La "Ampelkoalition" (o la "Coalición del semáforo"). Análisis de los puntos principales del acuerdo de coalición entre SPD, FDP y Die Grünen. Parte-1
El siguiente documento pretende analizar el acuerdo de gobierno alcanzado por el SPD, el FDP y Die Grünen, lo que se conoce como el acuerdo de gobierno de la coalición del semáforo (Ampelkoalition).
El momento alemán
El pasado 26 de septiembre de 2021, Alemania elegía la composición de su nuevo parlamento federal (Bundestag). Desde entonces y en un par de meses, el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD, S&E), el Partido Liberal Demócrata (FDP, Renew) y el Partido Verde (Die Grünen, Verdes / EFA) han redactado juntos un acuerdo de coalición formal para los próximos cuatro años.
Tras un par de semanas de discusiones informales entre representantes de los tres partidos, el 15 de octubre se publicó un documento de doce páginas en el que se describían las principales orientaciones políticas de la futura coalición. En rueda de prensa, los líderes de los tres partidos, Olaf Scholz (SPD), Christian Lindner (FDP), Robert Habeck y Annalena Baerbock (Die Grünen) anunciaron un objetivo ambicioso: llegar a un acuerdo antes de finales de noviembre para votar la confianza en el nuevo gobierno en el Bundestag en la semana del 6 al 10 de diciembre. El 21 de octubre se hizo pública la composición de los veintidós equipos negociadores encargados de la elaboración conjunta de las distintas partes del programa, a lo que se suma un pequeño círculo de siete u ocho figuras políticas de cada partido responsables de una segunda etapa de limar las diferencias que habían surgido dentro de los equipos temáticos.
Los miembros de los equipos negociadores tripartitos mantuvieron esencialmente una disciplina muy estricta en sus informes a la prensa durante las discusiones. Durante el período se produjeron muy pocas fugas o maniobras de presión externa, con la excepción de algunas quejas de los Verdes a finales de octubre, ya que se sintieron desplazados en temas ecológicos, y pudieron dar a entender a la opinión pública que el objetivo de luchar contra el cambio climático no era realmente compartido por sus pares en la negociación pero sobre todo siendo utilizado como moneda de cambio.
La rueda de prensa que tuvo lugar el pasado 24 de noviembre a las 15.00 horas del no reveló la composición exacta del gobierno pero sí la distribución de puestos entre los ministerios ahora ya es clara: al SPD ocupará por supuesto la cancillería, pero también defensa, interior, salud, trabajo y asuntos sociales, así como cooperación económica internacional. Por su parte, el FDP recibe cuatro ministerios: finanzas (muy probablemente para su presidente Christian Lindner), justicia, transporte y educación. Los Verdes reciben un gran ministerio de economía y ecología y asuntos exteriores, seguramente el primero será para Robert Habeck, y el segundo para Annalena Baerbock con su más que previsible retórica más acalorada contra Rusia y China que sirve para tranquilizar a Estados Unidos. Es decir, seguir haciendo negocios con la República Popular de China pero sin abrazar plenamente la contención de Pekín solicitada por los estadounidenses... a la "alemana", lo de siempre.
De todas formas, la composición exacta del gabinete Scholz se conocerá a principios de diciembre.
Análisis del texto de acuerdo de coalición alemana
El texto viene marcado por una constante, muy enfatizada, respecto a la idea de modernización y progreso, pero también por una elección recurrente de tomar a Europa como escala relevante para el análisis de los desafíos y sus soluciones.
El título del acuerdo “Atrévete a progresar” claramente se refiere al famoso mandato del canciller Willy Brandt durante su discurso de inauguración “Queremos atrevernos más a la democracia”, que se convirtió en el lema informal de su mandato entre 1969 y 1974, diez años después de que el 15 de noviembre de 1959 concluyese en Bad Godesberg, distrito residencial de Bonn, el primer congreso extraordinario, y noveno ordinario, que celebraba la socialdemocracia alemana (SPD), desde el final de la guerra, y que supuso la renuncia al marxismo como ideario político, el abandono del partido obrero y la aceptación de la economía de mercado como realidad existente, cosa que convirtió al SPD en partido "apto para los salones", a partir de ese momento.
Del subtítulo hemos de resaltar que tienen presencia las tres palabras asociadas respectivamente con una de las tres partes. La libertad es un valor cardinal del Partido Liberal Democrático (FDP), la equidad (Gerechtigkeit) es el objetivo de las políticas socialdemócratas y el desarrollo sostenible (Nachhaltigkeit) es ni más ni menos que el núcleo del programa de los Verdes.
Dentro del preámbulo anuncian la voluntad de:
"asumir conjuntamente la responsabilidad del futuro de Alemania, el objetivo de perseguir la necesaria modernización, la conciencia de que este progreso también debe ir acompañado de una promesa de seguridad y la certeza de que juntos podemos lograrlo."
Es un detalle relevante que enseguida pasan a identificar como una de las primeras acciones con las que deben trabajar con intensidad la pandemia de Covid-19. Este punto hay que ponerlo en contexto porque se produce en un contexto político del fin de la "ley nacional de emergencia epidémica" aprobada en marzo de 2021, y por consiguiente fruto de un momento anterior pero también del reflejo de un Bundestag anterior con una coalición de gobierno CDU/CSU-SPD, y llama la atención que antes del anuncio del acuerdo de coalición siquiera tal ley fuese reemplazada el 22 de noviembre por una nueva "ley de protección contra la infección" (Infektionsschutzgesetz), fruto de las nuevas mayorías en el Bundestag y el Bundesrat, y que de acuerdo con la ley, las medidas están limitadas hasta la fecha del 19 de marzo de 2022 y pueden extenderse una vez por tres meses por resolución del Bundestag.
A continuación pasan al eje climático, y abordan la cuestión del cambio climático:
"La crisis climática amenaza los cimientos de nuestras vidas y amenaza la libertad, la prosperidad y la seguridad. Alemania y Europa deben reafirmar su fortaleza económica frente a la creciente competencia mundial. En la competencia sistémica internacional, se trata de defender decididamente nuestros valores con socios democráticos."
El eje permanente en la modernización del Estado se puede sintetizar en esta declaración:
"Alemania sólo podrá hacer frente a los desafíos de la época si modernizamos el estado mismo. Queremos que la acción pública sea más rápida y eficiente y prepararla mejor para futuras crisis. Avanzamos en una completa digitalización de la administración. Se trata de facilitar la vida de los ciudadanos. Modernizaremos la infraestructura pública, los espacios y las redes y aceleraremos significativamente la planificación, aprobación e implementación. La economía también debe encontrar un aliado en la administración."
Señalan que tras más de 30 años de reunificación alemana no existe sin embargo una unidad interna en términos sociales y económicos, y lo piensan hacer partiendo de optimizar las condiciones de vida, lo que incluye viviendas asequibles, acceso rápido a Internet, atención médica accesible y ofertas de movilidad sostenible adecuadas para la vida cotidiana.
Define el documento también una fórmula de economía incardinada en la economía de mercado social y ecológica, cosa que es una alusión a la política del gobierno de la CDU-CSU dirigido por Adenauer (1949-1963) y a su ministro de Economía, Ludwig Erhard, que creó la "economía social de mercado" (soziale Marktwirtschaft), también llamada capitalismo del Rin, capitalismo del Rin-Alpino, el modelo renano y el capitalismo social, estableció las bases del llamado milagro económico alemán, inspirándose en las aportaciones de la escuela de pensamiento económico de Friburgo en la época de entreguerras.
El objetivo anunciado de una una economía descarbonizada en 2030 resulta ser una victoria que se pueden apuntar los Verdes, que ahora deben presentar el acuerdo a todos los activistas del partido, a diferencia de los otros dos socios de la coalición que tan solo votan por un congreso excepcional.
Por otro lado, hacen una mención a una fiscalidad internacional más justa y a la lucha contra la evasión fiscal, cosa que recuerda la acción del ministro de Finanzas saliente y futuro canciller Olaf Scholz por un impuesto mínimo sobre las ganancias corporativas del 15% negociado en el seno del G20. Al respecto pienso que sinceramente no es algo que las multinacionales encuentren particularmente agresivo en el hemisferio Norte del planeta, y para explicarme voy a permitirme citar a Piketty:
"Una pyme (pequeña y mediana empresa) o un hogar de clase media o popular no puede, así como así, crear una filial en un paraíso fiscal para aprovecharse de la tasa del 15%. En Francia, si usted es jefe de una pyme en la restauración o la construcción, entre el impuesto sobre los beneficios, el impuesto sobre la renta, las cotizaciones sociales paga como mínimo un 20% o un 30%, y con frecuencia más bien un 30% o un 40%. Así que el 15% para las multinacionales con capacidad para crear filiales en paraísos fiscales equivale a crear un sistema derogatorio privilegiado para los actores más poderosos. Temo que esta reforma con el 15% reporte muy poco dinero y no haga más que perpetuar una injusticia enorme entre, de un lado, las multinacionales y los más ricos, y del otro las pymes y las clases medias."
A continuación viene un texto extenso en el que giran dos ideas fundamentales:
1/ La apelación a la fórmula "responsabilidad global de Alemania", cosa que aparece a lo largo del texto como moneda de cambio de la política exterior de la futura coalición para crear un fuerte vínculo entre la obligación moral y la acción política.
Y pasan a proclamar:
"Al hacerlo, actuamos con espíritu europeo y en consulta con nuestros socios internacionales. Queremos aumentar la soberanía estratégica de la Unión Europea orientando nuestra política exterior, de seguridad, de desarrollo y comercial sobre la base de valores e intereses comunes europeos."
2/ Es decir, el principio de responsabilidad acuñado en la primera idea fundamental viene reforzado por una indicación del método de la nueva política exterior alemana: medir toda su acción con la vara del interés común de los europeos.
Más adelante, avanzado ya el texto y cuando entran en la cuestión de Europa, afirman que las dificultades a las que se enfrenta Alemania no se pueden contener sólo a nivel nacional, e insisten de nuevo en que:
"Actuamos con espíritu europeo, integrados en el proyecto histórico de paz y libertad que es la Unión Europea (UE). Una UE democráticamente consolidada, capaz y estratégicamente soberana es la base de nuestra paz y prosperidad. Estamos comprometidos con una UE que proteja sus valores y su Estado de derecho en el país y en el extranjero y los defienda con determinación. Formaremos un gobierno que definirá los intereses alemanes a la luz de los intereses europeos. Como Estado miembro más grande, asumiremos nuestra responsabilidad especial con un espíritu de servicio a la UE en su conjunto."
El recurso a la expresión de la soberanía estratégica , que ya estaba presente en el preacuerdo, es en el fondo ambigua, y voy a explicar mi punto vista. Por un lado, se asemeja inicialmente a una concesión a la posición de París. El Ministerio de Asuntos Exteriores, que estará en manos de die Grünen, debería adoptar una actitud más favorable a las propuestas francesas... Pero por otro lado, Annalena Baerbock y su previsible retórica más acalorada contra Rusia y China sirven para tranquilizar a Estados Unidos. Es decir, que Alemania en este aspecto seguirá haciendo negocios con la República Popular de China sin abrazar plenamente la contención de Beijing requerida por los estadounidenses.
Anuncian la siguiente vía de acción exterior:
"En los últimos años, hemos visto el abandono del multilateralismo en muchos países. Por tanto, es necesario reactivar la cooperación internacional. Somos conscientes de la responsabilidad global que tiene Alemania, la cuarta economía más grande del mundo, a este respecto. Asumimos esto y, como parte de nuestra política exterior, de seguridad y desarrollo, profundizaremos las alianzas, crearemos otras nuevas y defenderemos nuestros valores de libertad, democracia y derechos humanos. Para ello, buscamos una estrecha colaboración con nuestros socios democráticos."
El lema inaugurado por Emmanuel Macron, una Europa que protege, se ha abierto camino en Europa desde 2017 y ahora también forma parte del programa de gobierno de la nueva coalición, ya sea para proteger valores o beneficios sociales. Es decir, Alemania identifica la capacidad de atracción y las ideas-fuerza de Francia, reforzada realmente ahora por Italia, y se da cuenta que, por lo menos, a nivel discurso y retórico algo tiene que hacer, y más después del Germany First de Angela Merkel, con ciertas notas populistas de derechas que han prendido con fuerza entre los llamados "frugales" que han copiado los vicios estructurales de Alemania, de lo que hablaremos en el siguiente subapartado.
Las guerras comerciales, o de dónde parte Alemania
¿De dónde viene Alemania en este contexto? El año 2002 es el año en que el Banco Central Europeo rescató a Alemania por el motivo de que se vio expuesta a un problema doble:
1/ La gran masa de dinero que costó a la RFA absorber a la RDA, además de la liquidación de todas las empresas del este que eran inasumibles para las empresas de la RFA. Es algo que resulta muy difícil de precisar y hay estimaciones que cifran ese proceso entre los dos billones de euros, hasta los 1,3 trillones de euros.
Lo que resulta del todo evidente es que la UE ha sostenido como conjunto a la RFA en esta operación.
2/ El segundo punto tiene que ver con que en el año 2002 sucedió que Alemania tenía una gran sensibilidad al estallido de la Burbuja tecnológica de las “.com”.
De la suma de ambos factores se desencadenó una contracción y, en vez de activar una política fiscal para impulsar la demanda interna alemana, la decisión que tomó el neerlandés Wim Duisenberg como primer presidente del Banco Central Europeo fue implementar una política monetaria muy expansiva. Como consecuencia, se bajan los tipos de interés hasta el punto de que, en el caso de España el dinero tiene precios en negativo. Esto es lo que explica la gran expansión de la burbuja inmobiliaria, ante todo en el ciclo 2002-2007 en Europa. Las sociedades financieras en España tienen el año 2002 una deuda sobre el PIB del 19,3%, para que en 2007 sea del 92,5% del PIB, y del 107,3% en 2011. Es decir, los depósitos españoles no podían financiar esta enorme burbuja inmobiliaria a partir del año 2002, de modo que había que introducir deuda de los mercados capitalistas financieros.
Como resultado se produce una subida del coste de la vida en los países afectados por la burbuja inmobiliaria, fruto de un mayor empleo, y eso comportó un aumento del consumo; la subida de precios del metro cuadrado en un mercado inmobiliario alcista en la vivienda, tanto de alquiler como de compra, implicó que se hizo necesario recurrir a vías de crédito para apuntalar unos salarios que no crecían al ritmo del coste de vida. Todo ello según Richard Koo, que es economista jefe de Nomura Research Institute, Ltd.
Respecto a la deuda pública España pasó del 40,2% del PIB en 2007 a superar el 100%. Esto se debe también al hecho de que en Europa no existe ni una Unión Fiscal ni tampoco una Unión Bancaria, sólo una Unión Monetaria. En 2008 en todos los países de la Unión Europea había autonomía fiscal con una alta asunción de responsabilidades. Ante esta situación, en España, en lugar de que sea el sector privado el que asuma las responsabilidades de su mala gestión y muy malas decisiones, sucede que se produce un “rescate” por parte del Estado ya que no hay quita: hay ayuda estatal.
Juzgo oportuno mencionar el libro de Matthew C. Klein y Michael Pettis que lleva el título de este subtema. El libro, que señala como uno de sus sillares la obra de John Hobson, Imperialism, A Study (1902), arranca explicando que "la lucha por los mercados, el mayor afán de los productores por vender que el de de los consumidores por comprar, es la prueba de una falsa economía. El Imperialismo es el fruto de esta falsa economía".
Es decir, que la globalización no es la causa de que las clases medias de Occidente se estén pauperizando en todas partes, más bien es que la desestructuración interna de ciertos elementos la que lleva a una globalización, motivada por necesidades geopolíticas y estratégicas y por mantener la hegemonía global eliminando competidoras.
Es decir, que los desequilibrios dados dentro de cada país ha servido para que se produzcan transferencias de riqueza desde las clases medias y trabajadoras hacia las clases con más recursos. Cuando tienen que recurrir a un capitalismo de microconsumo y micropagos, por microsalarios en minitrabajos o no tan minis dadas las horas que hay que dedicar, sucede que no se pueden consumir todos los bienes que se necesitan ya que carecen de los recursos para hacerlo, entonces las clases que sí pueden empiezan a acumuar excedentes de capitales que no reinvierten en su país ya que no hallan rentabilidad, así que los llevan fuera, a otros mercados. No se invierte tampoco ni en inversiones productivas, ni en infraestructuras ni en bienes de producción.
Dichas transferencias que se hacen de abajo hacia arriba provocan toda una serie de efectos negativos en cualquier parte, pero el estudio de Klein y Pettis proponen el estudio de tres de ellos: Estados Unidos, Alemania y China. En China se produjo el fenómeno de tal forma que las transferencias desde abajo fueron a parar al Estado, llevando a una suerte de ciclo virtuoso por el que se generaba un crecimiento remarcable, pero hace unos 10 años este modelo empezó a sufrir cambios. ya que las transferencias que hacen los trabajadores chinos a sus élites empieza a distorsionar la economía de China porque reduce el poder adquisitivo y subsidia la producción afectando al consumo, cosa que afecta a la economía global porque se crean demasiados productos manufacturados y suben los precios de acciones, bonos y bienes raíces. Este bajo consumo de los hogares chinos destruye empleos en otras partes mientras que los valores de los activos se presentan con claridad inflados llevando a ciclos de auge, a los que le siguen ciclos de crisis y deuda.
En lo que respecta a Alemania y a Estados Unidos, durante los últimos decenios ambos países experimentaron un aumento de la desigualdad, con cambios de la distribución de los ingresos desde el trabajo hacia el capital y se ha buscado una fuerza de trabajo a la que se ha pagado menos fuera del territorio de la República Federal de Alemania, caso de Europa Central y del Este, a la que se podría añadir ahora los Balcanes. Los estadounidenses hacían lo propio, sólo que hacia México y China. Tanto Alemania como Estados Unidos experimentaron una fuerte bajada de impuestos y modificaron la leyes laborales. Y paradójicamente, Alemania se convirtió en el país con el superávit más alto del mundo, mientras que Estados Unidos pasó a ser el Estado con el mayor déficit del mundo.
¿Cómo explicar esta paradoja? Pues por el sistema financiero estadounidense, dotado de una flexibilidad, tamaño y captación de inversión extranjera que lo convirtió en el lugar más destacado a la hora de trasladar los excesos de capitales acumulados por las transferencias que en los países las clases medias y trabajadoras hacían a sus respectivas élites, porque la deuda soberana de Estados Unidos es abundante, fácil de negociar y sin riesgo de incumpliento, a ello se suma la formación del dólar como moneda fiat de reserva global a partir de finales de los años sesenta del pasado siglo XX.
Si entramos, siguiendo a Klein y Pettis, en el caso de Alemania, podemos relacionar esta economía con la española de una manera muy intensa. Las empresas alemanas iban aumentando su rentabilidad extrayéndola de sus trabajadores mediante la reducción de salarios y cotizaciones, junto a la reducción de las inversiones de capital en los hogares consecuente, a lo que se sumaba la subcontratación del trabajo y el traslado de líneas de producción a Europa Central y Europa del Este. Al mismo tiempo, el Estado redujo la inversión pública en la economía interior, y el resultado total llevó a que las diferencias de clases sociales y territorios se fueron ampliando, dando lugar a una fuerte concentración de riqueza. Así, el alemán, si tomamos la trampa engañosa de la estadística, es por promedio un 50% más rico que el italiano promedio y el 100% más rico que el promedio español. A su vez, la desigualdad ha aumentado exponencialmente dentro de la sociedad alemana, ya que el hogar promedio de Alemania es más pobre que el hogar promedio de España, y se sitúa a la altura de los polacos o griegos. Siempre de acuerdo con Klein y Pettis, que citan:
"una encuesta exhaustiva realizada por el Banco Central Europeo, según la cual los alemanes con ingresos más bajos tienen mucha menos riqueza neta que los estonios y que los húngaros que presentan bajos ingresos".
Con estas condiciones las empresas alemanas tuvieron que buscar fuera para evitar el consiguiente estancamiento del mercado, porque los alemanes que antes podían consumir, muchísimos de ellos han dejado de poder hacerlo, situándose antes del 2008 en una economía en la que el 25% del valor generado por el trabajo y el capital alemán había sido trasladado al extranjero. Entonces, las ganancias subieron porque los costes salariales estuvieron, como mucho, estables, mientras que los ingresos por exportaciones aumentaron en igualdad con el crecimiento global. Este gasto más reducido alemán comportó ingresos que se acumulaban en forma de excedentes y que pasaron íntegramente a usarse para la acumulación de activos financieros en el extranjero, cosa que daba un mayor impulso a la demanda extranjera de ciertos productos alemanes y aumentaron así la rentabilidad corporativa, pasando de centrarse en el mercado de la Unión Europea a llevar sus productos a China, Estados Unidos, Rusia, Brasil...
El resultado fue que mientras esto duró los alemanes con más dinero, y las compañías que estaban bajo su control financiaban el gasto de los países europeos porque acumulaban billones de euros mediante activos financieros extranjeros, que a su vez tenían un rápido retorno, y permitía a los líderes políticos que recibían esas inyecciones de liquidez, en el descentralizado sistema español, las Comunidades Autónomas o las grandes ciudades, dotar de financiación a los ayuntamientos, de acuerdo con la ley hecha por el Presidente del Gobierno, José María Aznar, la llamada Ley del suelo de 1996... pero también hemos podido comprobar que también se ha financiado la maquinaria de grandes partidos muy apoyados por las empresas, como el Partido Popular, y que el Tribunal Supremo avaló la existencia de una doble contabilidad en el Partido Popular.
Después de la crisis, y siempre siguiendo a Klein y Pettis, realmente nada ha cambiado, porque los excedentes en Alemania y los Países Bajos han seguido siendo compensados por déficits en España y Grecia. Los países vecinos de Alemania, los llamados frugales, caso de Países Bajos o Austria, “se vieron obligados a copiar sus supuestos éxitos [de Alemania]. Desafortunadamente para ellos, y para el resto del mundo, adoptaron las patologías de Alemania: consumo deprimido, austeridad del gobierno, inseguridad laboral, subinversión y aumento de la desigualdad”.
El aumento de la desigualdad se ha manifestado directamente en tres escenarios concomitantes:
1/ Pérdida de empleos;
2/ Exceso de productos manufacturados; y,
3/ Aumento del endeudamiento.
Es una perversión económica y financiera de lo que se suponía que lograría la integración global. Durante décadas, Estados Unidos ha sido la mayor víctima individual de esta perversión. Absorber el exceso de producción y ahorro del resto del mundo, a costa de la desindustrialización y las crisis financieras, ha sido la carga exorbitante de EEUU. Pero los estadounidenses no son las únicas víctimas. Todos los pueblos del mundo sufren a causa de este acuerdo.
La consecuencia es que la profundización de la globalización y la creciente desigualdad se han reforzado mutuamente, a la que se ha sumado la variable tecnológica:
“Las empresas de todo el mundo utilizan la competencia internacional como una excusa para conseguir salarios más bajos, regulaciones ambientales y de seguridad más débiles, regímenes fiscales preferenciales y transferencias regresivas. Aparentemente, exprimir a los hogares comunes ha sido mucho más fácil que aumentar la productividad, invertir en infraestructuras y mejorar la salud y la educación. Sin embargo, esto es insostenible porque los salarios deprimidos deben conducir a una combinación de menor consumo, lo que reduce el gasto total en la economía global, y mayor endeudamiento, que en última instancia es autolimitante y contraproducente. No es una coincidencia que, a lo largo de la historia moderna, los altos niveles de desigualdad hayan coincidido con altos niveles de deuda".
Y tras ello hay que añadir la competencia geopolítica entre bloques que ya se están formando, la pandemia (que ha actuado como un acelerador de estas dinámicas), y esto se manifiesta en el escenario actual.
El pasado 1 de octubre de 2021, el Financial Times informaba que "Los trabajadores alemanes hacen huelga por salarios más altos a medida que aumenta la inflación de la eurozona". Tras casi 15 años de crecimiento salarial aplazado el problema de Alemania no es que el aumento de salarios esté impulsando un exceso de demanda que conduzca a la inflación. Los salarios de los trabajadores alemanes, de hecho, son bajos puestos en relación con sus niveles de productividad, cosa que explica el alto superávit comercial de Alemania ya que se les paga menos de lo que se les tendría que pagar para poder absorber una parte de su producción. El superávit comercial alemán representa el exceso de ahorro sobre la inversión. Así que es poco probable que la subida salarial impulse la inflación en la misma medida que reduzca la cantidad de exceso de producción que Alemania sitúa fuera de su mercado interno. La subida de salarios en Alemania es buena para Alemania y es bueno para el resto, en definitiva.
Y el devenir inmediato
China no puede seguir impulsando el crecimiento mundial y más entrando en la fase de competencia entre bloques geopolíticos y geoeconómicos. De hecho, la pugna entre Estados Unidos y China podría tener la lectura de ante la desconexión de China es Estados Unidos quien agarra el cable y tira antes de que a China le convenga. Sea como sea, la República Popular de China está organizando su propia desaceleración y la transición a una sociedad de consumo con una legislación antimonopolio, anti especulación, pro-distribución de la riqueza y aumento del precio de la energía, etcétera, tal y como podemos ver por este artículo de Reuters.
En Occidente sólo se habla de reducir su dependencia de la máquina de producción china… y tiene que hacerlo, porque entramos en la competencia entre bloques de forma inminente, y de allí a plantear la hegemonía global en una carrera loca. Pero lograr lo que se afirma en el eje Atlántico, particularmente en Europa, es más fácil de decir que de hacer: las anteriores políticas de reducción de energía en nombre de la ecología son incompatibles con la rápida recreación de un aparato productivo capaz de alimentar la economía… salvo que se reoriente la energía de la movilidad a la industria, se produzca una federación en Europa, se cree un euro soberano de verdad con eurobonos de verdad, se planifique la economía, se produzca una gran concentración europea, y un amplio etcétera. Si es esa la idea, sí que es posible, ya que hemos de contar que si China utiliza el 57% de su energía para la producción industrial, frente al 9% para el transporte y el 11% para los hogares, en Europa estamos hablando del 31% para el transporte, el 26% para los hogares y el 25,6% para la producción. Incluso si se optimiza la eficiencia energética, es difícil ver cómo Europa logrará a corto y medio plazo reorientar la producción en casa para recuperar el control de la cadena de valor de su consumo.
En definitiva, si las poblaciones occidentales se empobrecen, si los países pobres amplían aún más la brecha tras la pandemia, como parecen indicar las cifras del Banco Mundial, y si China se autoabastece, ¿a quién venderá Europa, léase Alemania, sus productos si alguna vez consigue reactivar una industria a escala europea para arrostrar la transformación en la Revolución Industrial 4.0 y la competencia entre bloques que se desatará una vez se fortifiquen las posiciones de partida del gran juego en grandes bases territoriales?
Porque también va de esto: el gráfico a continuación demuestra lo que vengo diciendo desde hace tiempo. Ningún país de la Unión Europea, absolutamente ninguno, puede hacer frente a la Revolución Industrial 4.0. Ninguno, sin paliativos. Y la Unión Europea tal y como existe hoy día tampoco. La única forma es unir Europa de verdad mediante el federalismo, lanzar la Revolución Industrial 4.0 en todos y cada uno de sus rasgos y potencialidades... y, por si todavía no os habéis dado cuenta, se requiere un gran espacio, como China, India o Estados Unidos ampliado por su nuevo tratado con Canadá y México que lo constituye en el aglutinador de la América del Norte.