De la República al Imperio. ¿Evitar el proceso inverso es posible?
La propuesta del siguiente artículo es que la idea del “cosmopolitismo” en base a la derivación de Kant tendría su aplicación en las manifestaciones liberal-burguesa y bolchevique, las cuales se comportan como ideas Imperiales, pues parten de Estados que vivían en una fase crítica de Imperio, a partir de la cual, tomar la fase “republicana” implica acelerar su colapso. Esta idea ante el empate técnico y el juego de suma cero que suponía la carrera armamentística se proyecta en dos esferas principales: lo ciber y el espacio exterior, como lugar donde buscar la “última frontera” en términos de “ideología” imperial norteamericana, o destino manifiesto.
Los contendientes se forman. Estados Unidos contra el Imperio ruso
“Hay actualmente sobre la Tierra dos grandes pueblos que, partiendo de puntos diferentes, parecen adelantarse hacia la misma meta: son los rusos y los angloamericanos. (...) se colocaron en el primer rango de las naciones y el mundo conoció́ casi al mismo tiempo su nacimiento y su grandeza. (...) El norteamericano lucha contra los obstáculos que le opone la naturaleza; el ruso está en pugna con los hombres. El uno combate el desierto y la barbarie; el otro la civilización revestida de todas sus armas: así́ las conquistas del norteamericano se hacen con la reja del labrador y las del ruso con la espada del soldado. Para alcanzar su objeto, el primero descansa en interés personal y deja obrar sin dirigir las fuerzas y la razón de los individuos. El segundo concentra en cierto modo en un hombre todo el poder de la sociedad. El uno tiene por principal medio de acción la libertad; el otro, la servidumbre. Su punto de vista es diferente, sus caminos son diversos; sin embargo, cada uno de ellos, parece llamado (...) a sostener un día en sus manos los destinos de la mitad del mundo”. Estas palabras de Alexis De Tocqueville recogidas en 1835 en la obra “La democracia en América” (1963; 382), nos sirven perfectamente de pórtico para el conjunto de la exposición.
La construcción del “Imperio” en Estados Unidos
Tras la independencia de las 13 Colonias y su primera expansión, Estados Unidos alcanza una primera forma “Imperial”, marcada por los trazos de un “Imperio agrario”. Así, la compra de Luisiana (1803) marcaría la primera expansión. Esta tendencia creó el mito nacional norteamericano del “Mito de la Frontera”. En ello fue clave la formulación de la doctrina del “Destino Manifiesto”, que asociaba a la voluntad divina los acontecimientos de aquel momento de presión y expansión desde el Este para Norteamérica, pero también para el mundo. Tras la compra de Luisiana llegó la Expedición de Lewis y Clark que preparó el control de Oregón. Tras ello, la expansión fue hacia el Golfo de México, con la anexión de Texas y la Guerra contra México. El siguiente paso fue la Fiebre del oro de California, que también repercutió en Nevada, Wyoming, Oregón, Montana y Colorado.
Pero para poder mantener su posición necesita dos cosas:
A/ Una industrialización y modernización de los factores de producción, y
B/ Una expansión territorial.
Con el fin de lograrlo, los Estados del Norte inician dicho proceso de industrialización, pudiéndose ver en el conjunto de la Unión dos claros modelos. Los Estados del Norte y los del Sur, que en breve entrarían en conflicto: Unionistas contra Confederados, respectivamente. Mientras el norte, los yanquis, es una sociedad industrial, capitalista, liberal, calvinista… el sur es agrario, mercantilista, aristocrático y católico-luterano. El norte está en fase de expansión y necesita, por un lado:
A/ Abaratar los productos de los que dependen distintos factores de sus industrias y
B/ Lo que debe pagar en salarios a los trabajadores.
En ambas dinámicas intervienen los Estados del Sur, agrarios, y Europa, que proporciona inmigrantes que llegaban desde el Viejo Continente, además de la entrada de la mujer a los modelos de producción mecanizada. En ese contexto, si el Norte imponía su voluntad al Sur se podrían alcanzar varios objetivos interesantes:
1) Acabar con la fortaleza de precios relativa que aportaba el sistema esclavista y mercantilista del sur;
2) Provocar una situación de pobreza que acababa con un potencial rival para los industriales del norte en el momento en que el sur de hubiese industrializado;
3) Provocar en la posguerra la pobreza suficiente para que los esclavos del sur migrasen hacia el norte en masa abaratando así los salarios de los trabajadores del norte.
Tras la guerra, la frontera volvía a ser una idea vital para la formación de Estados Unidos como Imperio de la Tierra, en una primera fase. Las Guerras Indias de los decenios de 1870 y 1880 abrieron y aseguraron nuevos territorios tras la expedición que el Gobierno Federal impulsó con un cuerpo del ejército, el cual se retiró para dejar su lugar a milicias de voluntarios que emprendieron ese conflicto. Así, en 1893 se formularía la Tesis de la Frontera o Tesis Turner, vinculando la mezcla y fusión de razas, la solidaridad entre las regiones, la acción del gobierno para vertebrar el territorio mediante comunicaciones terrestres, tales como el ferrocarril o el telégrafo, además de la creación de una personalidad nacional. Con ello evitarían, siguiendo a Ratzel, el colapso y la disgregación de un primer Imperio americano, al expandirse, eliminar a un posible competidor en los Estados Confederados, e imponer un cambio en las costumbres y en la expansión del capitalismo del Este del país, que habría de tener su reflejo en la Costa Oeste.
Al respecto es muy interesante esta reflexión: “Ratzel cree que Estados Unidos también debería ser capaz de evitar la acción de la ley aparente que predice la ruina inevitable de los grandes imperios (agrarios). Los medios revolucionarios de comunicación y transporte han cambiado definitivamente el papel de las grandes potencias continentales en la política internacional. (...) Parece natural que la ley de los espacios crecientes llevara a Ratzel a examinar el futuro de los dos mayores imperios continentales, Estados Unidos y Rusia (...). Cree que sus destinos no pueden compararse con los imperios que decayeron en el pasado, a causa del papel vital que los nuevos medios de comunicación y transporte desempeñarán en la vida de grandes imperios arraigados en grandes masas de tierra continentales. (...). El ferrocarril y la carretera, el telégrafo y el teléfono, se convirtieron, para el pensamiento geográfico-político de las últimas décadas del siglo XIX, en los instrumentos con que podía levantarse un sistema estatal orgánico de máximas dimensiones continentales. Sin el desarrollo de un cuerpo político orgánico, unido, dentro de los límites de los grandes espacios, los imperios basados en ellos no pueden fundarse ni asegurarse. Tales convicciones prepararon el camino para la firme convicción de todos los partidarios de la escuela de Ratzel de que los futuros imperios serían imperios continentales que reemplazan a las viejas potencias europeas.” En Weigert (1943; 115-118).
La doctrina del Destino Manifiesto, se retomaría una vez concluida la conquista de Estados Unidos continentales en la parte final del siglo XIX, cosa que permitía mirar hacia el exterior, con una proyección hacia el Pacífico y China, por un lado; y, por el otro, hacia el Caribe, con una consolidación de la intervención estadounidense en el continente americano en su conjunto.
La Doctrina Monroe también es otro ejemplo de justificación amparada en los términos raciales (WASP), y de creación de un espacio de exclusión que permite a Estados Unidos el acceso en términos de exclusividad, o trazando alianzas, respecto a las naciones europeas.
Una nueva dimensión aparece: el "cosmopolitismo neokantiano"
La propuesta de Kant ilustra a la vez la modernidad tanto política como cultural de la Ilustración. Estas ideas se hallan en su libro escrito en 1795 “De la Paz Perpetua”, “Metafísica de las costumbres”, particularmente los Principios metafísicos de la doctrina del derecho, escrito en 1797, y en “Antropología desde un punto de vista pragmático”, escrito en 1798. Defiende Kant que lo ideal es que en el futuro todos los pueblos tenderán a formar una libre confederación de repúblicas, que habrá́ de asegurar la paz. A su vez, asevera Kant que la difusión por el planeta de un modo de pensamiento racionalmente crítico ha de favorecer el reconocerse parte de una misma identidad humana universal. Crea así́ el concepto de Weltbürger o ciudadano del mundo.
No obstante, existe en Kant un rechazo al Estado mundial, en el cual insiste mucho. El cosmopolitismo debe hacer frente a dos desafíos: asumir las renuncias necesarias para el establecimiento de una paz común, de un lado, y comprometerse a prohibir una monarquía universal y un sometimiento general, por otro.
El siguiente paso a partir de dichas ideas kantianas se da con la configuración de los Estados-Continentales. Cuando la I Guerra Mundial se hallaba en plena fase de empantanamiento se plantearon soluciones de tipo político. Tras el golpe de Estado bolchevique en el Imperio ruso se pone sobre la mesa una propuesta que en cuestión de poco tiempo Estados Unidos también haría, sólo que, con un pequeño giro, pero fundamental. Ambos países se centran en una visión del cosmopolitismo kantiano.
Mientras Lenin toma la vía de la crítica de la izquierda hegeliana, a través de Marx, para lo que recurre a la “Ciencia de la lógica” (Wissenschaft del Logik, 3 vols., 1812-1816) de Hegel a partir del otoño de 1914 y a los escritos de Kautsky, cuya plasmación se ve en los documentos que llevaron a la paz de Brest-Litovsk. Lenin propone una solución revolucionaria: autodeterminación de los pueblos y revolución que se extendería a Alemania primero, y luego a las demás naciones imperialistas creando un nuevo mundo. Ya no sólo se acabaría aquella guerra, es que así́ no volverá́ a producirse jamás ninguna otra. Esta es una propuesta que supera las fronteras claves de los Imperios y Estados-Nación hacia un nuevo orden socialista y una sustitución de clase dominante, de la burguesa a la obrera.
El presidente Wilson de Estados Unidos replica con sus 14 puntos, que son la vía hacia el cosmopolitismo kantiano por la senda liberal-burguesa. Para el presidente Wilson autodeterminación, sí. Pero sólo la de algunos pueblos, y también de acuerdo con el fin al imperialismo. En el campo del liberalismo la burguesía proponía la conquista total del Estado-Nación Imperial para construir un nuevo orden mundial liberal en el que el Mercado se transformase en el regulador natural de dicho orden, superando tanto fronteras de los Estados e Imperios, así́ como las fronteras nacionales.
He aquí́, en el fondo, el primer planteamiento, el punto embrionario de lo que sería con la paz de la II Guerra Mundial la Guerra Fría [Daniel Yergin (1978; 223); Arno Mayer, Wilson vs Lenin: Political Origins of the New Diplomacy, 1917-1918; Hans Morgenthau, (1954; 339)], hasta que quedó la visión norteamericana del cosmopolitismo kantiano y el Mercado como motor de unión. Lo que sucede es que el abandono de las ideas de Wilson en Estados Unidos, que no se retomarían hasta la Segunda Guerra Mundial, por un lado; y, por parte del gobierno bolchevique, que vive una merma de sus posesiones como consecuencia de la paz, además de enfrentarse a la invasión de varias naciones en la guerra de Rojos contra Blancos en diferentes partes de su territorio, lleva a que ese enfrentamiento se posponga. Además, mientras Francia se puede decir que “ganó” la guerra en Europa, el Reino Unido lo hizo en Oriente Medio, permitiendo una suerte de canto del cisne de ambos imperios, británico y francés, que habrían de recibir la envestida del nuevo orden mundial, donde Estados Unidos y la URSS, ahora sí, fortalecidos, se reparten Europa y otras partes del mundo, creando estructuras similares con sus respectivos aliados, como la OTAN, el Pacto de Varsovia, el COMECOM y otros. Los referentes serían la exclusión de los Imperios coloniales a partir del control de los hidrocarburos y la región estratégica, MENA. El conflicto clave sería la Crisis del Canal de Suez y todo lo relacionado con la creación del Estado de Israel.
Ahora la situación vuelve a ser la de partir de un territorio en sí mismo imperial, con el apoyo de una ideología “universal”, el cosmopolitismo neokantiano. Uno desde el Mercado, el otro desde el Proletariado. En estas condiciones, ambos Imperios, señalados por Tocqueville en 1835, se habían expandido usando pactos de defensa o pactos económicos, además de situando bases y avanzando en el tablero del mundo hacia un reparto en dos zonas de influencia, con una tercera en potencial disputa, moviéndose en el cerco-contracerco.
La primera carrera espacial y “otros mundos”: nuevas esferas de influencia y proyección “imperial”
Empezaremos por el filósofo ruso, Konstantin Tsiolkovsky (1857-1935), considerado padre de la astronáutica y autor de la llamada fórmula Tsiolkovsky o ecuación del cohete (Tsiolkovsky desarrolla tal fórmula en el artículo titulado “La investigación del espacio mediante vehículos a reacción”, de 1903; ver el enlace para ampliar más información), pensador de naves espaciales; en “El Espacio Libre” (1883), incluye Tsiolkovsky un diagrama con el diseño de una nave espacial con cosmonautas en su interior que se lanzan pelotas el uno al otro en estado de ingravidez aparente. Hay además dos grandes giróscopos para saber la orientación de la nave en el espacio y una pequeña cámara presurizada con dos compuertas para salir al exterior, entre otros elementos que muestran el genio visionario. Pero también presenta estaciones espaciales en órbita que habitarían humanos de todas las nacionalidades en su preparación para alcanzar planetas de nuestro sistema solar, como Marte. Más aún, habla de controlar el clima y nuestro entero sistema planetario, alcanzar incluso otros soles y usar su energía cuando nuestro astro esté moribundo. Además, entre otras ideas como un ascensor orbital para acceder al espacio desde la Tierra. Se trata de una estructura de unos 36.000 kilómetros de altura para acceder al espacio, altura en la que se sitúan la mayor parte de satélites en la órbita geoestacionaria. Para Tsiolkovsky era preciso dejar de lanzar cohetes llegado el caso para concentrar los esfuerzos en hacer un ascensor de estas características que permitiera acceder de una manera más eficiente, segura y barata al espacio.
Tsiolkovsky era miembro de una familia humilde que contaba con 17 hermanos en total. Con cierta sordera causada por la escarlatina se volcó en el conocimiento, y la novela “De la Tierra a la Luna” de Jules Verne le hizo fascinarse con esa idea. Su estancia en Moscú en 1873 hasta 1876 le valió la amistad de Fyodorov, y el contacto con sus ideas despertó en él curiosidad hacia el sistema filosófico de Fyodorov y del antrocosmismo o cosmismo, que consiste en el movimiento que propugna la unión de toda la raza humana en la causa común y con el motor del progreso científico para lograr el fin del sufrimiento y de la misma muerte. El pensamiento de Fyodorov está muy próximo a la tradición intelectual de los raskolniki, los viejos creyentes cismáticos, y sus comunidades utópicas que buscaban liberar del pecado original a través del trabajo de la tierra. Incluso Fyodorov habla de hacer de la Tierra un paraíso y de levantar a los muertos a la vida. Una suerte de transhumanismo que liga trascendencia e inmortalidad.
A los dos años de la Revolución de Octubre, 1919, los bolcheviques lo nombraron miembro de la Academia de Ciencias de Moscú. A partir de ahí, contó con el apoyo y el reconocimiento de la URSS hasta el final de su vida, investigando, entre otros aspectos acerca de la exploración estratosférica y el vuelo interplanetario.
Es evidente que el programa espacial soviético no fue algo casual ni tampoco anecdótico, gracias precisamente a Tsiolkovsky. Ingenieros de cohetes, como el extraordinario Serguéi Koroliov o el genial Wernher von Braun lo señalaron como su referencia principal.
Es interesante subrayar que también el Imperio ruso contaba con un motor claro de disgregación y fragmentación, pero considero que no es casualidad que la figura de Tsiolkovsky juegue un papel relevante, no sólo en su momento histórico, finales del XIX y principios del XX, también hasta más allá de nuestros días. Al igual que Estados Unidos, el Imperio ruso se hallaba en una fase de estancamiento que debía mantenerle vivo en la ampliación territorial, y/o en la disputa geopolítica con otro Imperio que se estaría acercando a su colapso una vez alcanzó su máxima extensión: el Imperio británico. Me refiero, obviamente, al Gran Juego. Pero, una vez se juega en una dinámica en la que los movimientos en el tablero geopolítico se equilibran, se debía buscar un desarrollo tecnológico y económico que ayudara a vertebrar el Imperio y lo preparase para una nueva expansión. Tal cuestión se dio con la cierta industrialización de según qué zonas del Imperio, además de, precisamente, una réplica del sucedido en Estados Unidos para evitar su colapso imperial y que lo transformaría en Imperio ampliado con proyección “cosmopolita” kantiana: la máquina de vapor, el telégrafo y el transiberiano.
Y es aquí cuando surge la proyección filosófica de Tsiolkovsky, que encontraría una base para crecer en el ya mencionado antrocosmismo, sobre el que meditó, y que redundó en una suerte de unión entre el positivismo de Occidente, encarnado en el trabajo de Auguste Comte, y la tradición intelectual de la ortodoxia rusa, encarnada esta última, por ejemplo, por Pável Florenski.
Florenski es historiador del arte, matemático, filósofo, poeta, ingeniero, físico y sacerdote ortodoxo. Creo que no es casualidad que su hijo, Kiril Florenski, fuese astrónomo y geólogo, como espíritu de ese tiempo. Es muy relevante su visión de la estética o la dialéctica influida por el pensamiento de Platón. También me ha llamado la atención su visión del lenguaje, pues establece que la palabra tiene tres partes, el fonema o forma externa, el morfema o esqueleto y semena o el alma de la palabra. Es esta capacidad para proyectar una vertiente espiritual pero también, siguiendo a Platón el semena es lo que realmente es la palabra, y no su forma externa o esqueleto. Esto tendrá una especial relevancia a la hora de entender planteamientos abstractos del pensamiento ruso que no pudieron desarrollarse en su momento, y que hubieran dado una ventaja a la URSS muy interesante, como Benjamin Peters recoge en su libro How Not to Network a Nation. The Uneasy History of the Soviet Internet.
La diferencia entre Florenski y Tsiolkovsky para el aparato de poder bolchevique es, que a diferencia del primero, el segundo se avino a trabajar con ellos, y porque identifican con claridad dentro del pensamiento de Tsiolkovsky las formulaciones de providencialismo científico, que son equiparables sin ningún esfuerzo al materialismo dialéctico marxista y al cosmopolitismo neokantiano, donde se aplicó el discurso de Tsiolkovsky en un remedo de entrenamiento de la conquista del espacio exterior en la expansión en Siberia, y que fue clave para vencer en la II Guerra Mundial.
Tras la II Guerra Mundial, Tsiolkovsky será revitalizado por Kaluga, y hacia Occidente donde también es conocido y admirado, ayudando a presentar el programa soviético como una manifestación de la buena voluntad, de la fortaleza y pureza del ideal soviético del cosmopolitismo neokantiano, que lo diferencia de su competidor que establece el eje en el Mercado y no en la clase proletaria, Estados Unidos. Es usado también como elemento aglutinador entre los dos bloques ideológicos para intentar poner en común valores y conocimiento, representado por Iosif Shklovsky y Carl Sagan y el establecimiento del SETI, el programa para buscar posible vida inteligente en el universo. De hecho, su figura se ha vuelto a poner de nuevo en boga desde hace unos años para tratar de relanzar la conquista del espacio u otros desafíos, como el programa Rusia 2045 consistente en descargar un cerebro humano en un ordenador.
La idea que subyace es que ambos Imperios, convertidos en paladines del cosmopolitismo neokantiano por diferentes vías se encuentran en un empate nuclear, en una zona intermedia o zona gris donde disputar sus diferentes batallas por la influencia de los países no alineados, y donde el enfrentamiento mediante proxies se da en escenarios como África, Asia y América. Así que, ambos imperios no pueden continuar expandiéndose, pero ambos necesitan hallar, tal y como ya había sucedido:
- una nueva tecnología (tecnología nuclear)
- una mejora del ejército (guerra nuclear y Guerra Fría)
- nuevas formas de transporte (aviones y coches, el motor de combustión de derivados del petróleo, el alquitrán)
- atraer a las naciones de la Tierra a su posicionamiento excluyendo al rival ideológico en cuanto al matiz de lograr la unión de todas las repúblicas de la Tierra
Esta competición se hace dura para ambos contendientes, donde Estados Unidos observa que podría perder su posición a favor de las naciones de Europa Occidental y que la Guerra del Yom Kippur, el cambio de alineamiento de Egipto del presidente Anwar Sadat manifestado en Camp David junto al primer ministro de Israel, Menachem Begin, y que supuso que Egipto fue sustituido como pieza clave de la influencia soviética sobre la región por la Siria de Hafez al-Asad. Así mismo, la URSS también debe controlar dos conatos de rebelión como la Revolución húngara (1956) y la primavera Praga (1968), la ruptura de la centralidad del eje socialista con la caída del Telón de Bambú y la transformación de China en la fábrica del mundo por parte de Estados Unidos, a lo que siguió el petrodólar en los años setenta, enfrentamientos chino-soviéticos, y la necesidad de ampliar el “imperio” soviético con Afganistán, perdiendo la carrera económica y cada vez más, en algunos sectores de la tecnología, por no hablar de la llamada “STAR WARS” de Reagan que llevó a tomársela demasiado en serio a los soviéticos y perder una cantidad de recursos enormes con el Transbordador Burán.
¿Cómo lograr expandir el “Imperio” cuando no es tan sencillo hacerlo?
La respuesta es obvia, es preciso mucho más dinero, y para ello es preciso seguir con el camino de abstracción de la moneda. Estados Unidos convirtió el dólar en una moneda fiat respaldado por los petrodólares que forzosamente la Europa Occidental y China habían de usar para comprar petróleo y pagar en dólares, debilitando a las naciones de Europa Occidental, además de hallarse en una primera guerra comercial con Europa, a la que seguirían Japón y ahora, en cierta forma, China. El siguiente paso, a partir de la Reaganomics y el neoliberalismo es lograr aumentar la masa de dinero disponible, de tal manera que hoy usamos dígitos para pagar y contraer deudas, que países y personas devolvemos como obligaciones que se trasladan en riqueza natural, horas de trabajo o bienes muebles o inmuebles. El próximo paso es, obviamente, la eliminación del efectivo. En mi opinión, creo que se trata de la aplicación de las ideas del Tractatus de Wittgenstein, en concreto de la tesis “los límites del lenguaje son los límites de mi mundo”, pues la realidad puede expresarse en un lenguaje, el lenguaje correcto que nos permite describir la realidad que pretendemos comprender o designar. ¿Se podría relacionar esta reflexión con la que he mencionado de Florenski? ¿Las palabras tienen un alma, como propone Florenski, y si se sabe alcanzar se puede formular con ellas? Si yo creo el lenguaje correcto, puedo crear dinero infinito, crear otro mundo que también formará parte de la realidad, y podré conectarlos y manipularlos… etcétera.
Otro aspecto necesario es establecer nuevas fronteras, tal y como mencionó el presidente J.F. Kennedy. Esta nueva frontera significa una Europa económica, pero no política, un sureste asiático que es una suerte de espejo de esa Europa económica (ASEAN). Pero también es la formación de nuevas realidades. La carrera espacial resulta ser para ambos competidores una nueva frontera. Tanto la ciencia-ficción soviética o socialista como la norteamericana generan productos culturales que abundan en esa idea de un mundo unido por el sistema socialista o en el mercado y cuyos ejemplos serían Solaris, Ikarie XB-1, ambas basadas en los relatos de Stanisław Lem; Aelita de Aleksey Tolstoy, Estrella Roja de Alexander Bogdánov; o bien, Star Trek, Star Wars, Babylon 5, Stargate, The Expanse, relatos como Call Me Joe, películas como Avatar, series de relatos como Tuf Voyagin de George R. R. Martin, Mercaderes del espacio y La guerra de los mercaderes de Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth; por citar tan solo unos ejemplos por cada lado. Se aprecia el mismo afán: una humanidad que progresa en las estrellas y como especie, pero también la recreación del mito de la frontera de Estados Unidos, con oportunidades para quien se aventure y desafíe los medios, crisol de razas, etcétera.
Otra idea de nueva frontera vendría dada por el mundo “ciber”, donde se da otra oportunidad de reclutar a naciones y personas. De nuevo, “tierra de oportunidades”, desafíos, lugar no regulado aún. Promesa de libertad o amenaza de control. Como ejemplo, Tron y Tron: Legacy.
A todo ello, los soviéticos se avanzaron a Estados Unidos, pero la torpeza y falta de claridad de ideas de quienes tenían capacidad de decisión impidió la materialización de un proyecto fascinante pensado por un genio de la informática, Viktor Glushkov, cuya idea era la de crear una red civil que interconectara a la URSS en su totalidad al empezar los años 70 del pasado siglo, antecediendo en casi 20 años a la World Wide Web. Pero más aún, Glushkov pensó en Cybertonia, una especie de Silicon Valley socialista extraordinario. En aquellos momentos se conocía por parte de los soviéticos que Estados Unidos acababa de empezar Arpanet, que es la red de computadoras creadas por parte del Departamento de Defensa y que había de servir como sistema de comunicación entre instituciones estatales y académicas. A diferencia de Estados Unidos, la URSS contaba con grandes redes de comunicación de defensa militar a gran escala desde los años 50, así que contaba con la experiencia para desarrollar un proyecto de comunicación de redes civiles sin precedentes. A ello, el 1 de octubre de 1970 Glushkov propuso el cibersocialismo. Glushkov era ingeniero y primer director del Centro Cibernético de Kiev. Tenía extraordinaria formación científica, hablaba perfectamente alemán e inglés y conocía muy bien las fuentes del socialismo, como Marx, entre otros, tal y como explica en su libro Peters Benjamin, How Not to Network a Nation. The Uneasy History of the Soviet Internet. Glushkov partía del trabajo previo de Anatoly Kitov, quien en 1959 quiso proponer al premier Kruschev una red informática que uniera a la URSS, mediante la unión de profesionales de la materia de la esfera civil y del Ejército Rojo.
Pero Glushkov tenía aún una mayor ambición. Las siglas OGAS, “Sistema Automatizado para la Recopilación y el Procesamiento de Información para la Contabilidad, la Planificación y la Gobernanza de la Economía Nacional”, y que escondían el proyecto para levantar una red central con sede en Moscú para comunicar cualquier rincón del país mediante 200 centros diseminados a lo largo y ancho de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En total requería 20.000 terminales.
A ello se sumaba un sistema de pago electrónico que acabaría con la circulación de billetes y monedas, algo parecido a PayPal, además de autómatas, una oficina que no requería papel para su funcionamiento y comunicación, un lenguaje para comunicar seres humanos y ordenadores. A ello sumó una suerte de red social, Cybertonia, que arrancó en 1960, que emitía pasaportes y certificados de matrimonio, además de redactar una Constitución para dicha plataforma. Estaba regida por un comité de robots que rendía cuentas a un robot central que tocaba el saxo. Contaba con moneda propia, el cybertono, periódico propio Evening Cyber, cibersauna como zona de esparcimiento. Puede consultarse este artículo si se desea ampliar información.
Conclusión
De la caída de la URSS Estados Unidos puede sacar valiosas lecciones, como, por ejemplo, controlar el gasto militar o, mejor dicho, su eficiencia, y vigilar los costes de la carrera espacial en un contexto como el actual. Igualmente, de las contradicciones internas y del carácter tan diferentes y dispar de la URSS en un escenario de colapso, Estados Unidos puede aprender a evitarlo, pues ya existen diferentes tensiones centrífugas dentro de Estados Unidos que sin un Imperio ni una unidad de acción hacia el exterior podrían recurrir a lógicas geográficas y económicas (una unidad del Pacífico, otra en Nueva Inglaterra, otra en el Golfo de México-Misisipi). Al fin y al cabo, esa fue la lógica que sirvió para desentenderse de lo que consideraban los soviéticos, un patio trasero controlable, en Asia Central, y dividir los tres focos principales de poder e intereses económicos y geopolíticos en Rusia, Bielorrusia y Ucrania.
Es evidente que existe la presencia de una suerte de "ley básica", a partir de la cual, llegado un momento, un Imperio puede colapsar y venirse abajo. Una manera de evitarlo, ya lo hemos señalado es buscar una serie de aspectos fundamentales, aplicadas hoy día en:
- una nueva tecnología y fuente de energía
- una nueva industrialización
- una mejora del ejército
- nuevas formas de transporte más eficientes y que permitan alcanzar mejor los puntos más distantes
- nuevas formas de comunicación de ideas de dominación
- atraer a las naciones de la Tierra a su posicionamiento excluyendo al rival ideológico-geoeconómico-geocultural-geopolítico en cuanto al matiz de lograr la unión de todas las repúblicas de la Tierra, partiendo del mundo ciber y de la carrera espacial
En 1980 Johan Galtung, matemático y sociólogo noruego, anticipó que en menos de 10 años la URSS perdería su estructura, colapsaría como "Imperio", y podría incluso disolverse. Argumentaba que dentro del sistema socialista se daban seis contradicciones que ocasionarían este colapso. Ni que decir tiene que se rieron de él o lo ningunearon. Pero en 1989 la URSS no podía mantener la estructura de defensa del Pacto de Varsovia, no había desarrollado un sistema económico y político que fuera capaz de satisfacer a los miembros de la "OTAN socialista del Este". Para 1991 la URSS se había disuelto. Luego, Galtung tenía razón. Bien, Galtung hizo otra anticipación: fijó para el año 2025 la caída del "Imperio" estadounidense, y con el cambio de milenio lo adelantó al año 2020. En su obra “La caída del Imperio norteamericano” escrita en 2009 el sociólogo noruego identificó hasta 15 contradicciones que permitían hablar de la caída del Imperio norteamericano para 2020: generacionales, culturales, militares, económicas, políticas, sociales… Y añadió que si, llegado el momento, Estados Unidos no hallaba la manera de iniciar un retraimiento suave y paulatino, podría repetirse el mismo esquema que acabó con la disgregación de la URSS. En este sentido, también Robert Kaplan ya hablaba acerca de la caída del Imperio americano, y que ésta ya había comenzado, sugiriendo una disolución de la Unión.
A su vez, esta crisis presenta un serio desafío, agravado por los efectos del Covid-19 y que hacen pensar en que quizás se desate un tiempo de tensiones sociales y territoriales que implosionarían, sobre una realidad en ese mismo sentido preexistente. Cabe mencionar que los puntos aquí resaltados: infraestructuras nuevas, nuevo ejército, nuevos medios de transporte, nueva energía, ideología imperial de alcance global, nueva frontera digital/ciber y espacial, serán la clave o, mejor dicho, la sinfonía, junto a la paz social, que habrá de tocar quien quiera construir, ahora sí, un Imperio global y darle forma a una versión imperial del cosmopolitismo, que no podrá ser llevada a cabo por un solo país, como hasta ahora. Más bien, por una liga de países que actúen como socios en términos de igualdad.
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