Para empezar a abordar este aspecto es necesario que empecemos por prestar atención, aunque sea sucintamente, a la doctrina logística en la época soviética. Para lo cual seguiremos a Donnelly (1988).

La doctrina soviética estaba basada, ante todo, en su experiencia acumulada durante la Segunda Guerra Mundial y sus batallas en la mayor parte de la Gran llanura europea, donde es más ancha. Tras la Segunda Guerra Mundial, y acorde con la doctrina anterior del Imperio ruso, formada en la época de aparición del Zarato con Iván IV el Terrible, la principal amenaza para el pensamiento estratégico ruso-soviético viene de Occidente, de modo que el ejército soviético continuó planificando y ejecutando ejercicios militares ante todo para realizar operaciones en un potencial conflicto bélico en el teatro europeo, en Donnelly (1988, 209).

Gran llanura europea. Fuente.

Cualquier otro eventual conflicto fue valorado como a corto plazo, así que los soviéticos concluyeron que no eran precisos cambios significativos de carácter logístico.

Volviendo a Donnelly (1988, 237), se puede concluir junto a él que, las operaciones logísticas que los soviéticos establecían en su doctrina estaban pensadas para dotar de apoyo al modelo de campo de batalla europeo de alta intensidad. En tal modelo, la logística se gestiona a nivel de Frente y de Ejército para influir en la batalla. Por debajo del nivel del Ejército, las operaciones logísticas se muestran con un carácter rígido y fijo, dejando poco margen o escasa posibilidad de flexibilidad en su aplicación.

¿Qué principios generales seguía la doctrina soviética en cuanto a la logística? Básicamente, tres:

1/ Entrega anticipada;

2/ En ubicación anticipada; y,

3/ Conducida por prioridades.

Esto se manifestaba en el hecho de que los suministros y equipos se vierten del nivel superior hacia el inmediato inferior, como regla general. Es decir, del ejército hacia la división, de la división hacia el regimiento y del regimiento hacia el batallón. Como excepción, se podría saltar un nivel en la cadena, con la finalidad de priorizar la entrega de suministros y equipos en un contexto de ejecutar operaciones críticas.

La doctrina soviética también implicaba la ubicación de toda una serie de puntos de suministro prioritarios y lugares de reparación rápida lo más cerca posible de los puntos en los que se desarrolla el combate. Esta serie de diferentes activos móviles se mantienen de una forma totalmente deliberada en su doctrina logística con un tamaño reducido, y hay que hallar el motivo en que los soviéticos no permanecían mucho tiempo en un mismo lugar. Las principales operaciones de suministro y reparación intensiva (hasta el nivel de depósito) se mantienen lejos en la retaguardia, en lugares, estos sí, dotados de un carácter fijo, que es desde donde se procede al envió de equipo y suministros, de acuerdo con las necesidades que se vayan encontrando.

Todo este enfoque soviético contaba con un motor principal que podemos identificar, que es un sistema cuya base está en las prioridades que definen los tipos de logística que se va a trasladar, expedir y reabastecer de forma independiente a las exigencias mismas del conflicto. Dichas prioridades, por orden, estaban fijadas del siguiente modo:

1/ Misiles, lo que incluye tanto el combustible como las ojivas;

2/ Municiones;

3/ Combustible y lubricantes;

4/ Recambios de armamento;

5/ Raciones;

6/ Suministros médicos; y,

7/ Equipo capturado.

El resto de las demandas pasarían a entrar en la categoría de "sólo se atenderán cuando las siete anteriores partes y en ese estricto orden hayan sido satisfechas". He seguido en toda esta parte a Isby (1988, 61).

Siguiendo a la doctrina soviética del campo de batalla, esta exige que se ha de situar una Base de Suministro del Frente en una ubicación que ha de distar entre unos 150 y 200 kilómetros del Frente de la Zona de Batalla. Esta base cuenta con depósitos secundarios. Se utilizan para abastecer a las Bases de Abastecimiento del Ejército situadas 100 km detrás del Frente de la Zona de Batalla. Ambos niveles proporcionan suministros a los niveles inferiores mediante el uso de camiones.

Captura del Capítulo 6, Sección II, "Supply" del manual "Soviet Army Operations". Para más información consultar el apartado "Bibliografía".

No obstante, en el nivel de la División la base de abastecimiento total es móvil. Todos los suministros se almacenan a bordo de vehículos, y la explicación es que se hace totalmente necesario ya que esta base está a sólo 25-40 km del Frente de la Zona de Batalla. A nivel de Regimiento, los suministros se encuentran en un punto de abastecimiento móvil a sólo 10-30 km del Frente de la Zona de Batalla. Los Batallones llevan sus suministros en vehículos para dicho uso, y los del nivel de Compañía se dispersan a los pelotones, secciones y brigadas, sin reserva en el cuartel general de la compañía.

Para esta última parte he seguido el apartado del Capítulo 6, “Combat Service Support Operations”, particularmente la Sección II, “Supply”, del manual “Soviet Army Operations”; el número de abril de 1978.

Puntos en común con la campaña soviética de Afganistán en lo que respecta a la logística con Ucrania

Al igual que la invasión soviética de Afganistán, la invasión de Ucrania se trata de una operación hecha a través de la propia frontera, y en ambos casos se han basado, tanto los soviéticos en Afganistán como el Estado Mayor de las fuerzas armadas de la Federación de Rusia en el caso de Ucrania en que se tratarían de campañas rápidas, y que, por consiguiente, podrían establecer los puntos de suministro, por consiguiente, dentro de los propios límites territoriales.

En el caso de Afganistán, las operaciones tomaron un total de 9 años, con la incapacidad de considerar el peor de los escenarios posibles. En el caso de Ucrania, al que se suman otros escenarios, pero particularmente Siria, los rusos pueden verse involucrados hasta un punto que, junto con otras medidas y un elemento puente, en parte quizás contemplado, en otra parte quizás considerado de una forma demasiado optimista, pueden verse, como decía, en una situación muy complicada que puede provocar una serie de consecuencias a nivel interno ruso, y desde luego, en escenarios diversos, y en diferentes formas y alcances. Este factor de caos podría ser usado en su beneficio en la ronda negociadora ante diferentes partes.

En el caso de Afganistán, los soviéticos enviaron en un primer momento alrededor de unos 85.000 soldados para solventar una guerra corta, que requirió la movilización de otros 20.000 o hasta 30.000 soldados adicionales. A su vez, resulta significativo que estas unidades se ubicasen en lugares fijos a lo largo de todo el país y no se situara en un plan de operaciones de avance. Para esta parte estoy siguiendo a Cordesman y Wagner (1990, 3-9).

El suministro de fuerzas en todo el país desde bases en la Unión Soviética pronto se volvió ineficiente e ineficaz debido a los constantes problemas causados por las condiciones de las carreteras, los fallos de los equipos y los ataques de los muyahidines, que se concentraron en atacar al eslabón débil: el transporte por carretera a través de camiones. El reabastecimiento a las bases de raciones, combustible y piezas de reparación se fue convirtiendo paulatinamente en algo crítico. En un principio, el Ejército no parecía poder abastecer a las divisiones en las cantidades necesarias, hasta que los soviéticos se vieron en un entorno logístico en el que se hundían. El funcionamiento era uno u otro hasta llegar al grado de División, generándose una serie de problemas que no eran fáciles de manejar. Al cabo de dos años los soviéticos llegaron a la conclusión de que tendrían que situar bases de abastecimiento permanente en Afganistán y almacenar en ellas suministros como raciones, combustible, agua y piezas de reparación, contraviniendo de esta forma la doctrina establecida al respecto. Los soviéticos se hallaron ante la evidencia de contar con tan sólo un aeropuerto con capacidad para gestionar un tráfico importante de transporte militar, y tan sólo contar con una red de carreteras para gestionar el transporte terrestre, el esfuerzo para mantener abastecidos a 80.000 hasta 110.000 soldados empezó a resultar abrumador.

De lo sucedido en Vietnam con los estadounidenses, los soviéticos aprendieron que los helicópteros pueden resultar ciertamente útiles para algo más que las funciones tácticas y de reconocimiento. Podemos fijar para el año 1986, ya utilizaban los helicópteros de forma rutinaria para el reabastecimiento de alimentos, agua, combustible, municiones y material médico, especialmente para las unidades de la compañía y de menor tamaño.

Para esta parte estoy siguiendo al Dr. Graham H. Turbiville, Jr., y su artículo “Ambush! The Road War in Afghanistan”, que se puede consultar en línea haciendo click aquí.

En definitiva, de la experiencia del conflicto soviético en Afganistán se pudieron extraer las conclusiones que Russo (1991, 17-21) anota, entre otros factores, este que vamos a señalar: la doctrina logística soviética resultaba ser rígida e inflexible por debajo del nivel del Ejército.

La doctrina logística rusa y su aplicación a Ucrania

Tras la finalización de la Guerra Fría no han desarrollado una invasión con toda la variedad de operaciones que pueda asimilarse a lo que están desarrollando en Ucrania, y con un desarrollo logístico que no se ha trabajado especialmente bien, y más tras lo sucedido en Afganistán, aunque también es, en parte por lo menos, lógico, porque hemos de tener en cuenta la disolución de la Unión Soviética, que se situaron en otros contextos y la rigidez demostrada.

Sobre el papel, y tal y como se anticipó en el estudio sobre el escenario del Báltico en unos juegos de guerra desarrollado por RAND, el ejército ruso cuenta con el poder de combate para conseguir ciertos objetivos, centrados en lo que se ha venido a llamar “hechos consumados”, que hasta la invasión de Ucrania se consideraba la posibilidad de que el Ejército de la Federación de Rusia lanzase un ataque con la finalidad de conseguir el control de espacios pequeños, con un alcance limitado, quizás una o dos ciudades de una región, amparándose en el hecho de que, quizás enfrentarse a un contraataque duro, que acarrease un número de bajas alto y con una amenaza de crisis nuclear creciente, Rusia conseguiría el control de esas posiciones, o las podría ampliar, o bien condicionar las decisiones de ese país, o bien, dependiendo del objetivo, poner en cuestión las capacidades de Estados Unidos y los principales aliados, caso de Francia o Reino Unido, por ejemplo, para responder ante este hecho y llevar a una crisis a la estructura de la OTAN. El caso de Abjasia y Osetia del Sur en Georgia podría ser este caso; potencialmente con Narva y Estonia entraríamos en un escenario de este estilo. En el caso de Ucrania nos hemos movido hacia otro tipo de escenario, en el que los hechos consumados se han pretendido extender a todo un país por parte de Rusia, escalando la magnitud de la apuesta.

Cuando hablamos de hechos consumados hablamos de una táctica que cuenta con siglos de aplicación, pues persigue que ante un hecho consumado se genere por el tal un movimiento que proporcione una ventaja ante el competidor a la hora de tomar represalias o un contraataque, y que se suele aplicar cuando se cuenta con una agenda claramente revisionista. Una excelente metáfora de lo que se está siguiendo en el caso concreto de Ucrania por parte de Rusia (y no sólo Ucrania) es lo que Thomas C. Schelling (2020, 66) hace más de cincuenta años llamó “táctica del salami”. Schelling lo ilustra del siguiente modo: si le decimos a un niño que se mantenga fuera del agua seguramente empezará por meter un pie a remojo, y alegará que él no está técnicamente “en el agua”, a continuación, irá deslizándose paso a paso, parte a parte… hasta que de golpe nos sorprendamos gritándole a ese niño que nade donde lo podamos ver y cuestionándonos qué ha pasado para que estemos diciendo esto cuando empezamos un rato antes diciéndole que no se metiese en el agua. En todo ello se trata de no cruzar ciertas líneas rojas que impliquen una represalia por parte del defensor, y pueden estar destinadas a causar la debilidad en la percepción del agredido respecto de su aliado, como podrían ser las diferentes acciones llevadas a cabo por Corea del Norte dirigidas a causar una erosión de la credibilidad de la disuasión en la alianza entre Estados Unidos y Corea del Sur.

En este sentido, Daniel Altman (2017) muestra en su estudio que adquirir territorios mediante los hechos consumados militares ha acabado por tener más éxito que por la coerción; y, Tarar (2016), explica que seguir esta táctica viene como consecuencia de un problema de compromiso en el cual el agente que tiene una agenda revisionista no cree posible que el defensor evite preparativos militares que o bien anularían o bien aumentarían los costos de un hecho consumado. Tanto en Altman como en Tarar se da la cuestión de que el hecho consumado es tomado en consideración en términos militares que implican al territorio, aunque también resaltan que puede llegar a ser una alternativa a la coerción.

De modo que con anterioridad a 1945, la dinámica dada era iniciar un conflicto, y como consecuencia, el agresor pasaba a ocupar grandes territorios. A partir de la Segunda Guerra Mundial la tendencia es apoderarse de pequeñas regiones y tratar de escalar el conflicto hacia una guerra de grandes dimensiones. Se trataría generalmente de reclamaciones derivadas de disputas en territorios limítrofes donde no ha quedado bien definida con precisión por dónde exactamente debe discurrir la frontera, y podría implicar una amenaza, más o menos velada para la seguridad de una de las partes implicadas.

El discurso hilvanado desde el Kremlin a partir de la constatación de que las puertas de Occidente se cerrarían para la OTAN, además del tanteo por hallar un statu quo, hasta la retirada de las inversiones de Occidente más o menos respetado, ha servido para la creación de las condiciones que aquí estamos refiriendo, algo de lo que conviene que hablemos con mayor profundidad en otro documento a propósito. Baste, de momento, señalar que desde el Kremlin se ha ido creando una construcción del poder con diferentes elementos, y que dicha construcción del poder se ha proyectado hacia un espacio fronterizo inmediato con la finalidad de conseguir definir los medios para crear las condiciones de una expansión por “hechos consumados” que persigue la matización, corrección y afirmación de elementos de la política interior y exterior rusa, además de otros elementos como la dependencia energética. El hecho de que Rusia cuente con una estrategia vinculada al hidrógeno mostraría este elemento de pulso, que se ha sumado con una expansión hacia las zonas que forman parte potencialmente del espacio de conexión europea, con la finalidad de imponer un modelo, vinculado al consenso de oligarcas que impulsó y ha mantenido en el poder a Vladimir Putin.

Retomando el ya mencionado artículo de Altman (2017), se puede percibir que cuando se plantea seguir una estratagema de hechos consumados orientada hacia la adquisición de territorios el fundamento hay que hallarlo en un cálculo de los intereses en juego y el valor político percibido de hacerse con el territorio o territorios en cuestión, más que en el equilibrio militar o quién adquirió las más recientes armas de última generación. Esta cuestión se traslada en ciertos lugares, como podrían ser islas deshabitadas o pasos de montaña, con lo que tropezaremos con la dificultad de poder dar impulso a fuertes intereses que se hallen en juego o bien al despliegue de fuerzas. Otro escenario posible es un error de cálculo al creer que el agredido no se opondrá con tenacidad, y no tanto por el hecho de que no perciban que, como agresores, cuentan con una innegable ventaja militar. La esencia de un hecho consumado es ganar sin pelear porque se ha concluido que el atacado no podrá manejarse en esa situación que se ha creado. Fracasará toda vez que el agresor empiece a contemplar los siguientes escenarios, como podrían ser: retrasar al agredido mediante la interdicción forzosa, una contraintervención, el uso de bombardeos para coerción o, al final, recurrir en definitiva a un ataque a gran escala para ganar la guerra.

Otro factor determinante tiene que ver con que los hechos consumados adquieren su plena razón de ser cuando se dirigen hacia territorios que el agresor cree que son políticamente valiosos para ellos en el caso de que quisiera ganarlos. Para profundizar más al respecto, yo he seguido a Young (2015), para el lector que pueda estar interesado.

En el caso de Rusia nos hemos encontrado en una situación como esta. A través de la llamada por Schelling “táctica del salami”, por troceado se ha ido fijando una parte: Crimea. Para lograr los objetivos, que es la adquisición de Crimea y tener controlada a Ucrania, a la vez que se la empezaba a despojar de su Zona Económica Exclusiva y se deseaba afirmar la línea roja rusa de Kaliningrado a Tiraspol, además de ganar profundidad estratégica hacia Occidente, y reforzar el flanco interior con la creación del espacio de la Gran y de la Pequeña Rusia (se trata, respectivamente de Rusia y de Ucrania), en palabras del general blanco Anton Denikin, y recurriendo también a la esfera justificativa creada por Stalin (por ejemplo, “Los falsificadores de la historia”), recurriendo con ello a una visión transideológica y justificativa, de la misma forma que “seleccionan expertos” que se ajustan a sus planteamientos y posiciones, que sería en el caso que nos ocupa, lo que hace RT, y si desea profundizar sobre el particular, puede consultar el artículo académico traducido por el Instituto Symposium de Vera Ageeva. Así, no deja de ser interesante como en el momento de anexarse Crimea, y no hacerlo con las repúblicas secesionistas, estas se reservan como elemento de negociación y para forzar a Ucrania a posicionarse en una esfera próxima a los intereses del Kremlin. En los hechos que se desencadenaron el 24 de febrero de 2022 pasaron a tener otro estatus para controlar toda Ucrania, su riqueza y la que se halla en la Zona Económica Exclusiva, además de tratar de evitar que el Canal de Estambul, en caso de construirse, quedase fuera de la Convención de Montreux, algo que Rusia había logrado de Turquía... ¿y que podría perder llegado el caso?.

Los líderes políticos, como puede ser Vladimir Putin, no toman la decisión de ir a la guerra en función de su entusiasmo por un conjunto específico de tecnologías militares, aunque sea una de las piezas clave en el sostén del statu quo sobre el que se encarama Putin al poder. Es decir, se van creando los elementos y se van haciendo uso de ellos atendiendo a, en el caso de Rusia y considero que, con una gran certeza, al sostenimiento de los intereses de varios elementos, como pueden ser los grupos de oligarcas que han venido sosteniendo a Putin y que han girado alrededor de elementos como los minerales, la energía, y tener sometida a Europa a una dependencia de tales elementos impidiendo la formación de un espacio gestionado por una Europa organizada federalmente. Así, desde el punto de vista ruso (y que podría ser compartido por otros, como puede ser China), enfrentarse a un bloque unido, fuerte, sin fisuras y que sea capaz de sostener sus posiciones en el Norte de África, el Sahel, África en general, Oriente Medio y, desde luego Ucrania, es un negociador muchísimo más duro que, junto a China y su poder, podrían ambos doblegar los intereses del consenso generado alrededor de Putin poniéndose ambos grandes mercados los precios y contando con una autonomía que harían que los precios bajasen, por ejemplo. Ante tal cuestión, impulsar el discurso “soberanista” es una opción inmejorable, se fragmenta al negociador y el precio sube; además, al no contar ni con una política exterior común ni con un ejército que merezca tal nombre, se pueden hacer intervenciones que satisfacen contratos… y, de paso, se explotan las vulnerabilidades que hacen a Europa más dependiente en todos los aspectos. Una obviedad es que tales medidas benefician a los oligarcas que sostienen a Putin, pero no a Rusia, cayendo dichos intereses en manos de China, una situación parecida a la que se da en la Unión Europea también con el coloso asiático, y donde Alemania ha jugado un papel clave.

En definitiva, llegamos a la enésima constatación para Occidente de que vivimos en un mundo que no comprendemos, pero que es el que se impone, y como tal estamos profundamente disociados de la realidad. Gucciardini sube en la balanza, las atemperanzas entre el realismo y el idealismo se mueven en la línea de una correcta y comprensiva lectura de El Príncipe de Maquiavelo, Kant va a requerir ser revisitado por parte de una nueva estructura política que está naciendo, y en todo ello China cuenta con una ventaja enorme, que es quien de verdad está sacando ventaja y explotando los diferentes statu quo (y visiones delirantes del mundo en Occidente… y no es que no estuviéramos advertidos de ello, llevamos ya casi 15 años viéndolo en nuestra vecindad inmediata en términos de poder).

Bien, una vez apuntados estos elementos, que serán desarrollados debidamente en posteriores documentos, pasamos a trabajar la situación de la logística del ejército ruso y lo vamos a aplicar directamente a Ucrania.

En una ofensiva corta, una suerte de “Guerra relámpago” en la que destruir todas las unidades posibles del ejército ucraniano en este caso, Rusia contaba con las posibilidades ciertamente altas de conseguir sus objetivos, y la lógica determina que, sobre el papel el conflicto, tarde más o tarde menos, debería ser ganado por Rusia, pasándose a partir de ese momento a un conflicto híbrido. La logística rusa resulta ser variable pues depende en un aspecto fundamental de las vías férreas, así que lo lógico es que las fuerzas invasoras rusas se hallen en la necesidad de imponer, con las excusas que sean precisas, pausas operativas, razón por la cual recurre también a alentar la división entre las diferentes partes que se hallan en Ucrania, lo que ha incluido un llamamiento a un golpe militar que sitúe al ejército ucraniano como aliado para una parte del territorio ucraniano, por ejemplo.

Un elemento que, a medida que pase el tiempo y se consolide, en principio, el dominio del espacio aéreo por parte de Rusia, uno de los elemento logísticos se matizará, pues los aviones de ataque y bombarderos tácticos, además de los helicópteros de ataque pueden aportar el uso del fuego para apoyar a las unidades de artillería, y con ello quizás jugar un papel respecto al aprovisionamiento constante, además de hacer más fácil a los bombarderos tácticos y aviones y helicópteros de ataque el volver a sus bases para favorecer la logística y el uso del fuego, y potencialmente entrar en una situación como la desarrollada en Alepo por la aviación rusa y siria, algo de lo que hablaré en este mismo documento, más abajo.

Un aspecto que los ucranianos han de explotar, como ya estarían haciendo a su vez, parte del hecho de atraer a ciertas partes del ejército ruso alejándolos de los puntos fijos de aprovisionamiento que hemos mencionado y, de esta forma, estirar las líneas de suministro rusas hasta tensarlas, para pasar a romperlas a la infraestructura básica de logística y transporte como son, ante todo, los camiones, y a partir de cierto momento, los puentes ferroviarios y los gaseoductos y oleoductos. Es decir, que no se trata de combatir, como hemos visto, en la frontera con Ucrania y con Rusia, donde las fuerzas rusas podrían haber destruido la parte principal del cuerpo del ejército ucraniano y ya no hallar oposición para tomar todo cuanto deseasen, con las respectivas pausas operativas para reorganizarse y seguir. Sobre cómo la toma de Kherson/Jerson puede repercutir en el control de la costa del Mar Negro aún ucraniana y cómo se puede usar el Dniéper por parte de las fuerzas rusas (y cómo las fuerzas ucranianas podrían oponerse), entre otros aspectos, recomiendo la lectura de este comentario que escribí, junto a otras consideraciones, si desea profundizar sobre esta cuestión.

Para la importancia del ferrocarril y, el uso de embarcaciones para la logística rusa, ver a Grau y Bartles (2016, 32, 41, 101, 147, 150, 190, 198, 212, 238, 322-328, 343, 381). De todo ello se concluye que cuando se aleja al ejército ruso de su sistema ferroviario (o que sea asimilable), con la excepción mucho más limitada de las embarcaciones, este se halla con la dificultad para gestionar una ofensiva a gran escala. También podemos ver que, en la categoría de unidades de maniobras, las brigadas serán las únicas que cuenten con una capacidad logística homologable al ejército norteamericano, por ejemplo, aunque el paralelismo debe tomarse con precaución, pues no son equivalencias perfectas. Las formaciones del ejército ruso cuentan con tres cuartas partes de la cantidad de vehículos con las que están dotadas sus equivalentes norteamericanas, aunque sin embargo cuentan con prácticamente tres veces más de artillería. En el plano teórico, aunque no todas las brigadas contarán con un número completo de batallones, las brigadas rusas cuentan con dos batallones de artillería, un batallón para cohetes y dos batallones dedicados a la defensa aérea por brigada; mientras que un batallón de artillería de Estados Unidos cuenta con un batallón de artillería y una compañía de defensa aérea adjunta por cada brigada. Todo esto implica que los requisitos logísticos rusos resultan ser mucho mayores que los de su contraparte norteamericana, debido a los batallones adicionales de artillería y de defensa aérea.

Otro aspecto que se ha de resaltar para la correcta comprensión es que el ejército ruso no cuenta con un número suficiente de brigadas de apoyo para contar con un refuerzo en el campo técnico-militar para cada uno de sus ejércitos de armas combinadas.

Los rusos contarían con 10 brigadas de apoyo material-técnico que sirven para atender a 11 ejércitos de armas combinadas, un ejército de carros de combate y cuatro cuerpos de ejército. Respecto a los Comandos Occidental y Sur de Rusia cuenta cada uno de ellos con tres ejércitos y tres brigadas de apoyo técnico-material. Si dichas fuerzas se hallasen involucradas en operaciones defensivas, una brigada rusa podría perfectamente tirar directamente de la cabeza del tren. Hay que destacar que, en lo que respecta a los ferrocarriles, los rusos cuentan con 10 brigadas ferroviarias, algo de lo que no existe una equivalencia en Occidente. Su misión es la de especializarse en seguridad, construcción y reparación de vías férreas, mientras que el material rodante lo proporcionan empresas estatales civiles.

El motivo de esta capacidad única de Rusia, la de contar con brigadas ferroviarias, tiene que ver con el hecho de que, desde un punto de vista que podríamos llamar “integral”, las fuerzas de Rusia se hallan muy vinculadas al ferrocarril, desde un primer punto en las fábricas hasta el mismo depósito del ejército y al ejercicio de las armas combinadas, y si es posible llevándolo al nivel de la división y la brigada.

Aquí es preciso señalar que los ferrocarriles rusos tienen un ancho de vía más ancho que el resto de Europa (el ancho de vía estándar es de 1.435 mm, mientras que es de 1.520 mm para Rusia y las antiguas repúblicas soviéticas, o para Mongolia, y Finlandia que formó parte del Imperio ruso, pero no de la Unión Soviética).

Infografía de Jakub Marian que muestra los diferentes anchos de vía en Europa. Fuente.

Las operaciones de vanguardia en el ferrocarril requieren algo más que la simple carga cruzada del tren al camión. Supone la recepción y clasificación de la carga, para a continuación prepararla para ser distribuida en las diferentes unidades específicas, y con el exceso de carga proceder a su almacenaje y clasificación en tierra para ser movido en otro momento. Debemos contar, adicionalmente, que estamos ante una carga militar, y por consiguiente trae aparejados una serie de riesgos y peligros, con lo que resulta vital la preparación del terreno para que la carga pueda almacenarse en entornos seguros y distribuidos de una forma óptima, cosa que puede llegar a tomar un lapso que oscila entre uno y tres días aproximadamente. Resulta imprescindible que este lugar se halle fuera del alcance de la artillería del enemigo y tampoco se puede obviar que debe asegurarse para que no sea objeto de un sabotaje. Un proyectil que por azar caiga cerca o incluso una granada propulsada por cohete conllevaría una explosión de gran envergadura y afectaría a toda una división dejándola totalmente incapaz de acometer ninguna maniobra y expuesta al enemigo.

Si trasladamos esto a la Europa del Este nos encontramos, por ejemplo, que el control de los puentes en determinados puntos puede resultar del todo clave, como sería en el caso de que Rusia se lanzase a usar la carta de crear una República secesionista en Estonia sobre Narva. También se habrán dado cuenta que, al ser Bielorrusia una de las antiguas repúblicas soviéticas, comparte también el mismo ancho de vía con Rusia, y que al contar con la captura y sujeción a la alianza (las alianzas importan, y mucho, de la misma manera que Rusia -y China- pensaron hace un par de años que podrían manejar a Turquía atrayéndola a su espacio, pero esto no ha sido así, por citar otro ejemplo). Polonia, que fue un país del llamado socialismo real, no fue parte de la Unión Soviética, pero sí del COMECON y del Pacto de Varsovia, pero hay un hecho relevante que conviene tener presente, y es que mientras no existe a día de hoy ninguna vía del tamaño usado por Rusia que vaya desde Bielorrusia hasta Polonia, sí que existe una línea ferroviaria de vía ancha, y que une precisamente la región de Cracovia con Ucrania, de tal forma que no podría ser usada por las fuerzas rusas, salvo que se aseguren el control o la aquiescencia ucraniana en un formato similar al de Bielorrusia.

El tráfico ferroviario transfronterizo generalmente se ha de detener al cambiar de frontera para llevar a cabo cargas cruzadas o bien utilizar vagones de ferrocarril ajustables, con el consiguiente cambio de motores que se hace totalmente necesario. Si nos viéramos envueltos en un escenario de guerra, lograr el control de las suficientes locomotoras de trenes occidentales para apoyar al ejército ruso en su invasión donde el ancho de vía lo exige sería una auténtica competición, con lo que deberían salvarse o bien destruirse con la finalidad de obligar a los invasores a depender de los camiones.

Todo ello nos lleva a la conclusión de que, tras intentar el sabotaje de puentes y vías, además de recibir ataques que afectaran a infraestructuras clave con la finalidad de detener al invasor y ganar tiempo (por ejemplo, una docena de misiles de crucero lanzados por la OTAN desde Alemania podrían destruir puentes ferroviarios clave en Narva, Pskov y Velikie Lugi, cerrando el tráfico ferroviario hacia el Báltico durante días hasta que se reparen esos puentes). De modo que, con el cuerpo de ingenieros rusos tratando de reparar estas infraestructuras, realmente la capacidad de mantenimiento ferroviario del ejército ruso alcanza exactamente a las fronteras de la antigua Unión Soviética; a partir de ese momento o capturan una enorme cantidad de locomotoras de trenes occidentales, o en caso de no lograrlo por diferentes motivos, algo bastante probable, deberían los invasores rusos tratar de reabastecer al ejército más allá de la red ferroviaria de ancho ruso obligándoles a depender principalmente de su fuerza de camiones hasta que las tropas ferroviarias pudieran reconfigurar/reparar el ferrocarril o bien construir uno nuevo. Por tal razón vemos en Ucrania, en ciertas partes, una cierto avance de las unidades, dado el aseguramiento y mantenimiento de las red férrea de la época soviética que les permite invadir usando el sistema ferroviario, y allí donde éste no llega, o donde los ucranianos lo han hecho inseguro para los invasores, han de usar los camiones, esas caravanas de camiones que, al igual que en Afganistán, son vulnerables: además de atacar a tu enemigo usando diferentes tácticas y estratagemas, también es cierto que no resulta menos efectivo detener su ofensiva cortando o haciendo claramente insuficiente para sostener el esfuerzo bélico su línea de suministros que se ha trasladado hacia los camiones.

De modo que para una invasión de Europa del Este el apoyo logístico de los camiones rusos es determinante una vez superan la red ferroviaria soviética y garantizan su integridad y correcto funcionamiento alejando a los saboteadores y reparando el daño de infraestructuras… o hasta que se hagan con locomotoras occidentales para continuar con la invasión o bien construyan un ferrocarril adaptado a las medidas y características rusas para seguir con sus operaciones. Sea como sea, hay una serie de países que directamente comparten vía con Rusia, como ya se ha señalado, y en el caso de Polonia, estaría totalmente expuesto a una invasión hasta la región de Cracovia a través de Ucrania. La invasión de Ucrania está sirviendo también de aprendizaje para las tropas rusas en este aspecto por todo lo que he mencionado hasta ahora.

De modo, que cabe determinar hasta dónde pueden operar los camiones rusos y qué cantidad de camiones pueden poner en su función de lanzar el apoyo logístico.

Alex Vershinin hace en un excelente artículo una aproximación muy interesante:

“Suponiendo que la red de carreteras existente pueda soportar velocidades de 45 mph (sobre los 72 kilómetros por hora), un solo camión puede hacer tres viajes al día en un rango de hasta 45 millas (aproximadamente un poco menos de 72 kilómetros y medio): una hora para cargar, una hora para conducir hasta la unidad compatible, una hora para descargar y otra hora para volver a la base. Repetir este ciclo tres veces equivale a 12 horas en total. El resto del día se dedica al mantenimiento de camiones, comidas, repostaje, limpieza de armas y descanso. Aumente la distancia a 90 millas (prácticamente 145 kilómetros) y el camión podrá hacer dos viajes diarios. A 180 millas (289,7 kilómetros aproximadamente), el mismo camión se reduce a un viaje por día. Estas suposiciones no funcionarán en terrenos accidentados o donde haya infraestructura limitada o dañada. Si un ejército tiene suficientes camiones para sostenerse a una distancia de 45 millas (aproximadamente un poco menos de 72 kilómetros y medio), entonces a 90 millas (prácticamente 145 kilómetros), el rendimiento será un 33 por ciento menor. A 180 millas (289,7 kilómetros aproximadamente), se reducirá en un 66 por ciento. Cuanto más se aleje de los depósitos de suministros, menos suministros podrá reemplazar en un solo día.
El ejército ruso no tiene suficientes camiones para cumplir con sus requisitos logísticos más allá de 90 millas más allá de los vertederos de suministros (prácticamente 145 kilómetros). Para alcanzar un alcance de 180 millas (289,7 kilómetros aproximadamente), el ejército ruso tendría que duplicar la dotación de camiones hasta alcanzar los 400 camiones para cada una de las brigadas de apoyo técnico-material. Para familiarizarse con los requisitos logísticos rusos y los recursos de elevación, un punto de partida útil es Ejército de Armas Combinadas ruso. Todos tienen diferentes estructuras de fuerza, pero sobre el papel, cada ejército combinado tiene asignada una brigada de apoyo material-técnico. Cada brigada de apoyo material-técnico cuenta con dos batallones de camiones con un total de 150 camiones de carga general con 50 remolques y 260 camiones especializados por brigada. El ejército ruso hace un uso intensivo del fuego de artillería de tubos y cohetes, y la munición de cohetes es muy voluminosa. Aunque cada ejército es diferente, por lo general, hay de 56 a 90 lanzadores de sistemas de cohetes de lanzamiento múltiple en un ejército. Reponer cada lanzador ocupa toda la cama del camión. Si el ejército de armas combinadas disparara una sola ráfaga, necesitaría de 56 a 90 camiones solo para reponer las municiones para cohetes. Eso es aproximadamente la mitad de una fuerza de camiones de carga seca de la brigada de apoyo material-técnico solo para reemplazar una andanada de cohetes. También hay entre seis y nueve batallones de artillería tubular, nueve batallones de artillería de defensa aérea, 12 batallones mecanizados y de reconocimiento, entre tres y cinco batallones de carros de combate, morteros, misiles anticarro y municiones para armas pequeñas, sin mencionar alimentos, ingeniería, suministros de material médico, y así sucesivamente. Esos requisitos son más difíciles de estimar, pero los requisitos potenciales de reabastecimiento son sustanciales. La fuerza del ejército ruso necesita muchos camiones sólo para reposición de municiones y carga seca.
Para el abastecimiento de combustible y agua, cada brigada de apoyo material-técnico cuenta con un batallón táctico de tuberías. Estos tienen un rendimiento más bajo que sus equivalentes occidentales, pero pueden ponerse en marcha dentro de los tres o cuatro días posteriores a la ocupación del nuevo terreno. Hasta entonces, se requieren camiones de combustible para el reabastecimiento operativo. Se podría argumentar que el ejército ruso tiene el alcance para alcanzar sus objetivos con su depósito original de combustible, especialmente con los bidones de combustible auxiliares para los que están diseñado. Esto no es del todo correcto. Los carros de combate y los vehículos blindados queman combustible cuando maniobran en combate o simplemente mientras están parados. Esta es la razón por la cual el ejército de EE. UU. utiliza los “días de suministro” para planificar el consumo de combustible, no la autonomía. Si una operación del ejército ruso dura de 36 a 72 horas, como estima el estudio RAND, entonces el ejército ruso tendría que repostar al menos una vez antes de que se establezcan oleoductos tácticos para apoyar las operaciones.”

Combatir en un sector urbano, con zona ampliamente urbanizadas, supone un desafío que es insoslayable para cualquier invasor. Un combate urbano requiere que se inviertan grandes cantidades de munición y puede tomar meses antes de concluirse, de modo que atacar a la población civil, alegando errores o sin alegarlos, podría ser un elemento que los invasores tomen en cuenta a la hora de reducir la capacidad de resistencia del invadido. Por ejemplo, podemos citar los casos de las batallas libradas por el control de Grozny, una ciudad que entonces contaba con 500.000 habitantes y una extensión de 250 kilómetros cuadrados en las guerras de Chechenia y la batalla por el control de Mosul entre el 16 de octubre de 2016 y el 20 de julio de 2017, una ciudad atravesada por el río Tigris desde el noroeste al sureste y que cuenta con 155,399 kilómetros cuadrados y una población que rondaba el millón de habitantes. Los defensores lograron empantanar en estos casos entre cuatro y diez veces su número durante hasta cuatro meses. En Grozny, los rusos disparaban hasta 4.000 proyectiles al día, es decir, 50 camiones al día.

Tomemos el ejemplo de Mosul, que era defendida por entre unos tres mil a doce mil combatientes del ISIS. La fuerza atacante era una coalición que superaba los 100.000 combatientes: el ejército iraquí proporcionó la totalidad o parte de cuatro divisiones que suman cuarenta mil efectivos; las brigadas de la policía federal iraquí contaban con treinta mil efectivos; la División de Respuesta a Emergencias (ERD) del Ministerio del Interior iraquí; el Servicio Contra el Terrorismo (CTS), que es independiente tanto de los Ministerios de Defensa como del Interior; cuarenta mil combatientes de Peshmerga del Gobierno Regional Kurdo; guerrilleros del Partido de los Trabajadores de Kurdistán; varias milicias turcomanas, cristianas, sunitas y chiítas; y la Combined Joint Task Force - Operation Inherent Resolve's (CJTF-OIR) formada por sesenta naciones occidentales y dotada con 500 personas en apoyo directo y miles de tropas en apoyo indirecto lideradas por los Estados Unidos.

Estratégicamente, Mosul demostró la paradoja de que, si bien una ciudad puede no tener un valor militar inicial, lo adquiere cuando se le asigna un valor político. Otro aspecto clave, que Rusia ha intentado en Ucrania por la vía del palo y de la zanahoria parte de implementar una buena campaña de operaciones de información para persuadir a los civiles de que abandonen una ciudad: la difusión de mensajes a través de teléfonos móviles, Internet y la entrega de folletos o pasquines en Mosul sólo se probó parcialmente exitosa, prometiendo seguridad inmediata, brindar refugio, alimentos y apoyo médico para que no se conviertan en víctimas de la violencia de ambos lados. Pero ya Mosul demostró que esto puede ser imposible, y más cuando hay el convencimiento de que una situación de agravio puede volverse peor.

Si abordamos el sitio de Mosul desde un punto de vista operativo, Mosul demostró que, a pesar de que los defensores a menudo acabarán por perder un combate urbano, siempre harán que sea extremadamente difícil para los atacantes lograr la victoria. Y nunca se debe obviar que los defensores tienen la ventaja en los primeros compases, porque el terreno urbano puede usarse para ocultarse para luchar y maniobrar; las fuerzas atacantes no pueden utilizar la vigilancia, el reconocimiento o los recursos aéreos con pleno efecto; los edificios pueden servir como búnkeres fortificados; el defensor mantiene una relativa libertad de maniobra; y las fuerzas defensoras pueden utilizar los sistemas subterráneos en su beneficio. Si bien se ha demostrado a lo largo de la historia que las guerras urbanas en términos generales suelen ser ganadas por los atacantes, no es menos cierto que ganar adquiere un costo muy elevado en cuanto a vidas humanas perdidas y daños colaterales extensos, y tampoco garantiza que la ocupación sea algo asumible en el medio y largo plazo.

Por otra parte, Mosul demostró la gran cantidad de recursos que deben ser asignados por parte de las fuerzas combatientes para alcanzar la victoria. Casi todas las proporciones doctrinales de la ratio atacante-defensor en operaciones militares permanecen en el estándar de 3 a 1. En Mosul, la coalición tenía aproximadamente cien mil efectivos e ISIS entre tres mil y doce mil combatientes (ratio de entre 8 a 1 y 33 a 1), una proporción enorme que cualquier nación, incluso con una gran población y una sólida base industrial, tendría dificultades para poner (y sostener) en batalla. Otro desafío de recursos es el gasto en municiones. El hormigón, el acero, el ladrillo y la madera significan un mayor gasto de municiones para destruir al enemigo. En la guerra urbana, las fuerzas de combate normalmente pueden gastar hasta cuatro veces la cantidad de munición que normalmente usarían al luchar en un entorno alejado del urbano. No es una cuestión de humanitarismo por parte de los atacantes rusos, como se ha dicho, el que durante un tiempo las fuerzas rusas hayan tratado de evitar según qué centros urbanos: como pueden comprobar es más bien otra la cuestión.

En el caso de Mosul, el alto y frecuente uso de municiones guiadas de precisión por parte de la coalición implicó una reducción notable de las reservas estratégicas de Estados Unidos. La disponibilidad de la cadena de suministro, la utilidad del tipo de munición, la accesibilidad táctica y la dinámica del campo de batalla también afectaron las decisiones tácticas para seleccionar y entregar municiones.

Otro recurso operativo que cabe señalar es el tiempo. Se debe contar con que la infraestructura urbana permite a los defensores esconderse o establecer puntos fuertes en multitud de lugares, esto supone que la cantidad de efectivos que se hace necesaria para moverse e inspeccionar edificios, túneles, habitaciones, rincones y grietas sea un factor elevado, a esto hay que sumar las preocupaciones sobre los civiles y el requisito consiguiente de que la aplicación de la potencia de fuego sea metódica y precisa: se debe estar preparado para invertir una cantidad significativa de tiempo para llevar a cabo una operación urbana de manera pormenorizada si se desea concluirla con éxito, con el riesgo de un aumento en las bajas que lleve a ciertas poblaciones al colapso de su moral de combate y a exigir responsabilidades a los gobernantes, un escenario que en el caso de Rusia se vivió en 1996 con Chechenia. En un principio, el gobierno iraquí creía que Mosul implicaría una lucha de unos tres meses. A medida que avanzaba la batalla y no se cumplían los plazos, el gobierno iraquí anunció una y otra vez que se necesitaba otro mes antes de lograr la victoria, solo para que llegara esa fecha y la batalla progresara sin terminar. Si contemplamos el nivel operativo, resulta indispensable que tanto los líderes políticos como los militares de alto rango y sus subordinados deben tener en cuenta esta situación, y asegurarse de que el mensaje se transmita a su población para que todos estén preparados psicológicamente y en cuanto a recursos, haciendo notar que la batalla urbana en la que están a punto de embarcarse va a tomar mucho tiempo. Este sería el caso, desde luego, de Kyiv y de otros escenarios en Ucrania.

Desde un punto de vista táctico, además del estratégico y operativo, Mosul puso de relieve la gran eficacia de los vehículos aéreos no tripulados armados, en una batalla en la que ambos lados pudieron utilizar estas plataformas de manera extremadamente efectiva para las capacidades de inteligencia, vigilancia, reconocimiento y fuego directo.

Otro aspecto que se resalta y que conviene tener muy presente es la necesidad de tanto utilizar como proteger a los blindados. Se ha venido demostrando en varias batallas que sin el uso de blindados en el curso de operaciones urbanas, la victoria se retrasará mucho, o hasta podría volverse inasequible. Los blindados han de ser utilizados y protegidos bien por otras armas de combate con las que exista una relación simbiótica, trabajando juntos para derrotar al enemigo. En el caso de Mosul, habría que destacar la incursión de la 9ª División Blindada hacia el Tigris sin protección de la infantería, cosa que provocó la destrucción de muchos carros de combate e infligió decenas de bajas. El gobierno de Irak optó por no emplearlos más en Mosul, viéndose perjudicados futuros enfrentamientos, y sin esta plataforma de armamento fundamental la victoria de la coalición se retrasó.

Añadiría otro aspecto a tener en cuenta para este tipo de batallas por lo que vimos en Mosul, y que tiene que ver con el aprovechamiento de la dimensión cibernética, la lucha en el espectro electromagnético y llegaron a aparecer grietas en la supremacía aérea estadounidense como consecuencia de todo ello.

Un último aspecto de lo sucedido durante la batalla de Mosul tiene que ver con el uso de artefactos explosivos improvisados en vehículos, creando distracciones para que los vehículos aéreos no tripulados equipados con cámaras inalámbricas permitieran a los operadores de los UAV guiar a los vehículos explosivos hasta los objetivos. ¿Cómo replicó la coalición? Usando varios métodos: como el ataque con armas anticarro AT-4 de 84 milímetros o con Armas Anticarro Ligeras, con munición de alto poder explosivo. También se usó Municiones Conjuntas de Ataque Directo guiadas con precisión u otros métodos de negación del terreno para crear obstáculos como cráteres y zanjas en las avenidas de aproximación de alta velocidad, con lo que los conductores tuvieron con reducir la velocidad para hallar soluciones, dando tiempo a los artilleros anticarro para destruir los vehículos y sus sistemas de armas.

En pocas palabras, Mosul fue la fuente de valiosas lecciones para gobiernos y fuerzas armadas, respecto a los combates en las ciudades para el futuro inmediato y demuestra todos sus desafíos. Si se desean ejecutar operaciones de combate a gran escala en entornos urbanos densos es preciso apoyarse en fuerzas multidominio durante un periodo de tiempo largo, que puede llegar a ser considerable. De modo que no, no es humanidad de Rusia en Ucrania hasta ahora, algo cada vez más cuestionable por los métodos que estamos empezando a presenciar y que irán a más para doblegar la moral del que resiste a la invasión. Si Rusia ha estado evitando en la medida de lo posible los combates urbanos y utiliza estratagemas como las que vemos en Odessa o Mariupol de tratar de rendir por falta de suministros y víveres, además de ataques que han de centrarse en objetivos urbanos, sean civiles o no, para hacer caer la moral de combate y tratar de preparar un asalto en una larga batalla multidominio.

Para toda la parte de Mosul, y si se desea ampliar, he seguido al mayor Thomas D. Arnold y al mayor Nicolas Fiore, del U.S. Army en su artículo para Military Review, número de enero-febrero de 2019.

Respecto a las capacidades para reforzar al Comando Estratégico Conjunto Occidental, y como era de prever, Rusia ha contado con partes del Comando Oriental, por ejemplo. No obstante, dichas fuerzas de apoyo suponen que los recursos extra para la logística se consumen para las unidades desplazadas: en pocas palabras, esto no implica que haya camiones adicionales que impliquen un extra para el ejército ruso, ya que estarán comprometidos en la logística de las nuevas unidades comprometidas, como ha sido el caso.

De modo que, si se desea mantener en el conflicto Rusia, cada vez más pronto que tarde, habrá de recurrir a la movilización masiva integrada en su economía nacional, algo que viene de la Gran Guerra Patria o el enfrentamiento contra el Eje de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial o la misma Guerra Fría. Esto supone la movilización de los civiles para tomar parte en una guerra que adquiera cada vez mayores costos económicos y políticos, algo que Occidente pretende. Conseguir esto es algo que requiere que el pueblo ruso crea de verdad que está defendiendo a su país, algo que no se logró durante el conflicto de Chechenia durante los años 90 del pasado siglo XX, como se puede ver aquí, durante la Primera Guerra de Chechenia (1994-1996). Esto implicó la transformación del “Comité de Madres de Soldados de Rusia”. Todo ello explica la determinación en la represión de los manifestantes en Rusia estos días, pues tratan de evitar potencialmente el mismo ciclo que se inició el 3 de enero de 1995 y que fue escalando hasta la difusión de cómo la guerra había destruido ciudades como Samashki, la propuesta de una prestación civil sustitutoria para los reclutas que se negasen a ir a la guerra y la creación y vertebración de redes con sinergias de diferentes grupos en una posición de no a la guerra, hasta que en agosto de 1996 Rusia tuvo que terminar la guerra. Para más información consultar este enlace. Por el momento, de acuerdo con este buen artículo de The Guardian, se dan ciertos casos de visiones encontradas desde un punto de vista generacional respecto a la invasión de Ucrania: mientras unas generaciones con más edad consideran que se debe acudir a la llamada a filas (la propaganda rusa presenta toda una simbología que está pensada en esta dirección), los más jóvenes, con otros accesos a otra información no se hallan tan dispuestos. Sea como sea, el que se reclute a mercenarios en otros escenarios y no se insista en una movilización general apunta a un ambiente que podríamos llamar "tibio", pues no se puede contar con la total certeza, al menos de momento y si no se presentan unos acontecimientos inapelables ante la opinión pública rusa.

Fotografía tomada en San Petersburgo. Se puede leer "No abandonamos a los nuestros". La simbología propagandística y justificativa del régimen político encabezado por Putin cuenta con varias referencias de forma transideológica. Para más información sobre el poder blando ruso y su evolución recomiendo el artículo académico traducido al español por el Instituto Symposium de Vera Ageeva, que se puede consultar aquí. Fuente de la imagen.

Sobre el otro referente a tener en cuenta, la primera batalla de Grozny (diciembre de 1994 a enero de 1995), pueden consultar la siguiente presentación hecha por el teniente general Yakovleff. Al respecto de lo que estamos desarrollando en estas líneas, y sobre la movilización necesaria en la sociedad rusa, cabe señalar precisamente el ascenso de Vladimir Putin en las elecciones presidenciales de Rusia del año 2000. En septiembre de 1999 se dieron una serie de explosiones en edificios de apartamentos en Buynaksk (República de Daguestán), Moscú y Volgodonsk (en el óblast de Rostov), y a su vez fue hallado un explosivo similar que fue desactivado el 23 de septiembre de 1999, para que el día siguiente el director del FSB, Nikolái Pátrushev explicase que este último caso se trataba de un entrenamiento real, algo que no vamos a profundizar aquí, pues no es el objetivo de este texto, pero sí que desde luego creó las condiciones para la movilización general que en la Primera Guerra de Chechenia no se pudo dar, y a su vez, permitió a Vladimir Putin la suficiente popularidad para ganar su primera elección presidencial del 26 de marzo de 2000 tras la dimisión de Boris Yeltsin el 31 de diciembre de 1999, un ciclo que establece diferentes paralelismos.

En el conflicto con Chechenia se desarrolló lo que se conoce como “doctrina Grozny”, pues fue el primer lugar donde se implementó, además de más recientemente en Alepo. Consiste en aplicar fuertes bombardeos para destruir cada vez más objetivos de diferente alcance en un in crescendo hasta que la destrucción genera una sensación de pánico tan enorme entre la población civil para que ceda en su espíritu de resistencia y en la moral de combate de las milicias y las unidades del ejército regular, para ocasionar que al final huyan del espacio urbano saliendo a espacios abiertos, momento en que son atacados por tierra. Este principio parte de la época soviética en Afganistán. Hubo un momento en que el Mil Mi-24, un helicóptero de ataque soviético usado para localizar y hostigar a los muyahidines, que recordemos que empezaron a utilizar ataques a la logística soviética sobre lo que identificaron su talón de Aquiles, los camiones. El uso de los misiles Stinger empezó a anular las ventajas del Mi-24, con lo que los soviéticos empezaron a abandonar un elemento central en la inteligencia y lo fueron desplazando más hacia los ataques aéreos y el uso de artillería. Fue en la Segunda Guerra de Chechenia cuando los rusos empezaron a usar un principio usado en la Segunda Guerra Mundial: arrasar ciudades para facilitar la entrada de infantería y artillería pesada, algo que parte de los llamados bombardeos de saturación o de alfombra, utilizados por ejemplo por la Legión Cóndor alemana durante la Guerra Civil española en poblaciones como por ejemplo Durango o Guernica.

El siguiente elemento tiene que ver con la parte final de la batalla de Alepo en 2016, momento en que el poder aéreo de los gobiernos sirio y ruso bombardearon la mayor ciudad para obligar la salida de la población civil, a continuación, aceptar el alto el fuego para reorganizarse y pasar a atacar otros flancos, y por último volver a Alepo hasta que la resistencia armada en la ciudad colapsó. Las diferencias respecto a Grozny vienen del hecho de que los rusos usaron en Chechenia artillería y misiles, mientras que en Alepo usaron los ataques aéreos, ante todo.

En definitiva, que ya en Alepo se percibió una evolución de esta estratagema rusa, basada en obligar a los civiles a huir, hundir la moral de combate, atacar por otros flancos y por último acabar con los que aún resistan, por lo que los corredores humanitarios o los eventuales ceses al fuego no perseguían ningún tratado de paz, más bien tomar una pausa para reorganizar las líneas y la logística y después pasar a lanzar un ataque de acuerdo con su propio interés para concentrar la ofensiva en un punto y después trasladarla hacia otro punto.

La pregunta que surge es, ¿puede Rusia desarrollar a plenitud unos escenarios como los de Grozny o Alepo en alguna ciudad simbólica ucraniana, con el riesgo de que se genere un escenario más próximo a la Primera Guerra de Chechenia, con la población rusa no siendo movilizada y situándose también con un paralelismo posible, aunque no tiene nada que ver con los orígenes de lo sucedido a partir del 17 de agosto de 1998? Me refiero a la crisis financiera en Rusia (también llamada la "crisis del rublo") que fue marcada por una enorme devaluación del rublo y un defecto sobre la deuda rusa (el GKO ante todo, es decir de los Bonos estatales a corto plazo). Esta crisis financiera se produjo en el contexto del comienzo de una desaceleración económica mundial y la inflación anual de 1997 se situó en el 84% en Rusia. Este fue uno de los elementos que empujaron a la dimisión de Boris Yeltsin y al ascenso de la figura de Vladimir Putin a partir de 1999... ¿Podríamos estar acercándonos a un momento en el que Vladimir Putin, al finalizar esta invasión, llegue el momento en que haga un paso al lado? ¿O bien que caiga antes de que la invasión finalice? ¿O incluso que no llegue a caer y pretenda seguir?

Conclusiones

Queda probado que para desarrollar una campaña relámpago rusa en Ucrania uno de los factores que debilitan a las fuerzas armadas rusas son los camiones, salvo que puedan establecer un control de la red ferroviaria rusa y/o se apoyen en el control de toda la fachada marítima del Mar Negro y el apoyo del Dniéper.

Hemos hablado del número limitado de camiones, y el aumento de unidades para reforzar al Comando Estratégico Conjunto Occidental, y que esto no implica que haya camiones adicionales que impliquen un extra para el ejército ruso, ya que estarán comprometidos en la logística de las nuevas unidades comprometidas, como ha sido el caso.

En su cuarta semana de conflicto, y citando a David Axe, el ejército y las milicias ucranianos han destruido no menos de 485 camiones rusos, cosa que supone más de una décima parte de los camiones que pertenecen a las 10 brigadas de apoyo material-técnico del ejército ruso, que son los que se encargan de transportar los suministros, municiones y reemplazos desde el lugar donde se concentran hacia las líneas del frente.

Las necesidades de camiones para los invasores rusos se hicieron evidentes dentro de los primeros 10 días de las operaciones, momento en que Rusia comenzó a transportar vehículos civiles a la zona de guerra, quizás como un esfuerzo por compensar pérdidas de camiones militares. En estos momentos, los camiones civiles están comenzando a aparecer mucho más cerca de las líneas del frente, donde se hacen cada vez más objetivos grandes y lentos para las tropas ucranianas y riesgos potenciales para los grupos de vehículos de los batallones.

Las tropas rusas no han penetrado más de 50 millas (unos 80,5 kilómetros aproximadamente) o 60 millas (96,5 kilómetros aproximadamente) en Ucrania mientras apuntaban a Kyiv en el norte y Mykolaiv en el sur, pero incluso eso parece ser demasiado para el frágil sistema logístico del Kremlin. De lo expuesto aquí, vemos que Rusia con sus camiones podría alcanzar un primer rango logístico sostenible de 90 millas (prácticamente 145 kilómetros). De modo que necesitan reorganizar desde el punto de vista estratégico, operacional y logístico.

El gobierno ruso ha construido sus fuerzas armadas apegadas a su estrategia de “Defensa Activa”, algo de lo que hablaremos detalladamente en un futuro próximo. Las fuerzas armadas rusas son altamente capaces de luchar en su propio territorio, cerca de su frontera y de atacar en profundidad con fuego de largo alcance. Sin embargo, no son capaces de llevar a cabo una ofensiva terrestre sostenida mucho más allá de los ferrocarriles rusos sin una parada logística importante o una movilización masiva de reservas.

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