Este artículo es una reflexión a partir de una primera parte, de carácter ensayístico, que conviene leer para comprender plenamente las reflexiones que hago en este análisis de la película Meet John Doe/Juan Nadie (Frank Capra, 1941)

De la misma manera que el nazifascismo del siglo XX generó un imaginario utilizando los medios análogos con el símil de los memes actuales en la cartelería, pero otros aspectos más sofisticados que no dejaban de ser ese imaginario puesto en acción mediante el cine (imágenes en acción) que reforzaban una falsa nostalgia, con una construcción a partir de la cual en una utopía distópica con un contexto laboral y social concreto y en una transición desde la hegemonía del Imperio británico hacia un nuevo espacio (pueden ver el proceso equivalente al actual y la forma en que se gestó desde diferentes puntos de vista en este documento que aconsejo repasar para complementar lo aquí expuesto), una etapa onírica de ira, como las que vivimos cíclicamente.

A todo ello se opuso la hegemonía que creó Estados Unidos desde diferentes puntos de vista mediante el New Deal de Roosevelt. La pesadilla ya estaba desatada y había que despertar de ese imaginario desde diferentes puntos.

Podríamos sintetizar muchos aspectos en la película de Frank Capra Juan Nadie o Meet John Doe (1941). Las políticas llevadas a cabo a través del New Deal con la presidencia de Franklin Delano Roosevelt, tuvieron una vertiente de difusión y de educación que podríamos llamar transversal a través de los medios de comunicación de masas, caso de la prensa, la radio, y el cine clásico, todo ello enfocado para destapar a aquellos que se alineaban con el imaginario del nazifascismo en Estados Unidos y para señalar el camino para una recuperación de la democracia y el espíritu americano. Así, Hollywood se puso manos a la obra y lanzó una ofensiva que reforzaba las otras partes, mediante documentales y películas, que se unía a la prensa hablada y escrita, la difusión de una literatura y una apuesta académica concreta. En Hollywood destacaron las películas de tintes sociales, y en ello sobresalió especialmente la Warner Bros., y con ella, Frank Capra, usando para ello un mensaje patriótico, positivo y de unión de la sociedad, donde se aprecia la unión que hace entre el personaje de Ann Mitchell, interpretado por Barbara Stanwyck, que representa la incorporación de la mujer y sus aspiraciones en el mundo laboral en el marco de la clase trabajadora, con los desafíos comunes y específicos de su género de la época de la Gran Depresión; y, su verdadero aliado, que es Long John Willoughby o bien John Doe, un antiguo jugador de béisbol que dejó este deporte representativo de Estados Unidos después de sufrir una lesión en el codo y que ahora se halla en la indigencia, sin trabajo y sin un techo bajo el cual dormir, y que representa a las numerosas víctimas anónimas de la Gran Depresión, objeto de la codicia de aquellos que crean el imaginario que hemos estado definiendo y que ya hizo Aristófanes a sueldo y con el interés de quienes pagan su producción teatral.

El antagonista, este sí, a modo de arquetipo de Jung, es un financiero y magnate del petróleo, cuyos tentáculos se extienden desde el mundo del trabajo, pasando por ciertos elementos que dicen llamarse liberales pero que ponen en duda los sillares mismos de la Ilustración, la Revolución Americana, entre otros aliados que se hallan en la cena en que desvela sus planes, y que compra en una estrategia transmedia (ya tiene radios por todo el país) el periódico The Bulletin para convertirlo en The New Bulletin, una de las fases en que el periodismo se halla en peligro en su verdadera función, y que va acompañado tal escenario por un conjunto de la sociedad golpeado, masacrado socialmente, despreciado... Nada hay más significativo que los primeros minutos de la película, cuando Capra nos enseña a los parados, pobres, trabajadores en cualquier lugar del país y en todos los sectores económicos... y la esperanza de un bebé recién nacido en unos tiempos de extremo desafío.

Significativa es también la primera escena. The Bulletin, un periódico fundado en Nueva York en 1862, dentro del mandato del 16º presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln, que enfrentó a una nación dividida, literalmente, con la ruptura de la construcción hecha por Washington-Hamilton, con un modelo confederal contra otro federal. Además, 1862 es el año en que, en el mes de junio, el Congreso aprobó una ley que prohibía la esclavitud en todo el territorio federal, que Lincoln firmó. En julio, se promulgó la Ley de Confiscación de 1862, que establece procedimientos judiciales para liberar a los esclavos de los condenados por ayudar a la rebelión. No es casualidad que en ciertas escenas se vea a hombres y mujeres, sin importar su raza, escuchando juntos a John Doe.

El lema del Bulletin fundado en 1862 es el que se puede ver en el fotograma sobre estas líneas. "A free press means a free people". Es decir, "Una prensa libre significa un pueblo libre". Resuena el martilleo que el operario de D. B. Norton usa para borrar, para su jefe, ese lema de ese periódico... una crisis en el modelo de periodismo y en esa sociedad hacen insostenible un periódico como ese, que ha concentrado lo que significa la auténtica parresía en este lema. Pero hay un aspecto premonitorio, las bases del país (y de la sociedad) quizás sean más fuertes que el martillo neumático usado para borrar esa fecha con reminiscencias a un ataque a la República, a la Revolución Americana, a los auténticos valores liberales...

A pesar del martillo neumático, "los cimientos" del periódico, de la parresía (y de su manipulación para construir un imaginario usando una falsa e interesada parresía) y de la misma sociedad, siguen ahí: podemos seguir leyendo EST. 1862. THE BULLETIN. "A free press means a free people."

Es por esto por lo que Norton ordena usar dos elementos aquí señalados y ligados al imaginario del fascismo: una nostalgia dirigida a las masas, a las que pretenden manipular para sus fines, y una utopía mirando hacia el futuro partiendo del imaginario trasladado a la (falsa) nostalgia. Mezclar pasado, presente y futuro en un sólo espacio y tiempo.

En efecto, Norton hace poner un nuevo cartel: "THE NEW BULLETIN: A STREAMLINED NEWSPAPER FOR A STREAMLINED ERA". Lo que Norton nos está anunciando con su cartel es algo "nuevo" para una "nueva época", y ya no habla de la prensa, más bien habla de un producto: él vende periódicos, y por lo tanto está envolviendo con las páginas que ha comprado las noticias para usarlas para su beneficio personal.

Si el operario que maneja el martillo neumático es el que trata de destruir "los cimientos" tras The Bulletin, forjado en una época de gran desafío, dentro del periódico el equivalente a dicho martillo neumático es el nuevo director nombrado por Norton: Henry Connell, que destruye "los cimientos" del periódico mediante una campaña de despidos (y amenazas de despidos... ¿quién se atreve a jugarse su puesto de trabajo y el sustento de su familia en una época así?). No tardamos en ver cómo y a quién beneficia el imaginario que está construyendo: el despido y las súplicas para mantener su puesto de trabajo de Ann Mitchell (llega a proponer una rebaja de un tercio de su sueldo) nos explica que los despidos se hacen entre aquellos que no son cómodos para Norton y sus planes bajo la apariencia de "anticuados". Lo que quiere Norton son noticias que levanten polémica para venderlas, es decir fabricar noticias y con ello una forma de ver el mundo "nueva".

De ahí que el último artículo de Ann Mitchell sea lo que hoy llamamos "fake news", en el que aporta una visión que ya se ha venido alimentando: la culpa de la situación en cuanto al paro y la situación social es de los políticos. Esto es inmediatamente identificado como un ataque de Norton, como los que ha ido deslizando y que el asesor del gobernador del Estado de Nueva York ha percibido. Es decir, que Ann Mitchell ha entendido muy bien qué quiere Norton del Bulletin y el porqué de su adquisición y reestructuración. Pronto vemos que tanto el gobernador como el alcalde se sitúan de alguna forma en la esfera de Norton. En cuanto Ann Mitchell logra salvar su puesto de trabajo del que depende tanto ella como su madre y sus dos hermanas menores y con su total desesperación, y diseña una campaña para vender noticias alineadas con la voluntad de Norton, y para ello necesitan a alguien tan desesperado como ella o más si cabe para que sea el supuesto autor de esa carta, algo que apoya Norton.

Norton tiene un excelente olfato para los negocios y unas aspiraciones políticas ligadas al fascismo, y opuestas al New Deal. En Norton se unen los grandes patrones del capitalismo norteamericano a los que Roosevelt criticó durante los años más duros de la Depresión y todos aquellos personajes, más o menos públicos, que abrazaban la ideología del nazifascismo y sus estrategias políticas; de hecho, el mismo Norton cuenta con un ejército privado que es agitador, propagandista y sigue medios más propios del matonismo y que aplica a cualquiera de sus fines. La reflexión es clara: hombres como Norton progresan en épocas en que la desesperación de la gente, debido al paro y la pobreza, hacen que cualquiera haga cualquier cosa, en que se halla confusa, enfadada, airada, dividida... y es en este terreno en el que empieza a crearse el imaginario que alguien como precisamente Norton paga, muy vinculado con una visión de la política interior, la economía y la política exterior, en la que además la guerra estalla como uno más de los diferentes conflictos que azotan esta sociedad en tiempos como esos, y en la que, casualmente, esas personas como Norton se alían con aquellos que desatan la guerra en el mundo, bajo alegatos de paz matizados por declaraciones de guerra y con la que gente como Norton están totalmente aliados ideológica y estratégicamente.

Otro de los elementos que se señalan es "el ritmo" por el que se crea el imaginario y la forma en que se explota por aquellos que financian ese "teatro", pues es lo que vemos alrededor de John Doe en la película, un teatro, donde las reacciones de las personas son dirigidas mediante "falsas" cartas y un discurso que se amplifica mediante los medios de comunicación de Norton y de aquellos afines. El discurso airado, de denuncia, de "revelación de verdades ocultas" se va dirigiendo hacia uno de "esperanza", y esa esperanza se acaba instrumentalizando hasta que llegado el momento Norton da el paso adelante y se lanza a hacer realidad la esperanza en la utopía distópica. Connell se lo dirá a John Willoughby, en un discurso donde sale la verdad por la inminencia de la pesadilla, en la que hablará de la Primera Guerra Mundial, un desafío sobre el que Estados Unidos se prepara de nuevo. Connell le hablará a John Willoughby de "faros en las tinieblas", tinieblas que amenazan los principios del liberalismo, esos faros son Washington, Jefferson y Lincoln. Y en ese contexto le explica a la gente sencilla, simbolizada en John Doe, cómo Norton quiere apagar las luces de esos faros, el fin de la Ilustración, con una alianza de diferentes elementos, desde el mundo del trabajo pasando por otros elementos, con Ann Mitchell que ha hecho todo ello por la necesidad de buscar una seguridad hasta que comprueba cómo ha sido instrumentalizada ella a través de sus legítimos terrores y miedos.

Si antes hablábamos de dos elementos definitorios: la nostalgia y la utopía, y decíamos que la utopía venía construida por el nuevo cartel y lema para el Bulletin de Norton, la nostalgia se erige a través de varios medios que hacen referencia a un pasado idealizado y que salpican los textos de Ann Mitchell, o mejor dicho del padre de Ann, que era médico y que vio la Gran Depresión, pero que murió. La forma en la que Norton lo instrumentaliza se hace totalmente patente en la película.

Otro aspecto, por último, que quiero señalar de esta película es el uso de la música. El elemento que hace cambiar la narrativa y que lleva al despertar, desagradable y duro, en la gran convención de los clubes de John Doe viene simbolizado por el hecho de que suena el Battle Hymn of the Republic, una canción forjada en la época de la guerra de Secesión (de nuevo los valores de la federación amenazados, la Nación dividida, etcétera):

Julia Ward Howe escribió su letra con la música de la canción "John Brown's Body" en noviembre de 1861 y la publicó por primera vez en The Atlantic Monthly en febrero de 1862, de nuevo ese año. La canción vincula el juicio de los malvados al final de los tiempos, mediante alusiones a diferentes pasajes de la Biblia como los que se pueden seguir en Isaías 63:1–6 y Apocalipsis 14:14–19.

La siguiente pieza que suena es en el momento final, una pieza que sirve de gran marco sobre el que entender la película. Se escuchan los compases del "Himno de la Alegría", dentro de la Sinfonía n.º 9 en re menor, op. 125, conocida como «Coral», en concreto su IV movimiento, en el que Beethoven pone música al poema de Friedrich Schiller, An die Freude. Un himno a los elementos centrales de la Ilustración, que trasciende todas las fronteras nacionales y grupos étnicos y lingüísticos. A continuación, dejo esta pieza con los comentarios previos de Leonard Bernstein. A esto se añade la frase de Connell a Norton: "Ahí los tienes, Norton, el pueblo. Fíjate y aprende". Capra nos muestra lo que quería decir al principio de la película, a pesar de los intentos de la gente como Norton por borrar lo que Estados Unidos forjó con una vocación universal, y que él quiso borrar mediante el operario que usaba el martillo neumático para borrar esos fundamentos, en un contexto como el de 1862, los "cimientos" siguen estando ahí, y ahí seguirán, en el pueblo, en los fundamentos de la Nación y en los elementos como la auténtica parresía. Es Connell, precisamente Connell, el que va a lanzar una prensa libre como sostén de la libertad y poniendo fin al imaginario que Norton ha querido crear e instrumentalizar para alcanzar el poder. Va a ser Connell aliado con el pueblo y con el espíritu forjado por John Willoughby y Ann Mitchell el que ponga fin a esa amenaza tras despertar por la pesadilla.

Las otras referencias cinematográficas que propongo para reflexionar y profundizar sobre esta cuestión son Wilder, Kazan y Lumet. En sucesivos artículos abordaremos las respectivas propuestas cinematográficas para profundizar y percibir las diferentes perspectivas.

Bibliografía

Capra, Frank, Frank Capra, el hombre delante del título, T&B Editores, 1999.

Gunter, Matthew C., The Capra Touch: A Study of the Director’s Hollywood Classics and War Documentaries, 1934–1945, McFarland, 2011. (Kindle Version)

Smoodin, Eric, Regarding Frank Capra: Audience, Celebrity, and American Film Studies, 1930–1960, Duke University Press Books, 2005. (Kindle Version)