La guerra política y el caso de estudio de la URSS/Rusia. Parte-1

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Es preciso que empecemos por definir qué es la "guerra política".

El término "guerra política" se atribuye al diplomático estadounidense George Kennan, que escribió sobre el fenómeno en las primeras etapas de la Guerra Fría. En un memorando político del 4 de mayo de 1948, Kennan, que en aquel momento era jefe del personal de planificación política del Departamento de Estado, redactó una declaración donde quedaba incluido el término "guerra política organizada".

En el mencionado documento "La inauguración de la guerra política", Kennan afirmaba que debía crearse una nueva organización independiente para planificar y llevar a cabo la "guerra política" y definía el término "guerra política" como "el empleo de todos los medios al alcance de una nación, sin llegar a la guerra, para lograr sus objetivos nacionales". Continuó señalando que estas operaciones debían ser tanto abiertas como encubiertas, e incluirían alianzas políticas, políticas económicas y el fomento de organizaciones de resistencia clandestinas.

Kennan consideró que la lucha entre Estados Unidos y la Unión Soviética no era una cuestión de competencia estatal solamente, más bien se trata de una batalla de ideologías entre la democracia liberal y el comunismo, ejecutada en el marco de una competencia por el espacio kantiano-hegeliano, y la guerra política pasa a ser, por consiguiente, uno de los principales medios para llevar a cabo esta nueva forma de guerra, situándose en la esfera del Departamento de Estado, así se expresaba Kennan en su llamado "Telegrama largo" del 22 de febrero de 1946 al Secretario de Estado, James Byrnes.

Antes de trabajar a fondo a Kennan y su "Telegrama Largo", además del artículo, presentado en forma de recapitulación de este documento, The Sources of Soviet Conduct, escrito por el mismo Kennan bajo el seudónimo de 'X', y que apareció posteriormente en la revista Foreign Affairs en julio de 1947, resulta necesario crear un mínimo contexto y marco histórico-conceptual.

Mínimo contexto y marco histórico-conceptual.

Estados Unidos mantenía unas grandes expectativas de dar un impulso a la visión kantiana-hegeliana junto a la URSS durante el invierno de 1945-46, y que se ejemplifica en las palabras del general Dwight D. Eisenhower en su visita a Moscú en 1945:  

"Nada guía tanto la política rusa como el deseo de amistad con Estados Unidos", tal y como se recoge en Jones (2001, 230).

Pero a finales del otoño de 1945 la alianza empezó a deshacerse cuando Moscú presionó para forjarse una esfera de influencia en los Balcanes, un preludio de lo que se convertiría en la dominación soviética de Europa del Este. Llegaba el 9 de febrero de 1946, y Stalin pronunciaba un discurso ante una asamblea de votantes, que a pesar de que no resultó ser tan mordaz como el de la Delegación Americana de Trabajadores de 1929, sí que es cierto que a lo largo de su alocución que habló de la alianza en tiempos de guerra como una cosa del pasado y pidió que la Unión Soviética emprendiera una serie de planes quinquenales enfocados a un rápido fortalecimiento militar-industrial... tan sólo medio año después de que terminara la Segunda Guerra Mundial.

El Departamento del Tesoro se hallaba totalmente confuso, no ya por lo mencionado, también por la negativa de Moscú a la creación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional: ¿Por qué la Unión Soviética decidió deliberadamente no participar? ¿Cuáles eran sus intenciones? ¿Cuál sería el beneficio de no participar? ¿Era mayor que los beneficios de participar? De manera que el Departamento del Tesoro le preguntó a George F. Kennan, funcionario de carrera del Servicio Exterior desde 1926 tras graduarse en la Universidad de Princeton en 1921, además de hablar con fluidez el ruso, haber estado destinado en Letonia antes del reconocimiento diplomático de Estados Unidos a la Unión Soviética en 1933 y formar parte este año del personal de la primera embajada en la URSS, y formar parte del personal de la embajada en Moscú antes y después de la Segunda Guerra Mundial. Adicionalmente, Kennan viviría en la Unión Soviética y en Europa de forma intermitente desde 1933 hasta 1953. Esto proporcionó a Kennan una perspectiva del comportamiento soviético que resultó ser primordial en su análisis de las relaciones actuales y futuras entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Partía en ese momento de la posición y contaba con el acceso como jefe de misión adjunto en la embajada en Moscú y era la persona adecuada para la evaluación que el Departamento del Tesoro estaba solicitando.

George F. Kennan, nació el 16 de febrero de 1904 en Milwaukee, Wisconsin. Su nombre era el mismo que el del primo de su abuelo, una persona a la que conoció fugazmente, a la que nunca llegó a conocer en profundidad. El motivo de llevar el mismo nombre que el primo de su abuelo fue que nació el mismo día que él, aunque cincuenta y nueve años más tarde. Su tocayo era considerado un experto en asuntos rusos de finales del siglo XIX y principios del XX con un libro publicado en 1891, titulado "Siberia y el sistema de exilio", siguiendo en todo ello a Gaddis (2011, 9-13).

Kennan argumentó que la política estadounidense hacia la Unión Soviética se basaba en una suposición errónea: que Washington podía influir en el comportamiento soviético ofreciendo incentivos para fomentar un mejor comportamiento. Por el contrario, una poderosa e irresistible dinámica interna impulsaba el comportamiento de Moscú. Los soviéticos estaban:

"comprometidos fanáticamente con la creencia de que con EE.UU. no puede haber un modus vivendi permanente, que es deseable y necesario que la armonía interna de nuestra sociedad se vea perturbada, que nuestro modo de vida tradicional sea destruido, que la autoridad internacional de nuestro Estado se rompa, si se quiere asegurar el poder soviético."

En consecuencia, sólo la amenaza de la fuerza podría limitar o alterar las ambiciones soviéticas.

Cuál había sido el punto de vista soviético al respecto: las visiones de Litvinov y Stalin

Para trabajar este apartado una gran referencia, consultable siempre es la del artículo publicado en Foreign Affairs, Reconsiderations: The Cassandra in the Foreign Commissariat, de Vojtech Mastny, en enero de 1976.

El ascenso de Hitler desencadenó un esfuerzo por parte de Litvinov, Comisario del Pueblo de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética, destinado a movilizar la acción internacional para detener al dictador nazi. Resulta evidente que tras todo ello una variable, con cierto peso específico determinante, apunta hacia el interés ruso de organizar una campaña calculada para trasladar a las potencias occidentales los principales riesgos de esa incierta empresa con Berlín, y a su vez, trataba de evitar a Moscú la temida confrontación militar con Berlín, enfrentándose dos corporativismos futuristas autoritarios, el soviético y el nazi, mientras el tercer corporativismo, el liberal, que toma forma con el New Deal de Roosevelt se habría de posicionar desde la democracia liberal. Litvinov, como el arquitecto soviético de la seguridad colectiva, creía sinceramente en la colaboración con Occidente a corto plazo, pero no ocultaba (o debía poner de manifiesto) su desprecio por un aliado que su convicción de acuerdo con el marxismo ruso en este momento, que le exigía defender en posiciones fanáticas, de la misma manera en que Lenin y Kautsky se enfrentaron en su momento, que en verdad se trataba de un cuerpo político y económico que estaba moribundo a largo plazo.

Además, Litvinov como Comisario del Pueblo de Asuntos Exteriores comprendía a Stalin y su organización del poder, por lo que la mayoría de los casos documentados en los que Litvinov discrepó con sus superiores en cuestiones políticas específicas resultar ser anteriores al control de Stalin, como se sigue en Craig y Gilbert (2021). Perdió su puesto como Comisario del Pueblo de Asuntos Exteriores en favor de Molotov en mayo de 1939, en parte por desaprobar el acercamiento de Stalin al Tercer Reich, y como consecuencia para congraciarse Stalin con los nazis, pues Litvinov era judío y el principal responsable de ejecutar una política para combatir el nazismo. A esto se sumaría la típica alternancia entre el apaciguamiento y el desafío ante lo inminente de la Operación Barbarroja, cuando Stalin destituye también a Litvinov del Comité Central del Partido (febrero de 1941), alegando "incumplimiento de sus obligaciones". Pero, en el desfile del Primero de Mayo de 1941, un mes y tres semanas antes del inicio de la Operación Barbarroja, Litvinov se sitúa en un lugar de honor tal y como explica Pope (1943, 458-460), lo que sugiere que Stalin trataba de posicionarse ante un posible fracaso de su política hacia el Tercer Reich.

Surge la pregunta del porqué Litvinov no había sido purgado, y además de haber convivido en Londres con Stalin, tal y como informa Rappaport (2010, 144), contaba también que su esposa, Ivy Low, era una judía de origen británico, hija de un profesor universitario, tal y como detalla Haslam (1983, 10-14)- el conocimiento del mundo exterior y la experiencia en el trato con extranjeros que había adquirido durante prolongadas estancias en el extranjero. Podemos concluir que Litvinov era necesario para Stalin, si quería retomar los contactos con Occidente una vez el Tercer Reich iba cambiando de opinión con respecto a la URSS.

Fruto de esas visiones es la película Алекса́ндр Не́вский (1938) (Alejandro Nevsky), de Serguéi Eisenstein, que reflejaría las posiciones de Litvinov respecto a la Alemania Nazi en el momento en que se hizo. La película narra el intento de invasión de Nóvgorod por parte de los Caballeros Teutónicos del Sacro Imperio Romano-Germánico durante el siglo XIII, y su derrota por el príncipe Alejandro, o popularmente conocido, Alejandro Nevsky. En la película, Eisenstein en asociación con Dmitri Vasilyev y con un guión coescrito con Pyotr Pavlenko a partir de un relato titulado Rus, escrito por Pyotr Pavlenko, un novelista soviético que se ajustaba a la ortodoxia realista socialista, que ejerció como "asesor" con la finalidad de evitar cualquier tendencia desviada por parte de Eisenstein, los Caballeros Teutónicos invaden y conquistan la ciudad de Pskov con la ayuda del traidor Tverdilo y masacran a su población. Ante la resistencia de los boyardos y comerciantes de Nóvgorod (instados por el monje Ananías), Nevsky decide reunir a la gente común de Nóvgorod y en la decisiva Batalla del Hielo, en la superficie del lago helado Chudskoe, derrotan a los caballeros teutónicos. La historia termina en la reconquistada Pskov, donde los soldados rasos son liberados, los caballeros teutónicos supervivientes serán retenidos para pedir un rescate y Tverdilo es arrollado por el pueblo vengativo (y supuestamente despedazado).

Dentro de la película destaca la subtrama que gira alrededor de Vasili Buslai y Gavrilo Oleksich, dos famosos guerreros de Nóvgorod y amigos, que se convierten en comandantes de las fuerzas de Nóvgorod y que se enzarzan en un concurso de valor y habilidad de lucha a lo largo de la Batalla en el Hielo para decidir cuál de ellos ganará la mano de Olga Danilovna, una doncella de Nóvgorod a la que ambos cortejan. Vasilisa, que resulta ser hija de un boyardo de Pskov asesinado por los alemanes, se une a las fuerzas de Nóvgorod como soldado de primera línea, y ella y Vasili luchan codo con codo (lo que causa una fuerte impresión en Vasili); también ella mata personalmente al traidor Ananías. Después de que tanto Gavrilo como Vasili hayan sido gravemente heridos, Vasili declara públicamente que ni él ni Gavrilo fueron los más valientes en la batalla: ese honor corresponde a Vasilisa, y que después de ella vino Gavrilo. Así, Gavrilo y Olga se unen, mientras Vasili elige a Vasilisa como su futura esposa, destacándose que sucede con el consentimiento tácito de ella.

Eisenstein refleja no pocos elementos, además de las referencias a los rusos blancos y su posible alianza con el Tercer Reich en una eventual invasión nazi de la URSS, y del papel jugado por el pueblo ante los traidores boyardos (rusos blancos), y del papel de la mujer y su incorporación en la vida productiva (y defensiva) de la URSS, el director desea mostrar ciertos aspectos interesantes, como que ciertos cascos que lleva la infantería teutona se asemejan a maquetas de los Stahlhelms de la Primera Guerra Mundial. En el primer borrador del guión de Alexander Nevsky, incluso aparecían esvásticas en los cascos de los invasores. La película también transmite mensajes muy anticlericales y particularmente anticatólicos: la mitra de obispo de los caballeros está adornada con esvásticas, mientras que la religión desempeña un papel menor en el lado ruso, estando presente sobre todo como telón de fondo en forma de la catedral de San Nicolás de Nóvgorod y los clérigos con sus iconos durante la entrada victoriosa de Nevsky en la ciudad después de la batalla.

Fotograma de Alejandro Nevsky (1938). La mitra del obispo presenta esvásticas.

La película presenta a Alexander como un héroe popular y le muestra evitando una lucha con los mongoles, sus antiguos enemigos, para enfrentarse al enemigo más peligroso. Recordemos aquí las guerras fronterizas soviético-japonesas entre 1932 y 1939. Ya antes de que el Imperio japonés ocupase la Manchuria china, la URSS ya tuvo conflictos en la frontera de esta región con tropas chinas. Tras la aparición del estado títere japonés de Manchukuo, Japón se centró en conseguir el control de la Siberia soviética con la que compartía frontera. Estos conflictos fronterizos de carácter armado, que no tomaron la forma de una guerra formalmente declarada, acabó con la victoria soviética en la batalla de Jaljin Gol, desarrollada entre mayo y septiembre de 1939, y que fue la primera y más grave derrota militar japonesa desde el comienzo de su expansionismo por Asia, cosa que convenció a Japón de enfrentarse a la Unión Soviética sólo si podían contar con el apoyo alemán, al generarse dos frentes alejados el uno del otro, en Haslam (1992, 131-135). Es decir, que se traslada el mensaje hacia "Oriente" o el Imperio japonés de "nosotros no os consideramos nuestros enemigos, nuestro enemigo es el Tercer Reich".

A su vez, Eisenstein publica el 12 de julio de 1938 en Izvestia un artículo titulado "Alexander Nevsky y la huida de los alemanes" en el que asimila a Nevsky con Stalin y presentó la victoria de Nevsky sobre los alemanes como una advertencia para sus homólogos actuales, todo ello en Bergan (2016, 378-380). Finalmente, la película fue estrenada en Moscú el 23 de noviembre de 1938. El 20 de febrero de 1938, Hitler había pronunciado su discurso más antisoviético hasta la fecha. 'Sólo hay un Estado con el que no hemos tratado de establecer relaciones, ni queremos establecerlas: La Rusia soviética. Más que nunca vemos en el bolchevismo la encarnación del instinto destructivo humano...' En 1938, la Unión Soviética parecía completamente aislada e ignorada. Al día siguiente del discurso de Hitler, Chamberlain declaró que la paz dependería de "las cuatro grandes potencias de Europa: Alemania, Italia, Francia y nosotros'. En septiembre de 1938 se alcanzaba el acuerdo de Munich, y la creencia de que el apaciguamiento había tenido éxito. Puesto que Alexander Nevsky fue concebido como una pieza de historia con tintes contemporáneos, y que se proyectó por primera vez sólo dos meses después del Pacto de Múnich, la derrota de los Caballeros Teutónicos invasores por parte del ejército de Nevsky se convirtió, implícitamente, en un comentario sobre la agresión nazi y resultó ser una profecía de lo que iba a ocurrirle a la Rusia soviética tres años después, aunque es fundamental en la deriva nacionalista rusa/soviética al no seguir las líneas propuestas en la película respecto a la religión. En Alexander Nevsky, en definitiva se aborda el tema nacional y patriótico al gusto de Stalin... sólo que la deriva no era precisamente esta y aquí Eisenstein toma por ciertas cosas que sólo son en su opinión y deseo de agradar a Stalin.

Después del 23 de agosto de 1939, cuando la URSS firmó el Pacto Molotov-Ribbentrop, que preveía la no agresión y la connivencia entre Alemania y la Unión Soviética, Alexander Nevsky fue retirada de la exhibición en los cines, de la misma manera que Litvinov había fracasado en sus líneas estratégicas, pero también la situación cambió para la película de Eisenstein, pues con el inicio de la Operación Barbarroja el 22 de junio de 1941 la película volvió rápidamente a las pantallas soviéticas y occidentales, las referencias de Stalin a Alejandro Nevsky (él mismo en verdad, ver discurso del 7 de noviembre de 1941) se hicieron constantes, y la atribución de la medalla de Alejandro Nevsky no hizo más que cerrar el círculo.

Los hechos le daban la razón a Litvinov y se sintió especialmente reforzado por la deriva de los acontecimientos cuando como nuevo embajador en Washington veía a Japón atacar en Pearl Harbor.

Siguiendo a Kennan (2021) y a Vojtech Mastny en "Stalin and the Prospects of a Separate Peace in World War II" in American Historical Review, December 1972, p. 1378, al llegar la primavera de 1943, durante el periodo de la guerra en el que Stalin parecía querer señalar a Berlín su disposición a considerar una paz de compromiso, Litvinov junto al otro diplomático soviético con reputación de pro occidental, el embajador en Londres Ivan M. Maisky, recibieron la orden de regresar a Moscú. Lo relevante aquí es que justo antes de dejar Washington D.C., Litvinov, el 7 de mayo de 1943, mantiene una reunión a su petición con el subsecretario de Estado, Sumner Welles, y esta es la primera vez que Litvinov escoge a un occidental de su confianza para compartir su ansiedad sobre el futuro de la alianza que había ayudado a forjar, pues se queja de que es imposible para él hablar con Stalin, y asegura a Welles que el premier está aislado en su opinión sin nadie que le proponga alternativas más cercanas a la realidad en sus conversaciones, y que quizás esto sea la causa de una visión distorsionada de Occidente. A continuación le dice a Welles que, una vez en la URSS, él trataría de hacer todo lo posible por mejorar las cosas, pero, y esto es muy relevante: no tenía ninguna esperanza de poder hacerlo. Litvinov pasa a dejar ver con claridad que ya está abiertamente frustrado respecto a la rigidez de todo el sistema soviético y especialmente sobre el férreo control de Molotov sobre el Comisariado de Asuntos Exteriores. Sin embargo, no llega al punto de dejar ir cualquier crítica específica a la política de Moscú.

Litvinov pasa a ser nombrado Comisario del Pueblo Adjunto de Asuntos Exteriores, y participa en la conferencia de ministros de Asuntos Exteriores de octubre de 1943 en Moscú. En esta ocasión, Litvinov demostró su habilidad diplomática al rechazar los intentos de Eden de desalentar la búsqueda de Estados clientes por parte de los soviéticos. Se asigna a Litvinov la responsabilidad de planificar la posguerra, especialmente la proyectada organización de seguridad internacional.

Llegamos al momento de la apertura del Segundo Frente por parte de los aliados, cosa que Stalin esperaba como prueba definitiva de la buena voluntad de los occidentales o no, a pesar de las transferencias de todo tipo para sostenerlos ante el avance nazi-fascista. En definitiva, las declaraciones oficiales soviéticas tras el desembarco en Normandía de junio de 1944 elogiaron la alianza, y mostraron confianza y absoluta determinación en los resultados de la inminente victoria común. Llegamos a julio de 1944, y las ideas soviéticas sobre la organización mundial, un aspecto central en la victoria, se dan a conocer por primera vez en un artículo ("международная организация безопасности", puede profundizar en este tema haciendo click aquí) que apareció en la revista Zvezda de Leningrado con el nombre de "N. Malinin", que era el seudónimo escogido por Litvinov.

Los puntos más importantes del artículo publicado aparentemente con fines de discusión reaparecieron con un sello de aprobación oficial en el memorando soviético del 12 de agosto para la conferencia de Dumbarton Oaks que debía sentar las bases de las futuras Naciones Unidas. Reconociendo la urgente necesidad de sustituir la anémica Sociedad de Naciones por un organismo más vigoroso, ambos documentos subrayaban que la clave de su éxito estaba en la correcta aplicación del principio de unanimidad. Esto significaba, por un lado, que la capacidad de las naciones pequeñas para convertir la organización en un vehículo de sus intereses egoístas se vería efectivamente limitada. Por otro lado, sin embargo, la persecución de tales intereses por parte de las grandes potencias debía ser dignificada por su prerrogativa de vetar cualquier decisión que no les gustara. Como comentó Litvinov más tarde, "ésta era nuestra forma de exigir una garantía de igualdad, una garantía contra las combinaciones y un rechazo del sistema de equilibrio de poder". Al respecto, puede el lector interesado consultar este interesante enlace.

No obstante, cabe señalarse que existían otras preocupaciones y aspiraciones inherentes tanto al artículo como al memorando. Los soviéticos exigían que la organización limitara sus actividades estrictamente a los asuntos de seguridad, dejando especialmente fuera de su ámbito las cuestiones económicas y sociales, porque así su pertenencia no supondría la exposición de la rígidamente controlada pero perturbada economía soviética al impacto potencialmente perturbador del sistema de libre empresa más robusto de Occidente; y, por otro lado, esto ayudaría a proteger a la sociedad soviética del indeseable escrutinio internacional. También facilitaría la gestión por parte de Moscú de los partidos comunistas extranjeros cuyas actividades podrían justificarse en términos marxistas como resultado de las tensiones sociales. Pero fue la cuestión del veto la que finalmente hizo que la conferencia de Dumbarton Oaks terminara en un impasse empapelado con generalidades altisonantes.

El 22 de agosto de 1944, cuando la conferencia todavía estaba reunida pero su ruptura ya se empezaba a ver inminente, Litvinov le dice con claridad al ministro noruego Rolf O. Andvord que ojalá las opiniones que había expresado en Zvezda fueran las del gobierno soviético, pero que lamentablemente su gobierno estaba a favor de una organización internacional más flexible, desvelando la existencia de un desacuerdo entre sus recomendaciones como Comisario del Pueblo Adjunto de Asuntos Exteriores y la política oficial de la Unión Soviética.

Litvinov pasa a dar más detalles y a profundizar en las diferencias que señalaba a través de una fascinante entrevista extraoficial con el periodista de izquierdas estadounidense Edgar Snow, el 6 de octubre de 1944, donde explica que su plan original, que todo el mundo había podido ver en sendos documentos públicos había sido descartado, y que en su lugar, en Dumbarton Oaks, el representante soviético, Andrei A. Gromyko, se había sacado de la manga un esquema totalmente diferente y sin ni siquiera intentar unas consultas previamente a Washington y Londres sobre el mismo, convirtiendo a la conferencia en un absoluto fiasco.

Litvinov se refería en concreto al documento del 12 de agosto de 1944 donde sí omitió una de las sugerencias originales de Litvinov: que la organización mundial se reforzara con un pacto especial que vinculara especialmente a los Tres Grandes, pero esto no fue medido en su auténtico sentido por los aliados occidentales, a pesar del aviso de Litvinov, que sí supo leer las verdaderas intenciones soviéticas.

Esta omisión resulta muy interesante, porque el propio Stalin se sentía definitivamente atraído por la idea de la reedición de un Dreikaiserbündnis, afín también a la noción favorita de Roosevelt de "policía mundial". Es decir, una reedición del acuerdo secreto de neutralidad de la llamada "Liga de los Tres Emperadores", que se celebró el 18 de junio de 1881 entre el II Reich alemán, Austria-Hungría y Rusia, por el que las partes se comprometieron a una neutralidad benevolente en una guerra potencial con una cuarta parte por un período de tres años y acordaron un deber de consulta para sus actividades en los Balcanes. El II Reich alemán podía así estar seguro de la neutralidad rusa en una posible guerra franco-alemana, mientras que Rusia se aseguraba la neutralidad alemana y austrohúngara en caso de una guerra contra Gran Bretaña por la cuestión del Estrecho o contra el Imperio Otomano en los Balcanes, cosa que propició que Rusia hallase el camino expedito hacia Asia Central y se posicionaba en la región transcaspiana del sur en lo que ahora es Turkmenistán en 1881 como respuesta a la invasión británica de Afganistán. Entre abril de 1884 y enero de 1885, el Imperio Alemán adquirió colonias en África. Sin embargo, el choque en el contexto balcánico entre Rusia y Austria-Hungría no pudo ser superado por la Liga de los Tres Emperadores, a pesar de las tensiones entre Viena y San Petersburgo, y gracias al esfuerzo de Bismarck, se volvió a ampliar el 27 de marzo de 1884. Pero cuando la rivalidad entre Rusia y Austria-Hungría por los Balcanes volvió a estallar abiertamente durante la crisis búlgara de 1885/86, la Liga de los Tres Emperadores se disolvió y Bismarck tuvo que salvar su política de alianzas con el llamado sistema de ayuda temporal. El objetivo principal perseguido por Bismarck tras el final de la Liga de los Tres Emperadores fue contrarrestar la amenaza a la seguridad del Reich alemán que se cernía con la alienación de Rusia por medio de una relación contractual renovada. Para ello, Bismarck ejerció una enorme presión política y económica sobre Rusia para traerla de vuelta a una relación contractual y hacerle consciente del inminente aislamiento en el sistema de poder europeo, y por ende, Occidental en el amplio contexto de aquel statu quo. La consecuencia directa del fracaso del Dreikaiserbund fue: a) la conclusión del Tratado de Reaseguro, que fue un tratado secreto de neutralidad del II Reich alemán con el Imperio ruso firmado el 18 de julio de 1887 donde Alemania proponía la neutralidad en un posible enfrentamiento entre Rusia y Austria-Hungría, en caso de que Viena iniciara las hostilidades, a cambio de que Rusia fuera neutral en un posible enfrentamiento entre Francia y Alemania, cosa que sirvió fundamentalmente para sostener la unión mínima e indispensable entre San Petersburgo y Berlín, mientras convencía con ello al Imperio ruso de que, aunque Alemania defendería la integridad del Imperio austro-húngaro, no lo ayudaría en su expansión a costa de Rusia. Berlín conseguía de esta manera retrasar una alianza franco-rusa. De hecho, Bismarck reconoció el derecho ruso a avanzar hacia el Estrecho, aunque para mitigar el riesgo de guerra asociado entre el Imperio ruso y las potencias interesadas en mantener el statu quo en los Balcanes (caso de Reino Unido y Austria-Hungría), Bismarck desempeñó un papel clave en el siguiente elemento central, la Entente del Mediterráneo, de la que hablaré a continuación. Cuando Moscú presionó para alcanzar una extensión del acuerdo que expiraba en 1890 debido a las ventajas descritas, el II Reich, con Bismarck destituido y bajo la batuta del Kaiser Wilhelm II, se negó en redondo a reeditarlo, llegando al punto de mantener esa postura incluso cuando Rusia acordó renunciar al "Protocolo Adicional Totalmente Secreto". La razón oficial de la decisión alemana fue la suposición de que un acuerdo con Rusia sobre los Balcanes socavaría la credibilidad de Alemania frente a sus aliados Austria-Hungría e Italia, aunque hay razones para pensar que esto hubiera sido compatible con la Triple Alianza, y en su lugar Wilhelm II consideró que el II Reich alemán debería protegerse más a través de su propia acumulación militar en lugar de contar con alianzas como las que trazó Bismarck, razón por la cual, entre 1890 y 1893 hubo una fase de "armamento máximo" alemán, que hay que leer en el contexto de asalto a la hegemonía mundial de Alemania. En el momento en que Rusia constató que se hallaba sin un socio internacional y la relación germano-rusa se enfrió cada vez más por incompatibilidades en el comercio exterior y la política económica, Moscú se acercó a París y acordaron una convención militar en 1892 y finalmente en 1894 una alianza firme con la Alianza Franco-Rusa. Con esto, se produjo la situación de dos frentes que Bismarck siempre había temido para el Reich alemán y se sentaron las bases de los bloques políticos de poder en la Primera Guerra Mundial; y, b) la Entente Mediterránea, entre Reino Unido e Italia, que firmaron el 12 de febrero de 1887, con la mediación de Bismarck. El 24 de marzo de 1887 Austria-Hungría se adhería al acuerdo, y el 4 de mayo también lo hacía España. Las partes acordaron reconocer el statu quo en el Mediterráneo, cosa que se dirigía contra la expansión rusa en los Balcanes y en los estrechos del Bósforo y los Dardanelos, además de asegurarse la existencia del Imperio otomano, mientras que Italia se fortaleció frente a Francia. Gracias a esto, Bismarck logró acercar a Reino Unido a la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría, Italia) sin que el II Reich alemán se convirtiera en miembro de la Entente Mediterránea. Sin embargo, el acuerdo pronto perdió importancia a medida que Reino Unido y Rusia se acercaban. La Entente Mediterránea sobrevivió hasta que Wilhelm II alienó a los británicos con el despacho de Krüger en 1896, provocando al Imperio británico por sus intereses en África del Sur. Es interesante tener todo ello en mente.

En definitiva, el comportamiento soviético en agosto de 1944 ponía de manifiesto un dilema más profundo: ¿Debía o no debía la Unión Soviética anclar su relación con las dos potencias occidentales en un marco institucional que propiciara una colaboración más estrecha pero que implicara también un mayor compromiso? O bien, ¿debía renunciar a los beneficios y responsabilidades de dicha colaboración, buscando en su lugar la mayor libertad posible frente a la coacción en un sistema flexible construido sobre la prerrogativa del veto? Los nuevos acontecimientos militares que se produjeron en ese momento añadieron urgencia al dilema, y Litvinov aportó más comentarios sobre las razones por las que su gobierno prefirió finalmente elegir el último camino. En definitiva, aquello que vislumbraron Lenin y Wilson décadas antes estaba más próximo que nunca de llevarse a cabo, aunque con diferentes enfoques: el Mercado o el Proletariado, con lo que se estaba más próximo a cumplir los propósitos recogidos en sendas propuestas con base en Kant y en Hegel... o bien no se iba a llevar a cabo.

A finales del verano de 1944 se activa la reacción en cadena una vez que el Ejército Rojo cambia su papel en los países en los que se le consideraba como conquistador y no como liberador. Esto generó recelos sobre las auténticas intenciones de los soviéticos, recelos que a su vez propiciaron la reevaluación por parte de Moscú de la alianza como vehículo adecuado para sus intereses.

El patrón surgió en toda su melancólica lógica cuando los polacos, en agosto, intentaron establecer en Varsovia un gobierno independiente ante la inminente llegada de las tropas rusas, y Stalin, a su vez, se mostró poco dispuesto a actuar con la suficiente rapidez para salvarlos de la aniquilación por parte de los alemanes. Sin embargo, y al mismo tiempo, se movió con demasiada rapidez hacia Rumanía y procedió, sin avisar previamente a sus aliados, a la conquista de la no beligerante Bulgaria a principios de septiembre. Churchill entendió qué estaba pasando y Harriman comenzó a enviar a Washington sus advertencias cada vez más urgentes de que la Unión Soviética podría convertirse en "un matón mundial". No obstante, Litvinov, creía ver el "renacimiento de la diplomacia tradicional británica en Europa... esta vez totalmente respaldada por Estados Unidos", y que perseguían una asociación de naciones de Europa Occidental, con lo que anticipaba que con los soviéticos "no seremos capaces de ponernos de acuerdo en un programa común para Alemania", pensando en el hecho de detener la propuesta británica formulada por Churchill, pues comprende que sólo unos "Estados Unidos de Europa" pueden equilibrar la partida en el continente (para más información puede consultar aquí... y se da el hecho de que Churchill es uno de los auténticos "padres fundadores" de la Unión Europea, mientras que el Reino Unido ha contenido como resultado del Brexit el poder alemán en el centro y este de Europa... cabe preguntarse, llegado el caso, ¿sería conveniente para el Reino Unido, y para el resto de europeos, una vuelta del Reino Unido para transformar "Europa" en alianza más profunda con el vínculo atlántico? Personalmente, y dados ciertos escenarios, es algo que no descartaría).

Recalcando que lo que estaba diciendo era estrictamente su opinión, llega a afirmar que "nos estamos desviando cada vez más en la misma dirección", y sugirió que "la diplomacia podría haber hecho algo para evitarlo si hubiéramos dejado claros nuestros propósitos a los británicos y si hubiéramos dejado claros los límites de nuestras necesidades, pero ahora es demasiado tarde, las sospechas abundan en ambos lados". Y, tratando de explicar esta negligencia de su gobierno, señaló sorprendentes deficiencias de algunos de sus principales representantes.

Durante su conversación Litvinov es radicalmente claro cuando afirma que el "Comisariado del Pueblo de Asuntos Exteriores está dirigido por sólo tres hombres y ninguno de ellos entiende a Estados Unidos o a Gran Bretaña" (se refiere Litvinov a Molotov y sus dos adjuntos, Vyshinsky y Dekanozov). Deplorando la desastrosa perspectiva provinciana de esos tres hombres, comentó que Dekanozov, el ex embajador en la Alemania nazi, "se sentó al lado de Ribbentrop durante un año y eso es todo lo que sabe sobre el extranjero". Aunque Litvinov no mencionó a Stalin por su nombre, insinuó que el líder supremo también era propenso a ciertas ideas erróneas, especialmente a leer demasiado en las ocasionales declaraciones poco amistosas de la prensa occidental libre. E insinuando que la responsabilidad de cultivar estas ideas erróneas no recaía tanto en el propio dictador como ante todo en su entorno, que le estarían haciendo dar vueltas en esas ideas en lugar de en mostrarles alternativas, concluyó que "absolutamente la única manera... de mejorar las cosas" era mediante conversaciones directas entre Stalin y Roosevelt.

Stalin, no obstante, en su discurso del 6 de noviembre de 1944 transmitió en términos especialmente efusivos una fe en la indestructibilidad de la alianza como fundamento del orden de posguerra... mientras que un mes más tarde, Litvinov tuvo la oportunidad de desarrollar más sus ideas sobre las condiciones previas de ese orden. En un segundo artículo de "Malinin", se centró en el "regionalismo", que, como había insinuado a Snow, era otro asunto sobre el que difería con los que se interponían entre él y Stalin.

Litvinov abogaba por la creación de agrupaciones regionales en el marco de las Naciones Unidas pero, por lo demás, bajo la égida de las grandes potencias con intereses primordiales en las respectivas regiones. Se esforzó en subrayar que no se refería a esferas de influencia en las que "desde el punto de vista de la paz no se puede encontrar nada atractivo". Era diferente con las "zonas de seguridad" que, insistió, sólo implicarían acuerdos militares mutuamente beneficiosos entre las grandes y las pequeñas potencias.

Sin embargo, Moscú había estado creando las condiciones en Europa Centro-Oriental para exactamente la misma esfera de influencia que Litvinov detestaba. En Yalta, Stalin se comportó como si creyera que Occidente había consentido esas prácticas, una idea errónea alimentada a su vez por la negligencia de sus aliados a la hora de dejarle suficientemente claros cuáles eran sus propósitos y los límites de su tolerancia. Pero una vez que se adelantó y ellos protestaron, se produjo inevitablemente el deslizamiento hacia la hostilidad que Litvinov había predicho y cuyas consecuencias abordará Kennan, tal y como hemos visto.

El 5 de abril de 1945 Litvinov concede una entrevista a Cyrus L. Sulzberger de The New York Times, y en ella se muestra abiertamente pesimista, tanto sobre las perspectivas de las Naciones Unidas y sobre todo el curso futuro de las relaciones Unión Soviética-Occidente. A partir de este momento Litvinov, que había atribuido la espiral de acción y reacción principalmente a la percepción errónea mutua, de la que había considerado a Occidente tan responsable como a los soviéticos (si no más), pasa indefectiblemente hacia una revisión de su estimación. El final de la guerra europea, lejos de dejar claros los límites de los objetivos de Rusia (como él había deseado), fue testigo, en cambio, de una ampliación de sus desideratas más allá de las ya registradas: territorio y bases en Turquía, una participación en la administración de las antiguas colonias africanas de Italia, un papel en el Mediterráneo occidental... y se adjudicó "derechos" e influencia sobre la isla de Bornholm (Dinamarca), tal y como hablé aquí, en el apartado "Bornholm una isla estratégica"... algo que ha llegado hasta nuestros mismos días, siendo una prolongación de un pensamiento estratégico irrenunciable bajo el abatar de una Rusia neoliberal, hipernacionalista y autoritaria que es vástago de la deriva soviética, sin la cual no se explica, y en su ideario, una parte misma se justifica.

Litvinov es entonces absolutamente claro, con una visión meridiana le dice a Snow cuando acudió de nuevo a Moscú en junio de 1945, en la antesala de la incipiente guerra fría: "¿Por qué habéis esperado los americanos hasta ahora para empezar a oponeros a nosotros en los Balcanes y en Europa del Este?". A lo que Litvinov contesta: "Deberíais haber hecho esto hace tres años. Ahora es demasiado tarde y vuestras quejas sólo despiertan sospechas aquí", tal y como se recoge en Snow (1972, 357). Así que aquí tienen la respuesta vista desde dentro, por una mente privilegiada, además de actor y persona clave, Litvinov: el afán de poder e influencia de su país por encima de sus necesidades razonables de seguridad era la causa principal del conflicto; el hecho de que Occidente no se resistiera a ese esfuerzo con suficiente antelación era una causa secundaria importante.

Litvinov se lo dice exactamente igual a Harriman durante una representación teatral en Moscú en noviembre de 1945, mientras deploraba el reciente fracaso de la conferencia de ministros de asuntos exteriores de Londres. Cuando el embajador le preguntó qué podía hacer Estados Unidos para satisfacer a la Unión Soviética, respondió "Nada". Y cuando se le preguntó además qué podía hacer su propio gobierno para mejorar las cosas, dio la misma respuesta cortante, añadiendo la enigmática calificación: "Creo que sé lo que hay que hacer, pero soy impotente". A pesar de una pequeña esperanza para Litvinov con la decisión de los ministros de Asuntos Exteriores de celebrar su próxima reunión en Moscú, en mayo de 1946 Litvinov concluye que: "Ahora siento que lo mejor que se puede esperar es una tregua armada prolongada".

El 18 de junio de 1946, Litvinov le decía al corresponsal de la CBS Richard C. Hottelet lo mismo que le había dicho a Snow prácticamente un par de años antes, pero mostrando una mayor disconformidad a medida que se materializaban sus peores predicciones, señalando ya abiertamente como causa de todos los desafíos presentes y futuros la reversión de Moscú al anticuado concepto de seguridad mediante la posesión de una masa de tierra, la vuelta a la tradicional y nacionalista idea rusa. De hecho, advirtió de que su apetito podría ser insaciable, y fuera de lo que los propios rusos definen como "mundo ruso". Hottelet escuchó a Litvinov sentenciar que:

"Si Occidente accediera a las actuales exigencias soviéticas se enfrentaría, al cabo de un tiempo más o menos breve, a la siguiente serie de exigencias".

De hecho, Hottelet esperaba ser detenido en cualquier momento, a pesar de las precauciones tomadas por Litvinov, o bien enterarse en los días siguientes de que Litvinov había muerto repentinamente, muy probablemente en un accidente. Hottelet recuerda que durante la entrevista, que tuvo lugar en el despacho de Litvinov en un caluroso día de verano, ardía un fuego en la chimenea como si el anciano hubiera estado en proceso de quemar sus papeles, tal y como recoge Vojtech Mastny en su conversación con Richard C. Hottelet. Dos meses después Litvinov fue finalmente despedido y se le concedió una pensión.

En febrero de 1947, Litvinov le dijo al periodista británico Alexander Werth que al final de la guerra Moscú tenía dos opciones: o bien aprovechar la buena voluntad que había atesorado en Occidente o bien embarcarse en solitario en una esquiva búsqueda de la seguridad absoluta. Litvinov se lamentaba de que el Kremlin no le escuchaba y que los dirigentes soviéticos se habían negado a creer que la buena voluntad pudiera constituir la base duradera de cualquier política. En su lugar, habían optado por expandirse (y someter) "todo lo que pudieran mientras las cosas fueran bien".

Hasta aquí la parte 1 del dossier. En la parte 2 se trabajará el "Telegrama Largo", la doctrina de contención y la forma en que se trabaja el concepto de guerra política desde Kennan, y cómo se hizo por parte de la URSS y Rusia.

Bibliografía parte 1

Craig, Gordon A., Gilbert, Felix, The Diplomats, 1919-1939, Princeton University Press, 2021. (Kindle Version)

Gaddis, John Lewis, George F. Kennan: An American Life, Penguin Books, 2011. (Kindle Version)

Haslam, Jonathan, Soviet Foreign Policy, 1930-1933: The Impact of the Depression, Palgrave Schol, Print UK, 1983.

Haslam, Jonathan, The Soviet Union and the Threat from the East, 1933-41: Volume 3: Moscow, Tokyo and the Prelude to the Pacific War, Palgrave Macmillan, 1992.

Kennan, George F., Russia and the West Under Lenin and Stalin, Plunkett Lake Press, 2021. (Kindle Version)

Jones, Howard, Crucible of Power: A History of American Foreign Relations from 1897, Rowman & Littlefield Publishers, 2001.

Pope, Arthur Upham, Maxim Litvinoff, L. B. Fischer, 1943.

Rappaport, Helen, Conspirator: Lenin in Exile: The Making of a Revolutionary , Windmill Books, 2010.

Snow, Edgar, Journey to the Beginning, Vintage Books, 1972.