[English Version] [Version en français]

En su último libro, Leadership: Six Studies in World Strategy, Henry Kissinger ha redactado un estudio sobre seis líderes nacionales: Konrad Adenauer (RFA), Charles de Gaulle (Francia), Richard Nixon (Estados Unidos), Anwar Sadat (Egipto), Lee Kuan Yew (Singapur) y Margaret Thatcher (Reino Unido). Como se desprende del subtítulo, se trata de seis estudios de estrategia mundial.

Con todos ellos Kissinger o bien se reunió o bien tuvo trato, desde luego especialmente con Richard Nixon, con quien fue asesor de seguridad nacional y secretario de Estado. En el centro de su perspectiva política está la noción de estrategia, y ésta, a su vez, está informada por un concepto de interés nacional y de relaciones de poder que no ha cambiado mucho desde mediados del siglo XVII y el acuerdo de Westfalia. Por supuesto, el modo en que las estrategias se desarrollan realmente en el mundo real, y hasta qué punto los planes mejor trazados se posponen, es una cuestión que se presta a la interpretación creativa o a la revisión histórica. Cada líder representa una “estrategia” basada en el historial del líder.

La estrategia de Adenauer, dice Kissinger, fue la “humildad”. Adenauer abogó por que Alemania avance con cautela hacia la restauración de su soberanía y la reunificación después de la Segunda Guerra Mundial ayudando activamente a desarrollar y participar en las instituciones europeas. Esa estrategia es puesta en comparación con otras opciones impulsivas y populistas. Pero Adenauer difícilmente puede ser visto como "humilde" en lo que buscaba, ya que quería el retorno a la respetabilidad y la responsabilidad de Alemania y de sus intereses. Como ilustra Kissinger, Adenauer era una persona orgullosa, calculadora, de principios y valiente, que usó la humildad para lograr lo que quería, de una manera astuta.

Kissinger, desde una posición privilegiada (y, por consiguiente, tanto presumiblemente certera como con certeza interesada), el retrato de Nixon pasa a ser alguien para quien las maniobras estratégicas acostumbran a tener prioridad sobre las consideraciones morales. Nixon representa la estrategia del “equilibrio”. Kissinger atribuye a Nixon la búsqueda de un mundo “multipolar” en el que las grandes potencias logren la paz a través del equilibrio en lugar de la superioridad, en un desarrollo del realismo en las relaciones internacionales y una adaptabilidad a las circunstancias.

No obstante, Kissinger no transmite adecuadamente el daño infligido por Nixon a sus propias iniciativas y reputación. Trata al Watergate como una “tragedia”. Nixon logró la apertura de relaciones con China, así como algunos acuerdos notables de control de armas. Pero varias de sus iniciativas fracasaron: Vietnam fue un error costoso, a pesar de algunos éxitos temporales en las negociaciones; la administración calculó mal las necesidades de Sadat en 1973 y siguió la guerra; los esfuerzos de Nixon por asegurar la “autonomía” de Bangladesh fue rechazado por la primera ministra de India, Indira Gandhi; y los acuerdos de control de armas de Nixon fueron socavados por el efecto de Watergate. Además, la política de “Una China” y el énfasis en las demostraciones de fuerza eran políticas de Eisenhower, con la diferencia entre Nixon y Eisenhower que se señala en la historia: Eisenhower sacó a Estados Unidos de Corea con un trato favorable y duradero. Claro que él, Kissinger, estuvo ahí. De la cuestión de Chile y la postura de Estados Unidos, por ejemplo, en ese país de América Latina en 1973 mejor no hablamos... y esto es lo que piensa Kissinger: que mejor no habla de esto.

Kissinger dice que Sadat representa la estrategia de la “trascendencia”, en el sentido de que trascendió el patrón de la ideología del nacionalismo árabe y otros factores al alcanzar un acuerdo de paz con Israel. Kissinger detalla el ascenso al poder de Sadat desde sus humildes comienzos, su ideología nacionalista, su voluntad de acero y sus audaces iniciativas. Explica la cuidadosa planificación e implementación por parte de Sadat de una agenda diplomática y militar que condujo a la retirada de Israel de la península del Sinaí, una valiosa alianza entre Egipto y Estados Unidos y una nueva realidad en Oriente Medio a través de los Acuerdos de Camp David, que rompía con el manejo soviético de Egipto en sus estrategias, y era una pieza clave para establecer nuevas doctrinas para la región por parte de Estados Unidos.

Kissinger afirma que Sadat, cuando lanzó el ataque de 1973 contra Israel antes de la iniciativa de paz, tenía la intención de “transformar la situación psicológicamente para lograr una paz sostenible”. Ese puede haber sido uno de los resultados anticipados de Sadat, pero la evidencia presta poco apoyo a la idea de que Sadat no tenía la intención de ganar militarmente en 1973.

Para Kissinger, Lee Kuan Yew, que se desempeñó como primer ministro de Singapur de 1959 a 1990, representa la estrategia de la “excelencia”. Lee confió en la "mejor" solución para cada problema, transformando a Singapur de un pequeño puerto étnicamente segregado, corrupto e intrascendente en una nación integrada, ordenada, rica e importante.

Lee anunció que la ciudad-estado representaba lo mejor en los servicios que buscaba brindar, insistiendo en que sus ciudadanos étnicamente diversos trabajaran juntos por el bien común. Brindó a su pueblo un alto nivel de apoyo social y enfrentó las amenazas planteadas por Malaya e Indonesia. Evitó ingeniosamente el conflicto sobre cuál de los cuatro idiomas en uso sería el idioma "nacional" al designar los cuatro, lo que permitió que el inglés emergiera como dominante en función de la elección. Kissinger cuenta cómo Lee siguió demostrando liderazgo después de renunciar como primer ministro. Escribió y habló públicamente sobre su enfoque de gobierno y sobre asuntos internacionales, especialmente sobre la importancia de la relación entre Estados Unidos y China. Predijo la tensión que siguió al ascenso de China.

Kissinger cuando habla de Thatcher quiere resaltar la "convicción", y se refiere a ella como una querida amiga; aunque obvia las tensiones sociales que son su legado, y no debería porque son un elemento central en su asalto al poder. El tipo de políticas de libre mercado que introdujo anunciaron un individualismo asocial que sigue siendo una contradicción para los conservadores de viejo cuño, que en muchos aspectos era ella. Sin embargo, decide centrarse en las Malvinas/Falkland, en su postura ante la segunda parte de la Guerra Fría que gestionó desde el Reino Unido (y ganándose el apoyo de "Dama de Hierro" por parte del bloque del pacto de Varsovia y del COMECON), además de su gestión del IRA. Apoyó la decisión de George HW Bush de expulsar a Saddam Hussein de Kuwait. Y lideró la lucha contra el terrorismo. Su determinación le sirvió bien hasta que su resistencia a las participaciones europeas de Gran Bretaña la llevó a perder el apoyo dentro de su propio partido.

El retrato sobre el que incide, porque le interesa, y realmente lo está anticipando para el futuro, de los seis analizados, es el de de Gaulle. Se muestra un claro elemento vital del liderazgo, que es la confianza en uno mismo, sin importar las circunstancias, aunque sean las menos propicias. Cuando de Gaulle se nombró a sí mismo líder de la Francia Libre, sólo había tenido una experiencia política de quince días como viceministro de Defensa, y apenas era conocido en Londres, más allá de quienes leían las aportaciones que había hecho de Gaulle para transformar Francia en un sujeto capaz de imponerse en la venidera confrontación, con las correspondientes transformaciones que el establishment francés no quiso aplicar (porque no le convenía, mientras el Reich lo hizo... y funcionó dejando en un absurdo monumental la línea Maginot; los muros contienen a los que están dentro de ellos para beneficio de quien los hace construir, de la misma manera que ver en el mar un muro no se ajusta a la realidad: son caminos que hay que asaltar, igual que los muros... o serás asaltado por los que están al otro lado del muro). En fin, de Gaulle se dedicó en Londres a establecer un gobierno en el exilio, que era a todos los efectos, él.

Charles de Gaulle

Enfadó a todos los aliados que conoció, ante todo a Franklin Roosevelt así como a Winston Churchill y, sin embargo, por pura determinación y por negarse a aceptar la debilidad de su posición, se convirtió precisamente por todo esto en la figura de la liberación francesa.

Tras el desembarco del Día D pronunció un discurso en la plaza principal de Bayeux dirigiéndose a la multitud como si todos fueran miembros de la resistencia francesa (y él sabía perfectamente que no era así, pero se trataba de construir su asalto al poder de manera definitiva tendiendo una mano condicionada a los que le ignoraron, apoyaron al nazi-fascismo y ahora podían confiar en ese hombre que les señaló los defectos y con ello sus intereses). De Gaulle no tuvo rebozo en celebrar el esfuerzo bélico francés y sin mencionar siquiera a las tropas británicas y estadounidenses que habían sufrido terribles bajas luchando por llegar precisamente a ese lugar, y con ello trasladaba realmente el mensaje de apoyo a sus intereses en la pugna por la hegemonía que se estaba desatando para que lo aupasen al poder... pero realmente no se tocó lo que hizo caer a Francia, y esta fue barrida por Estados Unidos, aunque todavía Francia no se quiere enterar, porque no le conviene.

De Gaulle creó una realidad política, escribe Kissinger, "por pura fuerza de voluntad". Kissinger admira el descaro de de Gaulle, y su arte de gobernar, que es esto último lo que más le inspira respeto: "En cada una de las principales cuestiones estratégicas a las que se enfrentaron Francia y Europa durante no menos de tres décadas, y en contra de un consenso abrumador, de Gaulle juzgó correctamente". Y con ello está dejando su testamento estratégico Kissinger para quien lo quiera ver, pero a una escala global. De Gaulle ilustra el valor de la voluntad. Y es el auténtico elemento central de su libro, donde el que verdaderamente resulta "un cuerpo extraño" es Nixon, y es algo que se nota.

De modo que Kissinger destaca la voluntad, convicción, excelencia, trascendencia, equilibrio y humildad.

Sostiene que sus sujetos ejemplifican el paso del liderazgo "aristocrático" de los siglos XVIII y XIX -los cosmopolitas Castlereaghs y Metternichs- al tipo "meritocrático" del siglo XX. Todos los líderes de Kissinger no nacieron en la nobleza internacional, sino en circunstancias modestas y de arraigo nacional, y ascendieron por sus propios méritos a través de instituciones como las universidades y las academias militares que hicieron posible tales trayectorias. En consecuencia, todos estaban marcados, según él, por valores orgullosamente de clase media como la disciplina, la superación, la caridad, el patriotismo, la fe en sí mismos y (con la excepción de Lee) la devoción religiosa, que les permitieron estar a la altura de las difíciles circunstancias que heredaron al llegar al poder.

Otro aspecto muy interesante del libro de Kissinger es que él señala los rasgos comunes arraigados en las trayectorias de los seis individuos de estudio: la sinceridad y la franqueza sobre las verdades duras, la audacia y la voluntad de ser divisivos ("no se esforzaron por, ni esperaron, el consenso"). Todos ellos, argumenta, sintetizaron los dos modos fundamentales de liderazgo: el "estadista" (pragmático y directivo) y el "profeta" (visionario y transformador). Para Kissinger, los buenos líderes tienen una profunda apreciación del pasado y la capacidad de imaginar futuros posibles. Algunos líderes son profetas que, según Kissinger, ven el presente "menos desde la perspectiva de lo posible que desde una visión de lo imperativo". El otro tipo, los estadistas, gestionan el cambio pero son conservadores en el sentido más antiguo de preservar lo que es el núcleo de su sociedad. Dado que Kissinger sitúa a Robespierre y a Lenin en el primer campo y a Metternich y a Franklin Delano Roosevelt en el segundo.

Termina con una nota pesimista. No está claro de dónde va a salir un liderazgo bueno y eficaz. Las élites democráticas parecen desvinculadas de sus propias sociedades y no están dispuestas a asumir la responsabilidad de los problemas del mundo. El orden mundial, advierte, se está viendo sacudido por el "desmoronamiento de regiones enteras" y "el antagonismo cada vez más intenso de las grandes potencias con pretensiones de legitimidad contrapuestas".

Kissinger sabe leer El Príncipe, de Maquiavelo

Aunque Maquiavelo puede ser tomado por un realista, lo cierto es que un realista a su propia manera, y destaca por anhelar la resurrección de la república romana, a su propia manera en los Discursos a partir de Tito Livio, o reflexiona en el Arte de la Guerra dónde estaría la fortaleza y cómo se podría recuperar en términos militares con el espejo puesto en Roma. Realmente, un realista aprende mucho más de Guicciardini que de Maquiavelo, incluido El Príncipe, uno de los textos más malinterpretados en términos generales, aunque aquí Kissinger sí lo lee, y lo hace correctamente, sólo que no nos lo dice. Maurizio Viroli nos lo resume perfectamente en "Redeeming The Prince: The Meaning of Machiavelli's Masterpiece", cuando dice:

"Maquiavelo escribió El Príncipe para diseñar e invocar un redentor de Italia capaz de crear, con la ayuda de Dios, un orden político nuevo y bueno, alcanzando así la gloria perenne. La teoría, y el mito, del redentor es, en mi opinión, el valor perdurable del pequeño libro de Maquiavelo."

El libro comienza con una afirmación muy seca y se cierra con un último capítulo muy retórico que termina con una cita de un poema patriótico en italiano. En esta obra, Maquiavelo es tanto un investigador o un maestro como un consejero, cuando no un predicador. El Príncipe es un libro con una superficie tradicional con un centro revolucionario en el sentido preciso de un hombre que rompe la ley, las leyes en su conjunto, para sustituirla por una nueva ley que cree mejor que la antigua.

Estamos, pues, ante una "Exhortación", que es una pieza de retórica política que culmina una oración en un sentido religioso y de larga data cuyo propósito es impulsar la acción. Como tal, es perfecta: no le falta nada. Para motivar a un nuevo príncipe a ser un redentor, Maquiavelo debe describir toda la empresa no sólo como posible sino también como fácil y debe prometer las mayores recompensas posibles. Maquiavelo necesitaba un mito político, pero los mitos, para funcionar, no pueden presentarse en forma de prescripciones detalladas para la acción política.

Es un error aislar la parte central de El Príncipe, con esas enseñanzas generales que Maquiavelo ofrece, por novedosas y desagradables que sean, pueden parecer redimidas si conducen a un consejo particular tan respetable, honorable y loable como el de liberar a Italia de los nuevos bárbaros, los "superestados" occidentales y volcados al mundo más allá del Mediterráneo, al respecto los más destacados: España y Francia, cosa que realmente significa una revolución completa. Requiere en primer lugar y por encima de todo una revolución en el pensamiento sobre el bien y el mal. Los italianos han de aprender que el fin patriótico santifica todos los medios por mucho que sean condenados por las tradiciones más exaltadas tanto filosóficas como religiosas. En la parte final de El Príncipe Maquiavelo menciona allí a Dios tan a menudo como en todos los demás capítulos de El Príncipe juntos. Llama al liberador de Italia un "espíritu" o una suerte de genio italiano; describe la liberación de Italia como una redención divina y sugiere su semejanza con la resurrección de los muertos descrita por Ezequiel; incluso alude a los milagros realizados por Dios en Italia: Roma y Cristo juntos con un nuevo hombre providencial al frente.

Maquiavelo contribuyó a la teoría revolucionaria precisamente con sus ideas sobre el papel de la religión en la fundación de nuevos órdenes políticos. El nacimiento de un nuevo orden político, de hecho, exige, junto a la violencia, la religión, sea esta de la forma que sea, y una forma de cristianismo es fundamental en varios aspectos; junto al poder, la autoridad: la fuerza de las armas y la fuerza de las palabras. Maquiavelo, que se presenta como enemigo acérrimo de las consideraciones religiosas en los asuntos políticos, se vio impulsado a pedir la ayuda divina e incluso la inspiración en los legisladores, al igual que los ilustrados del siglo XVIII, John Adams y Robespierre, por ejemplo. En efecto, los padres fundadores de la Revolución Americana hicieron un sabio uso de las ideas de Maquiavelo sobre la renovación y el renacimiento de los cuerpos políticos, las ideas morales basadas en una forma de cristianismo y la figura de un "hombre providencial" en un contexto de "primus inter pares", Washington, que pasa a ser limitado en sus poderes: es Cayo Julio César, pero sujeto a la República, una idea permanente de Maquiavelo en El Príncipe... y los padres fundadores se aseguraron que la presidencia no sería una monarquía. En la "Exhortación", Maquiavelo afirma que un nuevo príncipe comprometido con la tarea de emancipar a Italia de la dominación extranjera seguramente animaría en el pueblo una devoción y un amor generalizados, y una fuerte voluntad de servir y luchar en el nuevo ejército creado y comandado por el propio príncipe... puesto al servicio de una causa mayor, tal y como los ideales de la Revolución americana plasman y cimientan la figura de, por ejemplo, Franklin D. Roosevelt.

Esto pone en el centro la cuestión del federalismo como motor principal de construcción, algo que ya traté en su momento en este artículo que recomiendo repasar, y que señala la tradición "romana" recibida por Estados Unidos en la esfera republicana y en su misma formación y proyección.

Comparen este apartado con el anterior donde hablo del libro de Kissinger y verán lo que pide, anticipa fruto de las circunstancias Kissinger, a pesar de que el contexto no sea precisamente el mejor, pero precisamente por ello, tal y como señala Maquiavelo, o tal como por ejemplo fue Washington, en los términos maquiavélicos, estamos ante la necesidad de un "redentor".

De todo ello les estoy hablando y les hablaré con mayor detenimiento en esta iniciativa del Instituto Symposium, que pueden consultar haciendo click abajo:

An Initiative from:

LAS HISTORIAS MÁS RECIENTES

Suscribir

Suscríbete a un boletín de noticias semanal que te mostrará las últimas entradas del blog y contenidos exclusivos. Disfrútalo cada martes en tu bandeja de entrada.

Ahora queda la llamada a la acción en este mundo, siguiendo a Kissinger... y a Maquiavelo.