A comienzos del siglo XVI la umma (comunidad islámica) abarcaba todo tipo de gobiernos desde los páramos sahelianos, a las estepas centroasiáticas y las junglas del sud-este asiático. La institución del califato, que englobaba tanto la máxima autoridad política como la religiosa, había perdido mucha relevancia en el siglo X y, desde el 1258, con la conquista de Bagdad por los mongoles, el linaje califal más respetado se había, prácticamente, desvanecido de la historia.
La dinastía otomana, una de las muchas familias turcas centroasiáticas que se asentaron en la península de Anatolia en el siglo XIII, consiguió en poco menos de dos siglos eclipsar a todos sus vecinos y construir un imperio que abarcaba importantes poblaciones tanto en Asia como en Europa. A raíz de sus exitosas guerras, obtuvieron un gran prestigio entre los reinos de la umma y atemorizaron a la Europa cristiana; sin embargo, el título de califa seguía fuera de su alcance: su notoria ascendencia tribal turca les impedía postularse como descendientes de la tribu del Profeta Mahoma, algo que muchos linajes árabes menos poderosos sí estaban en disposición de demostrar.
En 1514, bajo el mando del sultán Selim I (r. 1512 – 1520), cumplieron con su cometido de adalides de la ortodoxia islámica al imponerse a los “heréticos” safavíes de Persia y, en 1517, extendieron su dominio a las tierras de Egipto y sus gobernaciones periféricas: entre las que se incluían las ciudades santas de La Meca y Medina. Tales éxitos afianzaron su prestigio en la umma a una escala inédita desde la caída de Bagdad más de dos siglos atrás, pero también enardecieron a sus enemigos: en el Mediterráneo se enfrentaban al imperio de los Habsburgo y a los saaditas de Marruecos; en el Índico luchaban contra los portugueses y los persas safavíes.
Conscientes de la resiliencia de sus enemigos, los sultanes otomanos del siglo XVI debían ser capaces de atraerse la simpatía de todas aquellas naciones y estados de la umma que no se hallaban bajo su dominio, recurriendo a una gran variedad de recursos para que le apoyaran cuando las circunstancias lo aconsejaran y, no menos relevante en aquel contexto: que obviaran su linaje turco y les reconocieran como los únicos califas del mundo musulmán. El presente artículo tiene como objetivo mostrar las múltiples estrategias del sultán y sus consejeros durante el siglo XVI para obtener la hegemonía política entre los gobiernos musulmanes del mundo, enfatizando especialmente los casos de Aceh (Indonesia), Bornu (Nigeria, Sudán) y Guyarat (India).
Palabras clave: sultán, califa, artillería, mercenario, corsario