Buenos días,
La inflación ha venido para quedarse, y Estados Unidos ha cerrado el 2021 con una tasa de inflación oficial del 7%.
El comentario de hoy se hace desde una perspectiva de análisis de la estrategia de Estados Unidos y lo que nos enseña para Europa. Para abordarlo, he de hacerme eco de un artículo de Elizabeth Popp Berman en la sección de análisis de The Washington Post llamada Monkey Cage.
Estados Unidos no ha experimentado este tipo de inflación en más de una generación. Pero mirar la última vez que lo hizo destaca una dinámica que podemos esperar que regrese: y es que es muy probable que alguien lo use para vender otras políticas. ¿Por qué? Pues por lo que explica Elizabeth Popp Berman en su artículo: porque ya pasó antes en circunstancias muy parecidas y con desafíos geopolíticos y geoeconómicos de primera magnitud, sólo que ahora son en una intensidad aún mayor, y voy a citar literalmente:
"En 1974, Gerald Ford acababa de llegar a la presidencia y quería abordar urgentemente la inflación, que había alcanzado un histórico 10%. Una de sus primeras acciones como presidente fue convocar una "conferencia cumbre" sobre la inflación.
Como parte de este evento, la administración reunió a un amplio grupo de economistas, incluyendo liberales (Kermit Gordon, Walter Heller, John Kenneth Galbraith) y conservadores (Milton Friedman, Herbert Stein), y les encargó que propusieran soluciones.
Los economistas hablaron durante varios días. Entonces, como ahora, no había consenso disciplinario sobre la mejor respuesta a la inflación, y tampoco surgió ningún consenso en la cumbre. Los asistentes admitieron que no podían ponerse de acuerdo sobre cómo detenerla.
Pero en los años anteriores a la reunión, los economistas habían llegado a un consenso sobre una posición política diferente que desafiaba el statu quo. Todos coincidían en que la desregulación económica era una buena idea. En concreto, estaban de acuerdo en que el gobierno debía dejar de controlar los precios y restringir la entrada de nuevos competidores en diversas industrias. La eliminación de estas restricciones, creían, introduciría una competencia beneficiosa que haría bajar los precios.
Cuando Thomas Moore, miembro del Consejo de Asesores Económicos de Nixon y autor de un libro sobre la regulación del transporte de mercancías, presentó en la cumbre una larga lista de objetivos desreguladores, encontró un amplio apoyo. Todos menos dos de los 23 economistas presentes -incluyendo a casi todos los liberales- firmaron el programa, que incluía desde "reducir o eliminar las barreras de entrada al transporte por carretera" hasta "derogar las cuotas de importación de productos lácteos y otros productos agrícolas".
El proyecto de desregulación tardó algunos años en hacerse realidad. Las leyes más importantes, la Ley de Desregulación de las Líneas Aéreas de 1978 y la Ley Staggers de Ferrocarriles y la Ley de Autotransportes de 1980, fueron promulgadas por el presidente Jimmy Carter, no por Ford. Pero fue bajo el mandato de Ford cuando el proyecto desregulador cobró impulso por primera vez, y fue bajo el pretexto de reducir la inflación - por muy poco que ambas cosas estuvieran vinculadas en realidad - que encontró su apertura.
Ahora, al igual que en la década de 1970, el debate se centra en lo que se debe hacer, si es que se debe hacer algo, con respecto a los niveles de inflación. Los economistas no están más de acuerdo sobre cómo responder ahora que entonces.
Y de nuevo, el reto de la inflación está creando una oportunidad política. Es un problema inusualmente abierto a la interpretación, lo que produce un desacuerdo persistente entre los expertos. Esto ofrece una oportunidad potencial para que los "empresarios de la política" -personas que quieren defender una causa o idea política concreta- impulsen cambios que podrían ser o no buenas ideas de forma independiente, y que sólo están relacionados de forma relativamente indirecta con la inflación.
En la actualidad, el candidato más probable para este papel es el aumento de la aplicación de la legislación antimonopolio. El gobierno de Biden ya apoyaba una fuerte defensa de la competencia, que podría al menos impedir de forma plausible que las empresas de sectores concentrados como el de la carne y el petróleo subieran los precios. El presidente Biden ha planteado estas ideas mientras trabaja para articular una respuesta clara a un problema emergente.
A corto plazo, no está claro si el antimonopolio se venderá con éxito como una solución a la inflación. Aunque los economistas están cada vez más convencidos de que el poder del mercado es un problema, su posición sobre el antimonopolio no está ni de lejos tan unificada como la de sus predecesores sobre la desregulación en 1974.
Pero a largo plazo, la inflación podría proporcionar la justificación para que el antimonopolio agresivo - o alguna otra política comparable - gane protagonismo. Los problemas de clara importancia y las soluciones poco claras hacen que sea más fácil abogar por reformas que sólo están vagamente relacionadas. Tales políticas pueden tener beneficios en sus propios términos, pero es la inflación la que proporciona la apertura política."
Si trazamos una analogía con este momento que arrostramos ahora con el de los años 60 y 70 que dieron este tipo de inflación encontramos otro elemento común con Europa. El gasto público aumentaba entonces en Estados Unidos de manera constante, porque el gobierno quería financiar:
A/ La expansión del estado de bienestar;
B/ La Guerra de Vietnam; y,
C/ Garantizar el pleno empleo, como pilar de la igualdad y del sistema de consumo de masas.
En mayo de 1971, el gobierno de Alemania Occidental anunció que abandonaría el vínculo entre el marco alemán y el dólar estadounidense. Esta decisión "ejercerá una presión saludable sobre nuestros socios para que acuerden una política de estabilidad común", dijo un representante del Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania Occidental en ese momento. La República Federal de Alemania perseguía protegerse de los efectos de la política financiera expansiva estadounidense y garantizar la estabilidad de precios. En agosto de 1971, ahora ha hecho 50 años, y como consecuencia de la acción de la República Federal de Alemania, Nixon anunció sorprendentemente el fin de la convertibilidad del dólar estadounidense en oro.
Unos años más tarde, justo en el tiempo en el que hemos hecho la analogía, con el gobierno de Estados Unidos bajo Jimmy Carter, este preparó un nuevo programa coordinado internacionalmente para aumentar el gasto público. Pero el canciller Helmut Schmidt propuso un modesto objetivo de crecimiento de sólo el uno por ciento, que debería lograrse mediante recortes de impuestos en lugar de mediante el gasto público, cosa que sintonizaba con las necesidades de las Corporaciones Occidentales globales, de las cuales unas cuántas eran alemanas. Se suponía que esta política antiinflacionaria protegería la estabilidad del mercado y las exportaciones de la economía alemana, y ayudaría a controlar a Francia e Italia. Esto también empujó a Estados Unidos a tomar un curso deflacionario: en lugar del pleno empleo, la estabilidad de precios se convirtió en el objetivo decisivo. El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Paul Volcker, elevó drásticamente la tasa de interés clave, lo que en 1979 desencadenó una fuerte recesión, el llamado choque de Volcker.
También en Europa, la política alemana se volvió contra las soluciones keynesianas de la crisis. En 1975, el gobierno italiano intentó superar su crisis económica aumentando el gasto público, pero la dependencia del crédito externo se interpuso. Alemania, Estados Unidos, Reino Unido y Francia presionaron a Italia para que aceptara un préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI), que exigía recortes en el presupuesto nacional y la exclusión del Partido Comunista Italiano de cualquier coalición gobernante.
También en 1975 la alta inflación puso en peligro el programa keynesiano del gobierno laborista británico. Alemania se negó nuevamente a apoyar la moneda británica, por lo que en 1976 el gobierno británico se vio obligado a aceptar un préstamo del FMI y recortar el gasto público. Esto supuso el ascenso de Margaret Thatcher y la conquista del poder de la revolución administrativa del neoliberalismo en 1979, 11 años después del momento revolucionario de mai 1968.
Mucho antes de la crisis del euro, Alemania apoyó la austeridad como estrategia para la gestión de crisis en otros países europeos. Incluso entonces los políticos alemanes jugaron sus bazas en clave de entender que cualquier solución de crisis proteccionista, intervencionista estatal e inflacionaria como una amenaza para los mercados abiertos y los precios estables en los que se basó el éxito del modelo exportador alemán.
Esta presión de adaptación sólo llegó a Alemania con retraso. Con la moneda común de la zona del euro, Alemania se vio expuesta a nuevas presiones competitivas en el cambio de milenio, paradójicamente con la República Popular de China, que ha supuesto también ciertos elementos de cooperación en un contexto de transición de hegemonía por parte de los dos motores con capacidad de generar sus propios espacios, aunque Alemania per se no puede hacer absolutamente nada en ningún aspecto, para eso es precisa Francia, Italia, España... y dar forma a la Unión Europea en clave federal con una unión monetaria a la que sumar la unión fiscal y bancaria y los eurobonos, y por el otro lado China y la reconstrucción de su espacio en varios niveles, aspectos estos que también estudiaremos en el Instituto Symposium con detenimiento, pues son absolutamente claves para la correcta comprensión e interpretación de estos tiempos y los que están por venir. A fin de combatir el elevado desempleo sin sobrecargar la competitividad de la industria mediante un mayor gasto público, se ha flexibilizado el mercado laboral rebajando de facto los salarios. Si quiere saber más al respecto, le recomiendo la lectura del tercer documento de análisis de la Coalición Semáforo de Alemania centrada en el Bundesbank.
Los paralelismos son evidentes, pero hay ciertas diferencias que no resultan menores. Es cierto que el Brexit se ha producido, alejándose el Reino Unido de Alemania y de los intereses de una industria como la del automóvil que ha perdido su centralidad en el tablero geopolítico para ganarla de una forma aplastante los semiconductores. Pero no es menos cierto que ahora Francia e Italia comparten una visión de desarrollo. Francia ha lanzado una iniciativa industrial... claro que el camino de la Revolución Industrial 4.0 supone cosas tales como las industrias alemanas con más peso son secundarias, y que anglosajones y franceses ganan en este nuevo escenario que Alemania también estaría tentada de evitar o condicionar para ganar un peso acorde con sus intereses, tal y como ha venido haciendo y ocasionando ciertas ondas expansivas geopolíticas, económicas y sociales que han contribuido, y no poco, en dar forma al neoliberalismo, quedando como beneficiarios China y Alemania, pero arrojando un sólo ganador: China, por sus capacidades, quedando Alemania enredada en una trampa a favor de China por la que se puede poner a Europa en la esfera de dominio absoluto, y sin negociación, de China que cuenta con todas las herramientas plenamente desarrolladas de la Revolución Industrial 4.0.
Es por todo ello, y por la gran competencia que se va a desatar para el dominio global como no hemos visto nunca hasta ahora al forjarse una nueva hegemonía, por lo que Estados Unidos ha emprendido un momento al estilo del lanzado por Hamilton, misma circunstancia que defiende Emmanuel Macron para Europa. El Sistema Americano se basa en tres pilares:
1/ Subvenciones a la Industria naciente
2/ Mejoras internas
3/ Un sistema apropiado de finanzas nacionales
Y por todo ello: salarios más altos, igualdad y pleno empleo. ¿Por qué? Porque con una economía que tiende al coste marginal cero lo determinante es contar con grandes masas que dispongan de dichos medios para consumir a gran escala mediante el desarrollo de la Revolución Industrial 4.0 y todo lo que trae aparejado una revolución industrial hasta el momento, que incluye una revolución verde.
En no pocos sentidos, es el capital privado el que toma la delantera y el que obliga a los poderes públicos a reposicionarse. Incluso de una manera extrema. Voy a poner este ejemplo, que creo que es muy elocuente: ¿Acaso no fue necesario que el Reino Unido se transformase en el Imperio británico para contener y disolver a la Compañía de las Indias Orientales, que había pasado a ser prácticamente un Estado, con sus funcionarios, personal administrativo, ejércitos privados y destrucción de la India, además de apuntar hacia China?
En 1651 Thomas Hobbes publicaba su texto “Leviatán”, un título que hace referencia al libro bíblico de Job, quien en su capítulo 41 habla de Leviatán, un dragón o serpiente marina, con un poder descomunal. El Leviatán de Hobbes puede entenderse, desde una óptica materialista, como una suerte de justificación del Estado absoluto, además de una proposición teórica del contrato social, de forma tal que nos referimos a Leviatán por el Estado. Pero el Estado, tal y como hemos visto, va siempre por detrás del poder económico y financiero, y que cuando este se hace enorme y se capitaliza en forma de empresas con características oligopolísticas y recurre a la gestión de prerrogativas adjudicadas al Estado, como la violencia, etcétera… en ese momento Leviatán se ha encontrado con su rival, también bíblico y también mencionado en el libro de Job. Justo en el capítulo anterior al de Leviatán, en el capítulo 40, la Biblia habla de Behemoth, otro ser tan poderosos como Leviatán, y que de hecho, ambos pelean.
Debido a la capacidad de controlar los recursos estatales mediante la competición electoral, tal y como reflexiona Bobbio, es evidente que “Behemoth” puede imponer su voluntad siempre y cuando Leviatán sea más débil que él, que es el caso y la razón por la que las multinacionales han adquirido esta fuerza. Sólo una solución federal, con un mayor cuerpo estatal en cuanto a potencia, y con capacidad de regular y hacer cumplir la regulado, a la par que atender a los diferentes desafíos que se nos ponen por delante en todos los aspectos, hace que enfrentemos la necesidad de profundizar en la integración política.
Si desea saber más sobre esta última parte, por favor, consulte el siguiente documento.
Con lo que no queda más remedio que impulsar una gran acción federal para Europa, eurobonos para desarrollar las capacidades, el multilateralismo para cooperar con socios estratégicos y reducir conjuntamente las ventajas que tiene tomadas China, que son claves y no son pocas... y Alemania debería pensar en que los brindis al Sol de su documento de coalición están muy bien, pero están mejor si se aplican y buscan un encaje en este sistema... porque ahora quizás no van a tener tan fácil dividir a los anglosajones entre sí, además de dividirlos respecto a los franceses, italianos... ¿y los rusos?
Hasta aquí el Trazo de Kalamos de hoy.