El Trazo de Kalamos para el viernes 20 de mayo de 2022 (y fin de semana): Washington, Caracas y La Habana. Recalibrado de las relaciones y el ejemplo de las contradicciones en las Relaciones Internacionales
Llegamos al viernes y encaramos el fin de semana, momento en que desde el Instituto Symposium publicaremos un nuevo documento relacionado con los Derechos Humanos y el cine.
Pero antes, pasemos al comentario de hoy. La Casa Blanca ha pasado a anunciar el martes 17 de mayo de 2022 un paquete de medidas con la finalidad de suavizar las sanciones y pasos encaminados a aislar a Cuba y Venezuela.
Recordemos que las últimas medidas de Trump contra Cuba, que incluían límites al envío de remesas de dólares por parte de los expatriados, la suspensión de las reagrupaciones familiares y la reducción al mínimo de las conexiones aéreas con la isla, quedaron suspendidas.
Se permitirá a Caracas reanudar las actividades de extracción y comercialización de crudo junto con la estadounidense Chevron, la última gran compañía petrolera estadounidense que cuenta con operaciones de carácter significativo en Venezuela. Según las sanciones actuales, Chevron tiene prohibido hacer negocios con el gobierno venezolano y solo puede realizar trabajos de mantenimiento esenciales en el país. Es decir, a Chevron se le pasaría a otorgar una licencia que solo le permitiría discutir actividades futuras con funcionarios venezolanos y que tales actividades no generarían ningún ingreso para el gobierno de Maduro.
El Tesoro de Estados Unidos también eliminará las sanciones contra Carlos Eric Malpica, un ex funcionario petrolero estatal venezolano y sobrino de la primera dama, Cilia Flores. Según parece, la administración de Biden habría accedido al alivio de las sanciones a petición específica de la oposición venezolana, y según parece la solicitud provino directamente del presidente Maduro.
Estas concesiones respecto a las sanciones son la continuación de un viaje inusual de altos funcionarios de la administración de Biden a Caracas el pasado mes de marzo de 2022, que condujo a la liberación de dos prisioneros estadounidenses retenidos por el gobierno de Maduro. Ocho ciudadanos estadounidenses más permanecen presos en Venezuela.
La vicepresidenta ejecutiva de Venezuela, Delcy Rodríguez, matiza que el acuerdo respecto a las sanciones tiene un calado más amplio que lo anunciado por la Casa Blanca y permitiría que las compañías petroleras extranjeras que reinicien sus operaciones en Venezuela, que cuenta con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, país que ha sido durante mucho tiempo una potencia en los mercados petroleros internacionales. Pero en los últimos años su producción de petróleo se desplomó bajo el peso de las deudas, la corrupción, la mala gestión y, finalmente, las sanciones estadounidenses en 2019.
De todas formas, los yacimientos petrolíferos y las refinerías del país están en mal estado y les vendría muy bien el apoyo técnico de empresas occidentales, norteamericanas y europeas. En un tiempo muy estrechamente vinculada a las compañías energéticas estadounidenses, Venezuela ahora depende del apoyo financiero y de otro tipo de Rusia, China e Irán.
El contacto de la Casa Blanca con Maduro en marzo pasado fue criticado tanto por destacados republicanos y demócratas en el Congreso, quienes argumentaron que la medida otorgaba legitimidad a uno de los gobiernos más autoritarios del hemisferio occidental.
El mismo martes 17 de mayo de 2022, el representante Michael McCaul de Texas, el principal republicano en el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, atacó las últimas concesiones y dijo que la administración de Biden había “decidido capitular” ante el gobierno corrupto y represivo de Maduro. Recordemos que la Casa Blanca renovaba hace unos meses el decreto que define a Venezuela como una amenaza a la seguridad nacional, mientras se avecinan las elecciones de mitad de mandato y parte de la esfera republicana (y parte de la demócrata) han lanzado una ofensiva contra el posible suavizamiento del acercamiento a Venezuela por los contactos que en el mes de marzo se dieron entre Washington y Caracas.
No obstante, Venezuela, al igual que otros socios dependientes en un grado u otro de Moscú en América Latina, en una fase de transición hacia el eclipse de Rusia en favor de China (Cuba, Bolivia, Nicaragua, más El Salvador), tras culpar a la OTAN de las tensiones en Europa, se mostraban en marzo reacios a emitir una condena de la agresión rusa contra Ucrania. A los que Caracas sumaba los agravios por los ejercicios conjuntos Estados Unidos con Colombia en aguas del Caribe, que la retórica de una Guerra Fría que Rusia ha enterrado y transformado en otra cosa que no tiene que ver son tildados de "exhibición imperialista de la OTAN".
Esto no ha sido óbice, ni mucho menos, para que Caracas haya dispuesto la liberación de algunos ciudadanos estadounidenses detenidos en países del Caribe, incluido un ex ejecutivo de Citgo (filial estadounidense de Petróleos de Venezuela, S.A., la compañía petrolera nacional de Venezuela).
La opción de Biden reabriría entonces la producción. La licencia especial a Chevron también podría abrir la puerta a la concesión de las tan esperadas autorizaciones de petróleo por deuda por parte del Tesoro estadounidense a favor de otras empresas internacionales y que ya han dejado patente sus necesidades en este contexto relacionado con las acciones de Rusia, como podrían ser la española Repsol o bien la italiana Eni, en definitiva todas aquellas empresas que mantienen deudas con Estados Unidos debido a las sanciones.
Estamos también ante una de las consecuencias del cierre de las importaciones de petróleo ruso fruto de la guerra de Ucrania, que ha supuesto la nueva orientación con Venezuela, pero Washington pone una condición: la reanudación del diálogo entre el Gobierno de Nicolás Maduro y la oposición, con miras puestas a unas elecciones presidenciales libres y justas, que actualmente están programadas para 2024. Las reuniones, celebradas en México con la mediación de Noruega, se suspendieron tras la extradición a Estados Unidos del empresario con doble nacionalidad, colombiana y venezolana, Alex Saab, un hombre fuerte del ejecutivo chavista acusado de lavado de dinero. Aunque algunos ministros han renovado su petición de liberación de Saab para reiniciar las negociaciones, Maduro sabe que sin las petroleras internacionales, el petróleo de Venezuela no podrá rentabilizarse: en 2016 Venezuela producía alrededor de 2,3 millones de barriles de crudo al día, hasta marzo de 2022 el promedio era de 755.000, rondando más bien los 700.000 barriles diarios, una cuarta parte de las cifras de principios de la década de 2010, como se puede comprobar. La relajación de las sanciones de Estados Unidos y el regreso de las empresas extranjeras, podría implicar que esa cantidad podría aumentar de manera realista en un 50% en al menos unos meses, incluso el doble o el triple.
En lo que se refiere a Cuba, el país presenta una economía totalmente dependiente de países extranjeros, golpeada por el embargo estadounidense de décadas y con sus aliados estratégicos, Venezuela en primer lugar, en crisis o bien con posibilidades limitadas.
Es preciso que hagamos una breve referencia a lo sucedido ahora hace casi un año: las manifestaciones, de un carácter más espontáneo de lo que se ha afirmado por ciertas voces y como ha puesto de manifiesto el tiempo. Tales protestas ilustraban a la perfección las graves dificultades que atraviesa la nueva dirigencia cubana, que se ha revelado, por lo menos hasta el momento, totalmente incapaz de afrontar el progresivo deterioro de las condiciones de vida de la población en la isla.
Es decir, aquel episodio fue más bien una reacción al alto costo de vida, la falta de cubrir necesidades básicas y la emergencia sanitaria vinculada a la pandemia de COVID-19. Como ha quedado patente: no se trataba de derribar el régimen, ni desde dentro del país, ni desde fuera del país. ¿Por qué?
Uno de los principales problemas de Cuba es el déficit de la balanza comercial, que es equivalente a casi el 10% del PIB. Aproximadamente sobre un tercio de las importaciones, en aquel momento de julio de 2021, venía a estar representado por el petróleo, proveniente principalmente de Venezuela que hasta 2014 garantizaba el 90% del combustible consumido en Cuba gracias al acuerdo entre Fidel Castro y Hugo Chávez alcanzado en octubre de 2000. Pero tal statu quo ha cambiado, y muchísimo por las condiciones internacionales. Así que digamos que Cuba empieza a necesitar reponer maquinaria para producción y telecomunicaciones de China, España y Canadá, ante todo y por ese orden. Hasta 2018, las importaciones se equilibraban con la exportación de servicios médicos y educativos (más de la mitad a Venezuela) y el turismo (70% proveniente de Estados Unidos). Y fue en este contexto como alcanzamos las mencionadas restricciones impuestas por la administración del presidente Donald Trump, que amplió el embargo; adicionalmente, las medidas sanitarias internacionales por la epidemia de coronavirus y la crisis venezolana pasaron a llevar al punto de ruptura total y con difícil solución este frágil equilibrio.
A aquello hubo que sumar que el turismo registró una caída de 52,8% en los ingresos en 2020 en comparación con 2019; la producción de azúcar, principal "commodity" exportable, se desplomaba por debajo de los mínimos de principios de siglo y está muy lejos de las 1,2 millones de toneladas métricas estimadas por el gobierno cada cuatro meses. El envío de divisas de los emigrantes, el método preferido para inyectar dólares al país, también cayó estrepitosamente, un 37% en comparación con 2019.
Las consecuencias sociales de tal colapso, junto con un aumento inesperado en los casos de COVID-19, estaban en la raíz del surgimiento de protestas, no vistas en la isla desde el Maleconazo de 1994.
En este sentido, y más allá de lo circunstancial, el colapso de la economía venezolana es particularmente duro para Cuba: el comercio entre ambos países se redujo en un 72% entre 2014 y 2019, un vacío que La Habana no encuentra la forma de reemplazar por la región en estas circunstancias políticas y económicas de otra manera. La prueba más lacerante es el petróleo. Por ejemplo, en junio de 2021 llegaron desde Caracas 35.300 barriles diarios de petróleo, casi la mitad frente a febrero de 2021 y muy lejos de los 105.000 que llegaron como promedio en 2012.
Dentro del marco de la ALBA, el petróleo venezolano fue correspondido con la inteligencia y la asistencia militar (que persiste) y la actividad de los médicos cubanos: entre 2000 y 2018 unos 219.000 de ellos prestaron servicios en Venezuela y medio millón de venezolanos de los barrios más pobres del país se han beneficiado del sistema cubano de salud, pudiendo viajar gratis al archipiélago. Aproximadamente hasta 2014 el acuerdo tuvo grandes resultados desde el punto de vista humanitario, pero era un desastre sin paliativos en el balance económico, y la cosa ha ido a peor; los médicos cubanos representaron para Caracas un costo aproximado del petróleo equivalente a 27 veces el salario de un médico venezolano.
Las pérdidas también incluyeron inversiones: la Comisión bilateral Venezuela-Cuba acordada en 2000 firmó acuerdos por casi 10 mil millones de dólares en inversiones a favor del gobierno cubano, pero algunas posteriormente han tenido que ser reemplazadas con la venta por parte de Caracas de la propiedad de las acciones de la empresa satélite de la petrolera nacional, Petróleos de Venezuela, S.A.
En definitiva, y como ven, la economía cubana se ha visto así muy vinculada al valor internacional del petróleo, a pesar de no ser un país productor de petróleo, y al crecimiento de las empresas venezolanas, que tampoco se han orientado bien, también con Chávez.
El fortalecimiento del bloqueo bajo el presidente Trump ha multiplicado las dificultades de la isla: se impusieron 240 medidas restrictivas, entre ellas, por ejemplo, la prohibición de Western Union de hacer envíos de remesas de dólares a territorio cubano. El canciller Bruno Rodríguez Parrilla argumentó que el bloqueo provocó daños superiores a los 9 mil millones de dólares (10% del PIB) en 2019 y 17 mil millones en los últimos cinco años. Las sanciones impuestas contra la Venezuela de Nicolás Maduro también han afectado indirectamente al archipiélago.
Washington pudo ver el debilitamiento de la posición cubana, que pedía volver al "deshielo" promovido por Barack Obama hasta 2016, sin hacer demasiado esfuerzo, limitándose a apoyar las campañas anticastristas en curso. De nuevo, el escenario de la Guerra de Ucrania ha supuesto también el anuncio de la reapertura de su consulado en La Habana, cerrado en 2017 por la administración de Donald Trump. Al igual que la jugada de Estados Unidos sobre Venezuela es una declaración de intenciones reservada a su entorno geográfico y en particular al Mar Caribe, eje estratégico del que la superpotencia no puede desentenderse, y menos en este escenario, contando con la presencia de China, Rusia e Irán. También es cierto que resulta ser funcional para señalar una aparente alteridad de la administración Biden con respecto a la postura de Trump, algo sobre lo que las posturas del establishment en términos bipartidistas y que cristaliza en el eje de la política federal en Trump (o en quien le sustituya) implica la permanente pugna por detener los planes del presidente Biden que impliquen que los demócratas puedan llevar a cabo sus programas y con ello gozar de una hegemonía por muchas legislaturas.
Uno de los aspectos más interesantes que hemos podido percibir en las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos tiene que ver con la evidencia de que los hispanos son un voto decisivo para el Congreso y la presidencia de Estados Unidos, pero había una tendencia al alza, y ya se ha manifestado: no ha valido de nada los votos y la influencia de los disidentes en Miami, tanto de Cuba como de Venezuela. Es interesante observar cómo el contexto que se está desarrollando desde marzo de 2022 está siendo recibido por la comunidad hispana y en Florida, para lo que recomiendo la lectura de este artículo de POLITICO.
Para sorpresa de algunos, sin embargo veíamos cómo la Casa Blanca ejercía una tibia presión el 12 de julio de 2021, cuando era una ocasión para apretar Estados Unidos no apreta. ¿Por qué? Porque quería, y quiere, evitar que Cuba se desestabilice de tal forma que implique un eventual éxodo cubano hacia Florida y otros territorios en el Caribe y que acabe repercutiendo sobre la frontera estadounidense, cosa que además agravaría la ya de por sí grave crisis migratoria en el hemisferio, con Biden siendo cuestionado por su actitud laxa y con elecciones de mitad de mandato este año 2022, con una situación muy complicada en varios frentes, y con Donald Trump buscando la rendija para que haya un sólo mandato demócrata, junto con aquellos que financiaron su campaña desde diferentes perspectivas y procedencias (o bien quien sustituya a Trump, un trumpismo sin Trump, llegado el caso: habrá que estar atentos a las acciones de Peter Thiel, entre otros, para comprender cómo puede evolucionar ese pensamiento). Así, el cierre del consulado de Estados Unidos en La Habana y, sobre todo, el bloqueo impuesto a las remesas han llevado a muchos cubanos a intentar emigrar a través de México o a solicitar visados en la embajada de Guyana. La lógica de Biden sería, por consiguiente, comprometerse directamente con los ciudadanos cubanos, y no con su gobierno como hizo Obama, para forzar el cambio político en la isla.
Volviendo a centrarnos en Cuba, para hacer frente a la crisis, el gobierno de Díaz-Canel recurrió a fuertes medidas, para lo que modificó la histórica política bimonetaria en 2020 y prohibió el uso del dólar estadounidense para operaciones locales en 2021. Una pequeña liberalización contrastó con un aumento de los salarios de casi el 500% en enero de 2021. Sin embargo, el aumento de la oferta monetaria en pesos acompañado de la contracción de la producción y el déficit fiscal han producido un fenómeno casi desconocido en la isla: la inflación, que pasó a alimentar el descontento en aquel contexto de 2021. Las esperanzas de recuperación expresadas en los documentos del último congreso del Partido Comunista giraban en torno a un nuevo deshielo en las relaciones con Estados Unidos, la reanudación del turismo internacional y el aumento de los precios de las materias primas.
Todas estas variables son independientes de los planes y voluntad de La Habana, y en aquel momento de 2021 ninguna se cumplió, mientras ahora percibimos ciertos cambios. Para Cuba, y pensando en el medio plazo, independientemente de lo sucedido el régimen va a tener que hacer concesiones de naturaleza política que vayan entre las opciones de o bien la reducción del control estatal sobre la vida cotidiana, o bien la promesa de elevar el nivel de vida, pero sin socavar la centralización del poder, como en China y Vietnam.
En algún momento, y esto Washington es consciente de ello, lo mismo que debería serlo La Habana, Cuba tendrá que aflojar los lazos con los aliados regionales, y centrarse con urgencia en los extra-hemisféricos, con el objetivo de asegurar la supervivencia del sistema actual, a pesar de que puede hallar un aliado interesado en el México de López Obrador. Un fenómeno que ya se vislumbra, y que apunta hacia la Unión Europea, entre otros, incluso recientemente trata de hacerlo con Turquía, o muestra su disposición hacia el Reino Unido. Pero debe destacarse que los hechos más significativos conciernen a las principales potencias rivales de Estados Unidos: Rusia en 2014 perdonó el 90% de la deuda cubana, equivalente a 35 mil millones de dólares; China había hecho lo mismo en 2011, cancelando totalmente la deuda de 6.000 millones que Cuba tenía con la República Popular. Entre 2014 y 2019 Moscú duplicó con creces su presencia en la economía cubana y Beijing se consolidó como el segundo socio comercial más grande después de Venezuela, expresando especial interés en la capacidad de producción de vacunas de la industria química local.
Sin embargo, ni Rusia ni China están dispuestas a comprar los servicios que Cuba puede ofrecer (medicina y educación), y menos al precio que ha venido pagando Caracas.
El dossier cubano es muy importante en la geopolítica del continente americano por el valor que tiene para Estados Unidos; el costo de apoyar a Cuba en clave anti-estadounidense es, por ahora (veremos en un futuro para Rusia y China, y más con la competencia entre sobre todo, Beijing y Washington por América Latina y la Antártida), más alto que los beneficios que podrían derivarse de ello. A pesar de la fuerte dependencia externa, la situación actual en Cuba es sin embargo muy diferente a la del siglo XX. En la década de 1980, el 72% del comercio dependía directamente de la URSS. La implosión soviética abrió el famoso Período Especial, en el que el régimen resistió gracias al carisma y el ingenio de los Castro a pesar del hambre desenfrenada en todo el país. Hoy La Habana ha diversificado sus fuentes de abastecimiento; el aliado estratégico venezolano representa solo el 17% del comercio cubano, seguido de China, España, México y Canadá.
De modo que la relajación en la presión contra los dos principales rivales hemisféricos de Estados Unidos parece insinuar la línea elegida por la administración Biden sobre América Latina. De hecho, desde su toma de posesión, se esperan señales del deshielo prometido durante la campaña electoral por el presidente Joe Biden.
El aspecto más relevante, como se desprende de lo que he explicado, se refiere a Venezuela, que se halla de facto bajo un embargo petrolero desde 2019 que también pone en peligro los activos estadounidenses e internacionales en el país. Sin ir más lejos, Chevron cuenta con cuatro empresas conjuntas con la estatal Petróleos de Venezuela S.A., que antes de la prohibición del Tesoro producían alrededor de unos 200.000 barriles de petróleo al día.
En cambio, la flexibilización de las restricciones contra Cuba responde a necesidades internas: el cumplimiento de las promesas electorales y la reducción de la presión migratoria hacia Estados Unidos, el talón de Aquiles de la administración Biden en el período previo a las elecciones de mitad de mandato, y que necesita mantener el control del Senado, con implicaciones muy importantes, como señalé en este Trazo de Kalamos reciente.
La serie de anuncios, por último, se produce en medio de la polémica desatada por la intención de Washington de excluir a Cuba, Nicaragua y Venezuela de la Cumbre de las Américas prevista para el 6 de junio en Los Ángeles. México, Bolivia, Honduras y 14 países del Caribe han anunciado que boicotearán la cumbre si no están presentes todos los países del continente. Una amenaza que ha puesto en aprietos a la Casa Blanca, que esperaba poder mostrar al mundo una declaración continental contra la invasión rusa de Ucrania y un liderazgo renovado sobre el llamado "patio trasero" a cambio de la participación de los países latinoamericanos en Build Back Better World, el gran proyecto de cooperación post pandémico que pretende ser una alternativa a las nuevas rutas de la seda, y que busca sinergias con la Unión Europea, entre otros agentes. No obstante, las posiciones se definen, y Rodrigo Chaves rompe el acuerdo de cooperación que Costa Rica tenía con Cuba.
De momento es todo. Recuerden que este fin de semana publicaremos una nueva entrega de nuestra serie sobre Derechos Humanos y cine. Les dejo con Buena Vista Social Club, evocando por ejemplo, a Cuba. Con imágenes del documental dirigido por Wim Wenders, Buena Vista Social Club (Wim Wenders, 1999):