turcos tienen que aceptar que Rusia está en una categoría geopolítica diferente y que, por consiguiente, sólo pueden aspirar, como mucho, al papel de socio menor, y además se han asegurado una influencia política, y con otros factores adicionales, dependiendo del país, en todo Oriente Medio, jugando cartas diplomáticas, energéticas, de la industria armamentística y de los medios de guerra y equilibrios entre los actores, junto a los chinos, desarrollando su estrategia BRI.
2/ A pesar de su superioridad militar, Moscú no ha tenido intención de amenazar la integridad y la existencia de la República de Turquía. No, mientras Ankara no amenace los intereses vitales y en total expansión dadas las circunstancias de Rusia. Por tales motivos, incluso en los momentos más agudos de la crisis, por ejemplo entre noviembre de 2014 y junio de 2015 o en 2020, Turquía no contempló la idea de cerrar el tránsito por los Estrechos turcos a los buques de guerra rusos con destino a Siria, a pesar de tener derecho a hacerlo en virtud de la Convención de Montreux. Pero esto ahora ha cambiado, y tiene que ver con la expansión rusa y sus deseos de control, aunque Turquía trata de buscar equilibrios y que se mantenga la integridad territorial de Ucrania (no sólo por el terror a un Kurdistán, también porque todo ese territorio ucraniano cae en manos rusas y puede ejercer palancas de influencia y presión sobre Kazajistán, Azerbaiyán y el espacio túrquico creado por Turquía en Asia Central, minando el crecimiento de Turquía, situándola como vasalla, y logrando la aquiescencia de China para desarrollar la BRI sin cortapisas de Turquía, cuya única alianza posible es con Occidente, de una manera pactada y negociada, si desea tener un papel que no sea el de vasalla.
Es por ello que Turquía sigue considerando a Crimea parte integrante de Ucrania, país con el que tiene relaciones consolidadas en diferentes aspectos tanto desde el punto de vista comercial como militar, e incluso, cultural. En los últimos años, las relaciones de defensa turco-ucranianas han dado grandes pasos, incluidos proyectos conjuntos sobre tecnología satelital, misiles de largo alcance y cohetes espaciales, drones, etcétera. Tampoco debemos olvidar que la pérdida de toda la flota naval tras la anexión de Crimea por parte de Rusia ha convertido a Ucrania en un cliente potencialmente muy importante para la industria naviera turca, dentro de la OTAN.
De modo que podemos concluir que tanto en un sentido negativo como en uno positivo, detener al competidor y convertirlo en vasallo, Rusia (y China, de una manera supletoria) tienen interés en detener a Turquía. De hecho, ciertos medios turcos, el 8 de febrero de 2017 se hacían eco de que Atenas y Moscú firmaron entonces tres acuerdos relativos al suministro de nuevos misiles para el sistema de defensa S-300. Desde la perspectiva turca, una posible consolidación del eje ruso-griego tan sólo podría verse con recelo, porque estaría permitiendo a Rusia un ataque a Anatolia desde el Mar Negro, Siria, Grecia y, potencialmente, Armenia. En este sentido, el pulso con Atenas y el conflicto de Nagorno Karabakh de 2020 permitía a Turquía un respiro, porque puso a Grecia en posiciones OTAN y no rusas, y de paso, abrió Turquía un camino muy interesante para consolidarse como el tercer pivote de Asia, con China y Rusia, para lo que necesita a Occidente.
Es en este sentido que estamos explicando aquí que el ex primer ministro turco, Ahmet Davutoğlu, entre finales de noviembre de 2015 y principios de abril de 2016, realizó una serie de visitas al exterior que perfilaron una media luna dentro de la esfera de influencia rusa: Chipre, Azerbaiyán, Bulgaria, Serbia, Kazajstán, Ucrania, Finlandia, con el contexto de Rusia trabajando en la consolidación de la hegemonía del Mar Negro con la anexión de Crimea, como segundo paso de una serie de elementos estratégicos, que habría empezado en Georgia 2008 y que sigue en 2022 (y seguirá hasta alcanzar sus objetivos, en esta región y en otras).
Turquía es consciente que a la larga, el cambio del eje geopolítico hacia Eurasia y África le producirá unos beneficios gigantescos, pero después del juego a corto plazo con Putin, y que ahora se puede ver en la recepción de dinero ruso, Erdoğan ahora ya no necesita forjar una relación amistosa con Rusia, necesita que Estados Unidos y los socios europeos, incluido el Reino Unido, generen una estrategia euroasiática y africana en la que poderse situar para compensar a Rusia y a China y no verse como está acabando Irán (al respecto, recomiendo encarecidamente leer esta traducción que el Instituto Symposium ha hecho de un brillante artículo del Dr. Ali Fathollah-Nejad).
Y es aquí cuando llegamos a Chipre. Con la excepción que debemos reservar para el caso de los Estrechos turcos, para Turquía ninguna ubicación geográfica tiene una importancia comparable a la de Chipre, por su carácter equidistante de Europa, Asia y África y por estar ubicada más o menos a mitad de camino entre los Estrechos turcos y el Canal de Suez, que dividen, o que unen, a Europa, Asia y África. Más aún, hay que sumar los privilegios británicos en la isla y en la región ampliada, a lo que no podemos dejar de lado a Francia. A esto hay que sumar la proyección desde Chipre hacia Anatolia, Oriente Medio y el hecho de ser uno de los pilares del equilibrio estratégico en el Mediterráneo Oriental, los Balcanes y África.
Además del gas chipriota y griego, y de la proyección de ese coloso que es África, también en el aspecto energético, Anatolia sería la plataforma ideal para llevar el gas israelí a Europa, algo que desde el Trazo de Kalamos hemos seguido con atención, pues Israel-Grecia-Chipre... y Turquía se necesitan mutuamente. La construcción del gasoducto submarino que conduzca el gas desde el yacimiento Leviatán hasta el puerto turco de Mersin es clave, aunque dicho gasoducto debe pasar necesariamente por la Zona Económica Exclusiva de Chipre, cosa que requiere la autorización del gobierno de Nicosia y, por lo tanto, alguna forma de solución a la crisis chipriota, y también del Reino Unido y de Francia, junto a Italia, y desde luego, Estados Unidos.
Rusia es consciente de ello, y del uso de los pasaportes dorados (junto a la infraestructura financiera) de Chipre. Con ciertos cambios interesantes en Bulgaria, otro de los países que ha venido expidiendo este tipo de pasaportes, lo cierto es que Chipre ha jugado un papel que Andrés Mourenza analiza perfectamente bien en el siguiente enlace:
A lo que añadiría este artículo publicado en The Print, titulado "Cyprus, ‘haven for Russian money laundering’, supports excluding Russia from SWIFT banking".
Pero realmente hay más, pues como podemos intuir Rusia tiene un gran interés en esta región, llamémosle "energética" de Ucrania (con su Zona Económica Exclusiva), Irak, Irán, Azerbaiyán, Kazajistán, la península de Anatolia, Siria, Líbano, Israel, Egipto, Argelia, el corazón del Sahel... En efecto, Rusia vela por los intereses de sus élites y se dedica a condicionar por lo menos, bloquear si le es posible, toda aquella arquitectura que elimine su privilegio para controlar la Unión Europea, en una estrategia donde la Revolución Industrial 4.0 de China encuentra los medios para someter, vincular... convertir en vasallos, y de paso, abrir más frentes a Estados Unidos, que no puede seguir enfrentado a los europeos en ningún aspecto, ni a la inversa, si es que se quiere reducir las ventajas que para la Revolución Industrial 4.0 tiene China, y donde Rusia quiere usar sus diferentes herramientas militares-diplomáticas para conseguir el gran pacto que la Historia le ha negado en repetidas ocasiones con Estados Unidos y Europa basado en la energía y en las armas.
En definitiva, no se puede pasar por alto el papel de Rusia, que tras la intervención militar en Siria en septiembre de 2015 se ha elevado al rango de primera potencia en el Mediterráneo oriental, y ahora, actuando en combinación con China, reparten sus respectivas esferas, como en Irán. Tras el colapso de la Unión Soviética, Chipre se convirtió en el principal destino de capital de los oligarcas rusos. Según estimaciones de Moody's, en 2013 los rusos tenían depositados en bancos chipriotas más de 31.000 millones de dólares, una cifra muy superior al PIB de la isla: para más información puede consultar, por ejemplo, este enlace; también recomiendo este artículo de El País, y este otro artículo del mismo diario sobre la última actualización de los Pandora Papers; o este otro artículo de The Moscow Times; o este otro artículo del euobserver. El gobierno grecochipriota abrió sus bases aéreas y navales a los aviones y buques de guerra rusos que participaban en la guerra de Siria en 2015. De modo que aquí tenemos un peso que equilibra ciertas decisiones rusas, y más si tenemos en cuenta que quizás los accesos a ciertos servicios de los paraísos fiscales situados en otras órbitas puedan complicarse para los rusos, con lo que cabe pensar en la creación de una mayor y más profunda red de paraísos fiscales en la esfera de los países que se alineen con Rusia y China, como forma de competir con los situados en las esferas de Occidente.
Turquía se halla forzada a mantener un cierto equilibrio en el corto plazo también porque, además del Cáucaso, resulta ser la economía de la región más expuesta a la rusa, detrás de la de Chipre. Pero con una salvedad, su dependencia de Rusia afecta mucho más a la economía real, incluso a la seguridad alimentaria más básica si sumamos a Ucrania, que a los servicios financieros, más vinculados con Chipre y, además, Turquía no tiene acceso a los fondos europeos de los que sí dispone Nicosia... Quizás la Unión Europea deba condicionar ayudas, en la seguridad alimentaria y en otros aspectos, si desea competir con Rusia, junto a otros socios, en esta región... pero volvemos a lo que ya hemos señalado muchas veces: el euro así es imposible que siga, y lo mismo la Unión Europea, si no hay federalismo, y una unión monetaria, pero también fiscal y bancaria. Este es el auténtico motivo por el que Turquía ha anunciado que recibirá con los brazos abiertos el dinero ruso que huya de las sanciones occidentales, favoreciendo la compra de vivienda por parte de rusos acomodados que pretenden acceder a un pasaporte turco, pues se exigen cantidades entre los 250.000 y los 400.000 dólares para acceder a un pasaporte turco.
De ahí podemos concluir que Rusia (y China) se moverán en la dirección de tratar de instrumentalizar lo más posible a Turquía para sus propios fines y que Turquía se acerca al límite de la cooperación con Moscú en el corto y medio plazo. Las decisiones de Turquía, por el momento, cabe entenderlas de la siguiente forma: el Departamento de Estado de Estados Unidos se ha dirigido por escrito al Congreso para dar su apoyo a la solicitud de Ankara de adquirir 40 cazas F-16 y 80 kits de modernización, el Reino Unido levantó el embargo que mantenía a la exportación a Turquía de material de uso militar, cosa que permitirá el envío de motores usados para la fabricación del caza turco TFX; y, de acuerdo con el Ministerio de Exteriores turco, las conversaciones con Canadá para lograr que se levante el embargo sobre la transferencia de material militar -que ha impedido la venta de sistema ópticos que son usados en los temibles drones Bayraktar TB2- avanza con muy buena dirección. De modo que su posición en Ucrania y en los riesgos que implica y las consecuencias de dicho conflicto están alineadas con el eje euroatlántico realmente.
Así que, en estas circunstancias, Rusia puede asestar golpes a Turquía en Asia Central (Kazajistán, como efectivamente ha hecho), Oriente Medio (entorpecer la gran conexión con Europa en términos energéticos), el mismo caso que con África y Europa. Las posiciones de Chipre son delicadas e implican una negociación a varias bandas como el gran conector que es, y que se halla dentro de la Unión Europea, pero que la presión sobre la cuestión rusa va a notarse, sin olvidar la permanente sombra rusa sobre todo el escenario que va a obligar a una redefinición de las estrategias de la Unión Europea, Canadá, Reino Unido y Estados Unidos, además de Turquía e Israel, por supuesto.
Esto también es el conflicto, y será el devenir del conflicto actual.