Buenos días,
El pasado 6 de febrero de 2022 Xinhua hacía público que China y Argentina habían rubricado un Memorando de Entendimiento (MoU) sobre la Iniciativa de la Franja y la Ruta, según un comunicado conjunto emitido el domingo después de una reunión entre el presidente chino, Xi Jinping, y su homólogo argentino, Alberto Fernández, y en el contexto del establecimiento de los 50 años de relaciones diplomáticas entre ambos países.
Se nos informa que las dos partes establecieron un marco para el desarrollo sostenible y la cooperación económica inclusiva, a fin de promover aún más acciones y proyectos para profundizar, innovar y diversificar sus relaciones económicas y mejorar la conectividad regional.
Adicionalmente, estudiaron la cooperación comercial bilateral y acordaron continuar expandiendo el comercio, mejorar el apoyo financiero para el acuerdo de exportación de China a Argentina y alentar activamente la diversificación comercial.
Ambos países reafirmaron su compromiso de acelerar la finalización de las negociaciones sobre los acuerdos de inspección y cuarentena existentes y convocar reuniones técnicas para lograr tales objetivos.
Subrayaron la importancia de fortalecer las consultas institucionales para promover oportunidades comerciales que beneficien a ambos países, y añadieron que en el contexto de la COVID-19, ambas partes utilizarán consultas por videoconferencia cuando sea necesario para lograr resultados, a fin de facilitar el comercio sin trabas.
Con base en sus respectivos intereses y leyes nacionales, ambas partes acordaron promover activamente la inversión bilateral, expandir la complementariedad económica y buscar nuevas oportunidades económicas. El comunicado agregó que acordaron impulsar el desarrollo sostenible verde y la inversión y cooperación en la economía digital.
También expresaron su satisfacción con el quinto diálogo estratégico para la cooperación y coordinación económica entre China y Argentina, que se llevó a cabo recientemente.
La reunión delineó el marco de los principales proyectos de inversión en construcción de infraestructura en Argentina, discutió la posibilidad de expandir la participación localizada en proyectos de inversión de infraestructura e identificó áreas clave para la cooperación de inversión para expandir las exportaciones de Argentina, la sostenibilidad del desarrollo saliente, el crecimiento de la productividad y la creación de empleo.
Argentina se convierte de esta forma en el país Iberoamericano más importante en unirse a la Belt and Road Initiative. Tiene valor simbólico el documento firmado durante la visita del presidente Alberto Fernández a Beijing, así como el reconocimiento chino de las reclamaciones de Buenos Aires sobre las Islas Malvinas/Islas Falkland (bajo control británico desde 1833, y del que este año se conmemoran los 40 años del conflicto de las Malvinas, con el lanzamiento por parte del Gobierno Nacional argentino de la "Agenda Malvinas 40 años"); y, por su parte, el reconocimiento argentino de la política de "una sola China” (negando la soberanía de Taiwán).
Estamos, ante todo, presenciando de una forma paradigmática la creciente capacidad de China para combinar el componente político-diplomático con la penetración económica en la parte centro-sur del hemisferio occidental, proyectándose hacia la Antártida.
Las consecuencias prácticas pueden ser de dos tipos, de las cuales sólo una es del agrado del actual gobierno peronista, siendo la otra la captura de Argentina de acuerdo con la trampa de deuda de China aplicada en África, Europa, Asia y de lo que hablamos aquí.
El presidente de Argentina anunciaba en Twitter que las inversiones chinas en Argentina aumentarán en más de 23.000 millones de dólares.
El medio Infobae no tardaba en hacerse eco de un anuncio similar del entonces presidente Néstor Kirchner:
En la hemeroteca del diario El País podemos hallar un relato más detallado de los hechos y el contexto.
Bastantes cosas han cambiado desde 2004 hasta ahora en cuanto a China y la geopolítica, y esto es un dato que se pasa por alto. De hecho, desde hace un tiempo, las relaciones entre China y Argentina ya no se basan únicamente en intercambios comerciales, sino que contemplan la participación de empresas de Beijing en la construcción de infraestructuras y obras estratégicas, algo que irá a más apuntando en el contexto de la Revolución Industrial 4.0.
Pero resulta muy poco probable que el aumento de las actividades chinas en uno de los países más importantes de su hemisferio pase desapercibido a los ojos de Estados Unidos, y más con el contexto de las próximas elecciones del 2 de octubre de 2022 en Brasil, con un pulso entre Lula y Bolsonaro y con la definición de Brasil como pivote de contención a China, con capacidad de arrastrar a Argentina... o bien, de usar a Argentina China para condicionar al coloso, que es Brasil.
Washington, que ya presenció con preocupación la creación de una base espacial operada por las Fuerzas Armadas de Beijing en la Patagonia y el interés chino en la creación de un hub logístico en Ushuaia. La cooperación espacial entre China e Iberoamérica se remonta en veinte años a la expansión de las relaciones diplomáticas, dando inicio precisamente en Brasil en la década de 1980, cuando Beijing está en los albores de la apertura económica que alimentará su auge y los países iberoamericanos se hallaban inmersos en un proceso de democratización y todavía no buscan alternativas geopolíticas a Estados Unidos. La República Popular de China resulta indiferente a las orientaciones ideológicas de sus miembros: el pacto de cooperación técnico-científico con Argentina mencionado en el acuerdo de 2014 sobre la estación terrestre de Neuquén data de 1980, cuando gobernaba Buenos Aires una dictadura militar anticomunista, y esto lo dice todo respecto a la naturaleza de las partes.
De hecho, el espacio y el medio ambiente cuentan con la particularidad de ser un tema aparentemente neutral sobre el que construir acuerdos que vayan más allá de los bloques que sobrevivieron a la Guerra Fría, y resulta ser una de las formas de hacer saltar por los aires lo que queda de las estructuras de la Guerra Fría, paradójicamente, pues fueron los anglosajones los que dieron impulso a estas iniciativas. La búsqueda de intereses nacionales y las desviaciones de alianzas pueden ocultarse detrás de propósitos científicos. En algunos casos con el consentimiento tácito del líder, si la colaboración de uno de sus subordinados con el rival puede revelar detalles sobre las habilidades técnicas de este último. La base china en Argentina, país satélite de Estados Unidos, no es uno de esos casos.
Tenemos que remontarnos a la época de Margaret Thatcher como primera ministra del Reino Unido para ver que fue, junto a Ronald Reagan, la dupla que impulsó de una manera destacada el ahora ineludible IPCC o Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático o también, Panel Intergubernamental del Cambio Climático, fundado en 1988 y con sede central en Ginebra. Hay que tener muy presente el discurso de Margaret Thatcher del 9 noviembre de 1989 en sede de Naciones Unidas, y que aconsejo repasar. Lo relevante, precisamente, es lo que han señalado con mucho acierto muchos activistas, y es que su política de desregulación causó un enorme impacto medioambiental, por mucho que hablase de calentamiento global, lluvia ácida y contaminación ambiental.
No obstante, el legado de Thatcher fue continuado por John Major cuando alcanzó el puesto de primer ministro, al adoptar en 1994 la estrategia de desarrollo sostenible que tenía que ir dirigida hacia el respeto de los compromisos de la Cumbre de Río de Janeiro de 1992. A pesar de todo, la fractura interna en el seno del partido conservador acabó por dañar tales ambiciones. Los gobiernos laboristas trabajaron por permitir la adopción del primer mercado europeo del carbono para 2005 y respetaron el Protocolo de Kioto, aunque Tony Blair admite al poco de dejar el 10 de Downing Street que personalmente podría haber hecho bastante más como primer ministro para tratar de reducir la exposición a la amenaza del cambio climático.
Hoy en día el Reino Unido hace en términos generales una buena política climática y energética. Es, como decimos, uno de los grandes caballos de batalla planteados para lo que nos falta para el primer tercio, aproximadamente, del siglo XXI. Entre 1990 y 2018 el país ha reducido las emisiones de gases de efecto invernadero en alrededor del 44% gracias a una estrategia de eliminación rápida del carbón. Al respecto, aconsejo el estudio del documento del Comité sobre el Cambio Climático que aborda el progreso del Reino Unido para 2020, con fecha de 25 de junio de este año.
Estos datos aportados por el Reino Unido arrojan una meritoria participación de la energía nuclear en el origen energético de la potencia dada por el país, y merece destacarse su liderazgo industrial en tecnologías eólicas marinas. Creo que merece la pena recordar cómo España perdió el liderazgo industrial en lo que se refería a la generación fotovoltaica, sirva ello de motivo de reflexión sobre la forma en que se cometen “errores” y las dependencias energéticas que nos obligan a asumir, además de los contratos que perdemos como país. Retomando la cuestión, diremos que el Reino Unido fue el primer país en apuntarse a la neutralidad de carbono en una fecha como el 2050. No obstante, en lo que se refiere al desarrollo de energías renovables y eficiencia energética es muy poco probable que el Reino Unido pueda alcanzar sus objetivos de eficiencia energética, ya que el objetivo de consumo de energía primaria seguramente se podrá alcanzar según sus previsiones, no así el objetivo de consumo final (ver, al respecto, documento de la Comisión Europea donde se especifica). En lo que se refiere a energías renovables estas se han situado en el 11% de la producción nacional de 2018, pero con un objetivo fijado para este año de 2020 del 15%, al respecto aconsejo repasar el documento de eurostat sobre estadísticas de energía renovable.
El pulso Bruselas-Londres/Washington al respecto de esta cuestión también ha de contemplarse desde varias perspectivas, por ejemplo, es evidente, por todo ello, que Bruselas tiene en Londres un temible competidor en la materia de energía y clima, y que ya se manifestó, por ejemplo, durante 2014, con David Cameron de primer ministro, en el contexto de la revisión del paquete europeo de energía y clima, con su presión constante para que la Comisión Europea abandonase el carácter vinculante de los objetivos de desarrollo de energías renovables y eficiencia energética orientados a los Estados miembros (para profundizar, Claude Turmes, Transition énergétique: Une chance pour l’Europe, Les Petits Matins, Paris, 2017).
Queda por definir en esta materia la probable actitud del Reino Unido hacia la política energética y climática de la UE, pero al respecto la forma cómo se resuelvan las negociaciones entre la UE y el Reino Unido nos podrá avanzar algún modelo. No obstante, hay que contar un espíritu, al menos, de competencia y de superar al rival, pues ya hemos mencionado que tanto el Reino Unido como Alemania son competidores, y Ursula von der Leyen ya lo ha fijado como objetivo de su Comisión. De acuerdo con el Centro de Energía Global del Atlantic Council, si la relación es de cooperación y de fortaleza entre ambos lados del Canal de la Mancha, menos cambiarán las cosas. Recomiendo encarecidamente la lectura del documento de dicho organismo para profundizar sobre el particular, titulado: ¿Qué significará el Brexit para los mercados energéticos?[
Hay que mencionar también el artículo de Frédéric Simon, publicado en Euractiv, titulado “La elección del Brexit del Reino Unido explicada: Habrá un voto menos a favor del clima en la UE”. El argumento seguido por Simon es que el Reino Unido es un socio de gran importancia y peso en lo que se refiere a la cuestión del clima y, cuando le ha convenido, ha ejercido su influencia en determinadas zonas de Europa oriental para alcanzar acuerdos con la Europa occidental. No obstante, es preciso señalar que ciertos eurodiputados se muestran partidarios de la imposición de un puesto al carbono para el Reino Unido en la frontera del mercado único, si se produjera un incumplimiento de las normas del sistema de comercio de derechos de emisión de la UE tras el periodo de transición.
Como vemos, la partida tiene varios jugadores, y se debe huir de los simples análisis reduccionistas. Es por esto por lo que Washington tiene ahora otro motivo de preocupación, más allá de ver hacia dónde evolucione la cuestión de seguridad en Europa, que podría empezar a ser preocupante. El acuerdo de deuda alcanzado entre Argentina y el Fondo Monetario Internacional, y por consiguiente, esencialmente con Estados Unidos, poco antes del viaje de Fernández a Beijing prevé un seguimiento continuo por parte de los funcionarios de la institución de Bretton Woods. Estados Unidos tratará de que sea el gancho que tratarán de usar para mantener bajo control a Buenos Aires. Sea como sea, ya es evidente: Estados Unidos arrostra el fin de la doctrina Monroe en partes del continente americano... y otros elementos que lo ponen entre la espada y la pared a la hora de forzarle a negociar. Y recordemos que sin un nuevo Bretton Woods no es posible el crecimiento ni lanzar la Revolución Industrial 4.0, tan necesaria para arrostrar los enormes desafíos compartidos a nivel global y, hasta diría, personal.