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Hoy hablamos de tecnología. La banda británica de synth pop Eurythmics lanzaba en 1983 el álbum Sweet Dreams, cuya canción Sweet Dreams (Are Made of This) decía en sus primeras estrofas:
Sweet dreams are made of this
Who am I to disagree
I travel the world and the seven seas
Everybody's looking for something
La verdadera competencia entre bloques se empieza a desatar, y mientras en Occidente nos hallamos en la tradicional fase de final de caos, con una guerra que ha de determinar el alcance de la formación de la reacción ante los retadores, conviene que nos centremos en el aspecto clave: de qué están hechos ahora los sueños de construcción de hegemonía, esta vez sí, de alcance global, y que todo el mundo busca. Estamos hablando de algo en lo que el Instituto Symposium ya le hemos dedicado varias piezas de análisis y algunos Trazos de Kalamos.
Hablamos de la nueva Revolución Industrial, de alcance totalmente disruptivo, y con unas capacidades que impresionan en manos de los forjadores de hegemonía. The Economist señala, con total acierto.
Con una Rusia con un liderazgo fuera de tiempo y lugar, y sin ninguna capacidad para jugar las cartas del juego, salvo que se sitúe en un lado u otro de la balanza, y deje de lado su irrealidad, algo que a China ya ha empezado a inquietar de verdad y de lo que hablaremos próximamente, tenemos un auténtico peso pesado, con una potencia descomunal: China.
Tal y como señala el mencionado artículo de The Economist:
"Con gran paciencia estratégica, China está forjando una tecnoesfera autocrática. Utiliza todo tipo de tecnología, desde la inteligencia artificial (IA) hasta los "zero-day exploits", una técnica de hacking, para espiar a sus ciudadanos dentro y fuera del país. El régimen de Beijing también está invirtiendo miles de millones para convertirse en líder mundial en todo tipo de tecnologías, desde la computación cuántica hasta los semiconductores. Y está utilizando la tecnología de la información para difundir sus valores autoritarios por todo el mundo, por ejemplo, vendiendo equipos de vigilancia e intentando cambiar las reglas por las que se rige el ciberespacio."
En efecto, China cuenta con una serie de ventajas dentro de la llamada Revolución Industrial 4.0, ha capturado grandes bolsas demográficas, de recursos de todo tipo y se ha lanzado al dominio absoluto de aquello de lo que están hechos los dulces sueños de dominación hegemónica global, lanzando sus diferentes esfuerzos sobre regiones tan diversas como son Asia Central, el espacio ASEAN, regiones de África, América Latina... y la propia Europa, como gran factor diferencial, dadas las características industriales de Europa (es un sueño que el crecimiento de Europa se haga con la tecnología de China... los datos son dinero y control, además de abrir o cerrar el grifo del crecimiento... y como ya recordó Napoleón, el genio corso, la guerra se hace con tres cosas: oro, oro y oro).
Tal y como eufemísticamente reconoce The Economist, "Mientras que incluso Estados Unidos puede tener dificultades para enfrentarse a China por sí solo". Vamos a ser claros: Estados Unidos no puede enfrentarse con éxito a China en este aspecto, que resulta ser la piedra angular del poder. Es fácil comprender el motivo por el que China está trabajando intensamente en aislar a Estados Unidos, y no es simplemente pagar con la misma moneda a Estados Unidos: se trata de eliminar a una de las partes más destacadas de Occidente, la matriz sobre la que construir algo que pueda discutir a China su hegemonía global en todos los campos en la intensa competencia por la hegemonía global. Varias cosas preocupan a China, y la principal es que Occidente, lejos de lo esperado, presenta tendencias a la unidad, que podrían ir a más... gracias al señor Putin.
La lógica es evidente, aunque nos cueste entenderlo a ciertos países o fuerzas: China cuenta con más capacidades de sumar puntos de dominación hegemónica. Si Estados Unidos se separa y rompe todos los puentes con Europa (y otros socios), entonces Estados Unidos pierde la hegemonía para siempre... con las consecuencias que eso implica. De la Unión Europea ya ni siquiera merece la pena hablar, como para hablar de Francia, Italia o Alemania, individualmente o como alianza entre ellos tres. Si Estados Unidos no cuenta con los medios... Por no hablar de cualquier factor productivo o tecnológico: la presencia de componentes de ambos lados del Atlántico es una constante. Lo único que se puede hacer por parte de la Unión Europea es contar con una estrategia federal que aúne esfuerzos económicos, legislativos, de infraestructura y que permita una mejor negociación con Estados Unidos. Nada más. Por no hablar de la concentración de facto que han llevado a cabo los fondos de inversión, nuevos bancos en esta nueva carrera por la hegemonía. En definitiva, fíjense en la nueva carrera espacial y verán la entente de la Unión Europea, Reino Unido, Estados Unidos, Japón, Australia... y por otro lado, la de China y Rusia. Proyectos en oposición, bloques en oposición. Y así como es arriba es abajo.
De ahí lo que señala The Economist: una alianza de países liberales ampliamente democráticos tiene el peso económico y militar combinado para resistir a China. Juntos, la UE y Estados Unidos representan el 55 % del mercado mundial de tecnología de la información.
Por tal motivo aparece la iniciativa, poco conocida, llamada Consejo de Comercio y Tecnología (Trade and Technology Council, TTC por sus siglas en inglés), forjada entre Estados Unidos y la Unión Europea el año pasado, y que está totalmente enfocada a luchar (y vencer) en esta carrera frenética por la competencia hegemónica global.
El TTC se halla reunido en Saclay, en el área metropolitana de París, tanto ayer como hoy, 15 y 16 de mayo de 2022 para establecer una agenda para los próximos dos años. En una señal de lo que está en juego, la lista de invitados incluye a los secretarios de Estado y Comercio de Estados Unidos.
El TTC puede promover la inversión en tecnologías estratégicas, ayudar a definir dónde la transferencia de tecnología amenaza la seguridad nacional y garantizar que las normas chinas y rusas no dominen la forma en que se usa la tecnología en todo el mundo.
El TTC ya ha actuado y demostrado su utilidad. A las pocas semanas de la invasión rusa de Ucrania, los participantes pudieron coordinar los controles de exportación y las respuestas a las campañas de desinformación, por ejemplo.
Pero también el TTC fue determinante a la hora de impulsar la “Declaración para el Futuro de Internet” (texto íntegro, en tres páginas, consultable aquí), el reciente 28 de abril de 2022, en la que 61 países se comprometieron a garantizar que la esfera de Internet sea “abierta, libre, global interoperable, confiable y segura”, algo que va en la línea que ya señalábamos hace años en el Instituto Symposium en este artículo y en este otro artículo, y que ya ha sido objeto de disputa entre China y Occidente.
La discusión de la Declaración para el Futuro de Internet sobre privacidad y seguridad refleja los pasos que la Unión Europea ha tomado particularmente en los últimos años, incluido el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) y la Ley de Servicios Digitales (DSA), que impondrán mayores obligaciones para que los servicios web eliminen contenido ilegal y prevengan daño a los usuarios. Denuncia el uso de "herramientas o técnicas algorítmicas" para la vigilancia y la opresión, incluidas las tarjetas de puntuación de crédito social, un concepto contra el que la UE ha sopesado legislar después de que se hizo omnipresente en China. Destacan en la lista miembros de diferente tipo y con diferentes actuaciones respecto a Internet, pero la visión de la Casa Blanca va en la línea expresada en la declaración dentro del contexto del evento de lanzamiento de la Declaración para el Futuro de Internet, por parte del Asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, pues éste afirmó que “no se trata… de lo que estamos en contra, se trata de lo que estamos a favor. Se trata de una visión afirmativa”. El primer marco de lo pretendido por la Declaración para el Futuro de Internet debe enmarcarse en las palabras de Tim Wu, un asistente especial de la Casa Blanca que codirige esta iniciativa, en el marco del Foro de Gobernanza de Internet en diciembre de 2021, donde queda claro que el objetivo inmediato de la Declaración para el Futuro de Internet no es China sino, más bien, armonizar y mejorar el comportamiento de las naciones signatarias y aquellas naciones que pueden aspirar de manera realista a unirse.
No obstante, el verdadero desafío para el TTC viene dado por el progreso de no menos de diez grupos de trabajo, lo que permitirá a los funcionarios de ambos lados del Atlántico mantenerse en contacto estrecho y regular sobre todo, desde "estándares tecnológicos" hasta "cadenas de suministro seguras". En última instancia, el objetivo es impulsar áreas como la Inteligencia Artificial, la computación cuántica y la tecnología climática y encontrar un enfoque común para evaluar cuándo la inversión china representa una amenaza para la seguridad, pero con ambiciones mucho mayores.
Es preciso señalar que el TTC cuenta con ciertos escollos, fruto de aproximaciones distintas, pero no por ello excluyentes. En este sentido, la Unión Europea aborda la tecnología como un consumidor, mientras que la visión de Estados Unidos parte de una hegemonía ahora totalmente puesta en cuestión, de modo que debe entenderse que ambas posturas deben fraguar en un sólo aspecto. Como ya he dicho, la posición de la Unión Europea es extremadamente débil, imposible de equipara con la de Estados Unidos, que en el plano tecnológico cuenta con una superioridad incluso mayor que en el plano militar, y ya hemos visto cómo la OTAN muestra la forma en que los desequilibrios pueden crear tensiones. El enfoque como consumidor de la Unión Europea, sin ser un ente federal ni contar con los medios de una forma creíble, más allá de los avances de Francia, muy destacables pero igualmente insignificantes ante el tamaño que representa Estados Unidos (y no olvidemos que Estados Unidos tiene todas las papeletas para perder contra China en este aspecto si actúa sólo o con pocos socios), y como tal, ha optado por convertirse en una superpotencia reguladora, y con tal fin persigue a los gigantes extranjeros por sus presuntos abusos y aprueba leyes destinadas a fomentar la competencia o regular los contenidos, a pesar de las objeciones de las empresas tecnológicas.
La situación en Estados Unidos, con una política federal prácticamente rota y sin consenso sobre cómo regular la tecnología, pero también con una lucha entre los dos grandes partidos que resulta ser paralizante, pues adoptar los planes de Biden podría comportar que los republicanos no viesen la Casa Blanca más que desde la acera del 1600 Pennsylvania Avenue NW de Washington DC (resulta urgente la forma de hallar un consenso interno, y de hallar también un consenso con la Unión Europea, además de Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Japón, Corea del Sur, Taiwán...). Esto hace que en Estados Unidos acabe por ser más probable que intervengan los tribunales y vayan resolviendo, con lo que se puede alargar el enfrentamiento y las divisiones. También cabe señalar que el tratamiento de la privacidad en los sistemas jurídicos de Estados Unidos y la Unión Europea es incompatible, ya que la UE tiende a valorarla más. Resulta preciso señalar que el presidente Joe Biden y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, han hallado en principio un terreno común, pero debería hallar el posible refrendo del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, pues bien puede apoyar este acuerdo entre ambos o bien podría anularlo.
El propósito, precisamente, de las reuniones como la que se está celebrando en Francia ayer y hoy persiguen que Estados Unidos y la UE vean que tienen más que ganar con un frente común en tecnología que con el antagonismo (dominio único de China en la competencia hegemónica por bloques). Otro aspecto que hay que señalar es que el TTC no estará completo hasta que países como Gran Bretaña, Japón y Corea del Sur estén en su seno... las negociaciones por la cuestión de Irlanda de Norte, y el juego geopolítico de Reino Unido en Europa del Este podrían ser uno de los factores que definan el TTC y su éxito, por no hablar de la Mancomunidad que está forjando y que trasciende a Europa per se, pero que la hace completamente indispensable. No obstante, el TTC también ha de acabar por abrirse a las organizaciones: asegurar la cadena de suministro de semiconductores, por ejemplo, será difícil sin la participación de una empresa como puede ser Intel o TSMC o bien Samsung. Algo de lo que hemos hablado en el Trazo de Kalamos hace meses.
El TTC no cuenta con mucho tiempo para hacerse indispensable, y se está haciendo un trabajo muy intenso aprovechando la situación actual. Si el Partido Republicano permanece en su postura y no se halla una solución que satisfaga a todas las partes, el Sr. Trump podría ser reelegido en 2024 (o quien lo sustituya en su pensamiento)... igualmente, resultaría en un completo fracaso si Estados Unidos no comprende las posturas de la Unión Europea y si la Unión Europea no comprende con claridad meridiana esta situación. Cualquiera de estos escenarios, no digamos ya ambos, supondría un refuerzo de China y Rusia, y el principio del fin de Occidente, pues China seguiría adelante, y habiendo superado esta amenaza redoblaría esfuerzos para anular una respuesta de Occidente, que ya sería definitivamente tardía.