Análisis de las elecciones en Irak del 10 de octubre 2021: la necesidad de comprender uno de los elementos a tener en cuenta en la región
El líder populista chiíta Moqtada Sadr fue confirmado como ganador de las elecciones legislativas de Irak del 10 de octubre, las sextas elecciones parlamentarias del país desde la caída de Saddam Hussein. La confirmación se produjo después de un largo y controvertido recuento de votos tras las acusaciones de fraude por parte de los partidos armados pro iraníes, considerados como los grandes perdedores en los comicios, de acuerdo con Al Jazeera, en noticia del 30 de noviembre de 2021. Resultaba de esta forma evidente, que el perfil político de Sadr iría en claro ascenso en Irak y en la región, aunque no ostentase cargo gubernamental, como así resultó ser.
Tan sólo cinco escaños cambiaron en su asignación como resultado del proceso de apelación y recuento, en Bagdad, Nínive, Erbil, Kirkuk y Basora.
Los resultados del recuento de los sufragios de las elecciones volvieron a confirmar la victoria de al-Sadr, clérigo chiíta cuyo bloque político, el Movimiento Sadrista , obtuvo el primer puesto con un total de 73 de los 329 escaños del parlamento entrante.
La Coalición Al-Fatah, cuyos principales componentes son grupos de milicianos afiliados a las Fuerzas de Movilización Popular , respaldadas por Irán, mantuvo su aplastante pérdida y obtuvo 17 escaños, lo que no supuso ningún cambio respecto a los resultados iniciales, a pesar de su repetida petición de recuento por supuesto fraude electoral.
Los resultados del Taqaddum, o Partido del Progreso, hoy día dirigido por el entonces presidente del Parlamento, Mohammed al-Halbousi, de confesión sunnita, se mantuvo igual, 37 escaños.
El partido Estado de Derecho del ex primer ministro Nouri al-Maliki perdió dos escaños y tendrá 33 en el Parlamento.
El Partido Democrático del Kurdistán ( PDK ) obtuvo 31 escaños y la Unión Patriótica del Kurdistán ( UPK ) 18.
El recuento final fijó la participación la jornada electoral en un 44% de un total de unos 25 millones de votantes llamados a las urnas en 18 provincias con 83 distritos electorales, hecho este que supone la confirmación de la participación más baja desde la invasión liderada por Estados Unidos en 2003 y que derrocó a Saddam Hussein.
Llegados a este punto, la Coalición Al-Fatah tenía dos opciones: o aceptaba los resultados y negociaba la formación de gobierno, o bien intensificaba su rechazo. Y, por su parte, Sadr también se veía en la situación de tener que decidir si buscaba la formación de un gobierno mayoritario, con el riesgo aparejado de fracasar y ver cómo se forma un fuerte bloque rival, o si, por lo contrario, aceptaba una coalición de acuerdo con el statu quo.
Al-Sadr se presentaba con un "aura" especial en un sentido doble, pues dirigió a los combatientes chiítas contra las fuerzas estadounidenses tras la invasión del país, y heredó seguidores que le profesan prácticamente un devoción muy grande entre los chiítas empobrecidos, que literalmente veneraban a su padre Muhammad Sadiq al-Sadr, gran ayatolá, muy querido y cuyo asesinato se atribuyó al régimen de Hussein.
Elementos concurrentes al proceso electoral, una breve radiografía de los elementos clave
El Movimiento Sadrista
Principal grupo parlamentario en las elecciones de 2018, con 54 asientos, frente a los 73 de las elecciones del 10 de octubre de 2021, resultados estos que confirman y reafirman hasta cierto punto la influencia decisiva de la que ya gozó para la formación del anterior gobierno, aunque como decíamos con los resultados ya firmes Sadr o bien forma un gobierno mayoritario, que en caso de fracasar chocaría con un fuerte bloque rival, o bien si opta por mantener la coalición de gobierno saliente y con ello que el statu quo no sufra graves variaciones.
El Movimiento Sadrista se mueve en un eje de una plataforma nacionalista, que se mueve en la brecha de que las facciones chiítas que respalda Irán provoca.
Muqtada al-Sadr, como ya se ha señalado, es un clérigo chiíta de origen étnico árabe e iranio, cuenta ascendentes tanto iraquíes como libaneses así como iraníes. Además resulta ser bisnieto del ayatolá Sayyid Hussein Ismael al-Sadr, cuarto hijo del gran ayatolá iraquí Mohamed Mohamed Sadeq al-Sadr, yerno del ayatolá Baqir al-Sadr. Fue absolutamente clave en el mantenimiento de la unidad nacional de Irak, evitando su escisión en tres bloques, que grosso modo, coincidirían con los tres vilayatos o “provincias” en las que dividió el Imperio otomano durante su ocupación de lo que sería posteriormente Irak, y que se corresponderían con una zona chiíta en Basora, una sunita con el eje en Tikrit, y una kurda que se proyectaría en el norte en dirección hacia Mosul/Kirkuk.
Los grupos chiítas que están bajo el control de Irán
Coalición Al-Fatah
Kateb Hezbolá o KH (كتائب حزب الله, Brigadas del Partido de Dios) oficialmente llamado Movimiento de Resistencia Islámica de Irak, resulta ser un grupo paramilitar chiíta de Irak, fundado por Abu Mahdi al-Muhandis para enfrentar a las tropas de Estados Unidos en la Segunda Guerra del Golfo (2003), y cabe señalar que ha abandonado para los comicios de 2021 la Coalición Al-Fatah para presentarse con su propio partido, del que hablaremos en el siguiente apartado. Sus fundadores provienen del partido político Organización Badr (منظمة بدر Organización de la Luna Llena), que encabeza Hadi Al-Amiri, y como tales, hoy día están dentro de la Coalición Al-Fatah (ائتلاف الفتح “La Conquista”) y que viene teniendo largos vínculos con Teherán ya que luchó junto a Irán en la guerra Irán-Irak de 1980-88; una coalición en la que el peso principal lo tienen los grupos que se englobaron dentro de las Unidades de Movilización Popular que lucharon contra el ISIS o Daesh al lado del ejército iraquí entre 2014 y 2017. Dentro de la alianza electoral se hallan la ya mencionada Organización Badr, Asa’ib Ahl al-Haq (عصائب أهل الحق, "Liga de los Justos"), Kateb Hezbolá y Kateb al-Iman Ali (كتائب الإمام علي Brigadas Iman Alí). Los resultados de las elecciones para la IV legislatura del 12 de mayo de 2018 les hicieron sumar 48 asientos en el Consejo de Representantes, y constituirse en la segunda fuerza política tras el Movimiento Sadrista-Muqtada al-Sadr coalición Sairún.
Las Fuerzas de Movilización Popular (PMF) o Unidades de Movilización Popular (الحشد الشعبي: الحشد الشعبي), por su parte, son una coalición de carácter paramilitar que agrupa a alrededor de 40 milicias iraquíes, de gran mayoría chiíta, pero también tienen presencia de suníes, cristianos y yazidíes (ver este y este otro documento).
Su formación data del despliegue contra el ISIS o Daesh por la unión de milicias preexistentes de dichos grupos religiosos dentro del marco legal dispuesto por el Ministerio del Interior de Irak a partir del 15 junio de 2014 llamado “Comité de Movilización Popular”, que recogía la fatwa de Ali al-Sistani, gran ayatolá iraquí, sobre “La Necesaria Yihad”, fechada el 13 de junio de 2014, que pedía la defensa de las ciudades de Irak ante el ISIS o Daesh, particularmente la capital administrativa, Bagdad; y, lanzar una ofensiva contra el ISIS o Daesh tras su conquista de Mosul el 10 de junio de 2014.
No obstante, Nibras Kazimi, académico iraquí y profesor visitante del Instituto Hudson presenta un versión distinta de los hechos, seguramente más ajustada al verdadero origen de estas unidades, donde queda manifiesto el papel del mayor general Soleimani en su creación, el estado del ejército iraquí en 2014 y sus deficiencias para luchar (ver el blog de Nibras Kazimi; y, también la aportación de Fanar Haddad).
Vienen estando presididas formalmente por Falih Fisal Fahad Alfayyadh, que a la sazón resulta ser también el presidente y fundador del Movimiento Ataa, además de que ha venido desempeñándose como asesor del Consejo Nacional en el gobierno de Irak, y por el fallecido el 3 de enero de 2020 Abu Mahdi al-Muhandis.
Como unidades se desempeñaron en Irak y en Siria, donde contaron con el apoyo de Irán, Rusia y el Gobierno de Siria. Han recibido entrenamiento, armamento y asesoramiento de Estados Unidos, Irán y Turquía, con el componente turcomano chiíta que se sumó al componente sunnita de dicha etnia que se unieron al ISIS o Daesh en el Kurdistán iraquí, además de ganar con ello una mayor autonomía para el Kurdistán de Irak, de acuerdo con el documento de The Carnegie Foundation de Faleh A. Jabar y Renad Mansour. Se han llegado a desempeñar en la lucha contra el ISIS o Daesh empleando procedimientos de guerra psicológica que han contrarrestado los del ISIS o Daesh, tal y como recoge Mustafa al-Kadhimi.
Como decíamos, ha pasado de 48 escaños a 17, un severo correctivo en principio, que ha supuesto perder 31 escaños.
La Coalición Al-Fatah incluye el ala política de Asaib Ahl al-Haq, que Estados Unidos ha designado como organización terrorista y también representa a la Organización Badr,
El partido Huqooq
El más poderoso proxy en Irak de Irán, Kateb Hezbollah, ha formado recientemente el ya mencionado partido Huqooq. Las facciones de los principales partidos chiíes alineados con Irán se presentaban esta vez al margen del paraguas de la Coalición Al-Fatah.
Hussein Muanis ha resultado ser el primer candidato de entre una larga lista de facciones respaldadas por Irán que se afilia abiertamente a Kateb Hezbolá, lo que supone la entrada formal del grupo armado en la política.
El grupo figura en una lista de organizaciones terroristas de Estados Unidos y es acusado por funcionarios estadounidenses de atentar contra las fuerzas estadounidenses en Irak. De hecho, el propio Muanis fue encarcelado por los estadounidenses durante cuatro años, de 2008 a 2012, por luchar contra las tropas estadounidenses.
La Alianza de las Fuerzas del Estado Nacional
Y el llamado Movimiento Hikma, otro grupo chiíta vinculado a Irán, que se formó cuando el ex primer ministro Haider al-Abadi y el Movimiento Hikma del líder chií moderado Ammar al-Hakim unieron sus fuerzas.
La alianza liderada por al-Abadi ocupó el tercer lugar en 2018, ganando 42 escaños, después de que presidió la derrota de ISIS, mientras que el Movimiento Hikma ganó 19 escaños en 2018. Tras las elecciones del 10 octubre ambos se han quedado con 4 escaños.
Coalición Estado de Derecho
Otra fuerza chiíta, está liderada por el ex primer ministro Nuri al-Maliki, un líder con un perfil alto en una de las fuerzas políticas chiítas con más solera de Irak, Dawa, que encabeza la Coalición Estado de Derecho, que obtuvo 25 escaños en 2018. Nuri al-Maliki fue ampliamente acusado de alimentar la corrupción y sectarismo de corte anti-sunnita que contribuyó en inflamar el deseo de ajuste de cuentas y del que se alimentó el ISIS. Tras las elecciones del 10 de octubre ha pasado a tener 33 escaños y se consolida como la tercera fuerza política
Partidos sunitas
Taqaddum o la Alianza del Progreso y la Alianza Azem
El presidente del parlamento, el sunita Muhammad al-Halbousi, lidera la Alianza del Progreso o Taqaddum que incluye a varios líderes sunitas de la mayoría sunita del país, concentrada en el norte y en el oeste de Irak. En términos generales los partidos sunitas suelen apelar a las lealtades tribales y dentro también de la lógica de los clanes. Los grupos sunitas han venido mostrado poca unidad desde 2003, algo de lo que los votantes sunitas se quejan, pues como confesión los debilita al tratar de rivalizar con el poder chiíta.
Los sunitas fueron atacados y desanimados de participar en las primeras elecciones de Irak después de 2003 por rebeldes sunitas que apoyaban a Saddam y combatientes conservadores que se oponían a la democracia que vino con la invasión de la coalición que lideraba Estados Unidos.
El principal competidor de Muhammad al-Halbousi es Khamis al-Khanjar, un magnate que se unió a la Alianza Fatah respaldada por Irán después de las elecciones de 2018. Khamis al-Khanjar se desempeña como Secretario General del Partido del Proyecto Árabe, que incorporaba al ex presidente del parlamento Salim al-Jabouri y varios otros partidos. La Coalición de Khamis al-Khanjar se llama Azem.
Tras las elecciones del 10 de octubre Taqaddum se convirtió en la segunda fuerza política del país al lograr 37 escaños, mientras que Azem consolidó 14 escaños.
Los kurdos
La región kurda, situada al norte de Irak ha tenido autonomía de facto desde 1991 y se volvió formalmente autónoma bajo la constitución de 2005 de Irak. Sus partidos siempre participan en las elecciones y son un importante intermediario de poder.
Los dos principales partidos kurdos son el Partido Democrático del Kurdistán (KDP), controlado por los Barzani, que domina al gobierno kurdo en su capital, Erbil, y el partido Unión Patriótica del Kurdistán (PUK), que lo controlan los Talabani y que domina áreas a lo largo de la frontera con Irán contando con su bastión en Sulaymaniyah.
El KDP ganó 25 escaños en 2018 y el PUK ganó 18. Retendrán la mayor parte de los votos kurdos, seguidos de los partidos más pequeños. Después de las elecciones del 10 de octubre, el KDP ha pasado a contar con 31 escaños y el PUK ha perdido un escaño y se queda con 17 escaños.
El sistema de gobierno de Irak, un clon del de Líbano, con las mismas consecuencias
Durante décadas, Irak fue un estado de partido único controlado por el partido Baath de Saddam Hussein, hermano y rival del de Siria.
Esta situación cambió tras la invasión liderada por Estados Unidos en 2003 que derrocó a Saddam Hussein y con el posterior establecimiento de un sistema político que dividió las ramas del gobierno y los altos cargos oficiales utilizando un sistema de cuotas basado en afiliaciones étnicas y religiosas, una suerte de clon del sistema de Líbano.
Como consecuencia, nos hallamos ante la misma situación que se desarrolla en Líbano, ya que este sistema en el fondo permite que ciertas personas y grupos se enriquezcan de forma constante y expandan su influencia, creando redes clientelares y reforzando una estructura tribal y de clanes, una clara involución que ya introdujeron los británicos en el país cuando se lo arrebataron al Imperio otomano, mientras que gran parte de la población del país rico en petróleo continuaba soportando graves dificultades económicas y bajos niveles de vida, y evidentemente, un exceso de presencia de un Irán con vocación de construir una confederación que clone el sistema de la República Islámica a Azerbaiyán, Irak, Siria y Líbano, aunque realmente ninguno de esos países lo desea. De todos ellos, por ejemplo Azerbaiyán se ha servido en parte de los turcos para quitarse de encima las aspiraciones imperialistas de Irán, y el resto busca la forma de equilibrarse con la República Islámica, aunque como decimos, la situación de Líbano o Irak contribuye al sostenimiento de la influencia de Irán mediante los grupos de poder y sus compartimentos estancos que favorece mucho las redes clientelares y el desastre gubernativo.
Estas pasadas elecciones del 1o de octubre de 2021 en Irak han decidido los 329 miembros del Consejo de Representantes que, a su vez, elegirán al presidente iraquí y al primer ministro.
Más de 3240 contendientes han competido entre sí, con 951 candidatas a las que se les garantiza el 25 por ciento, o bien 83 escaños. Hay 67 candidatos que se postulan para nueve escaños que se asignan a las minorías.
Las listas principales se pueden dividir en coaliciones chiítas, sunitas y kurdas, siendo los partidos chiítas los más destacados debido a su mayor influencia sobre la política iraquí desde 2005.
Todos candidatos seleccionados cumplirán mandatos de cuatro años en el parlamento.
El 7 de noviembre de 2021 el primer ministro iraquí saliente Mustafa Al-Kadhimi sobrevivió a un intento de asesinato. Este ataque, que no fue reclamado y del que se sospecha que su autoría estaría en los grupos pro iraníes de las Fuerzas de Movilización Popular (PMF), que se estarían aún a disgusto con los resultados cosechados, y sirve también para manifestar el rechazo de su partido, la Alianza Fatah, a los resultados de las elecciones.
Este ataque hay que situarlo en el contexto, pues sucede tan solo días después de que grandes manifestaciones, llevadas a cabo por partidarios de la Alianza Fatah, se tornaron violentas en Bagdad. Los manifestantes reclamaban fraude electoral después de que el partido perdió una parte significativa de sus escaños parlamentarios en las elecciones del 10 de octubre.
En un principio estos comicios estaban programados para la primavera de 2022, pero se adelantaron tras las protestas masivas registradas a finales de 2019, también conocidas en Irak como el movimiento Tishreen. De modo que el gobierno se decidió a programar elecciones anticipadas y aprobó reformas electorales como una concesión a los manifestantes. Pero un número considerable de iraquíes se desilusionaron incluso antes de que se llevase a cabo las elecciones. La fe tanto en el gobierno como en la posibilidad de que pueda darse una reforma eran notablemente bajas. Cuando las protestas cedieron, más de 600 manifestantes habían muerto a manos de las fuerzas de seguridad. Es en este contexto en el que sucedió el ataque que acabó con la vida del Mayor General Soleimani.
En el año y medio que siguió, las estadísticas en cuanto a asesinatos y secuestros se disparó, centrándose contra activistas y periodistas. La COVID-19 evidenció de una manera más pronunciada si cabe la incapacidad del gobierno para brindar servicios básicos. La pandemia manifestó la cruda realidad de lo delicado del sistema de salud iraquí, a lo que debemos sumar la grave, incluso nefasta gestión del gobierno. Dos incendios consecutivos en los hospitales centrados en el tratamiento de enfermos de COVID-19, uno de ellos en Bagdad y el otro en Nasiriya, ocasionando un total de 174 personas fallecidas, fueron consecuencia de las deficientes medidas de seguridad, de las que estaban al tanto los funcionarios de salud y la administración hospitalaria. Como consecuencia de todo ello, muchos de los que participaron en el movimiento Tishreen, el catalizador de la votación anticipada, boicotearon las elecciones por completo.
Precisamente, en el mes de octubre de 2021 se cumplía el segundo aniversario de la thawra iraquí, con una constante por parte del movimiento no violento Tishreen en sus exigencias. Un movimiento que recoge la situación vivida en el país durante la última década, y que ha llevado a progresivas olas de protesta y movilización en todo Irak. Los intentos de transición democrática en Irak han fracasado y se han impuesto el conflicto, la ruptura social, el sectarismo y la capacidad de los actores armados no estatales, con una clara interferencia por parte de Irán y de sus necesidades para imponerse en el doble frente: interno y exterior.
El movimiento Tishreen, el cual aparece formalmente como tal en octubre de 2019, representa la culminación de la ira ciudadana y de las recurrentes movilizaciones a pequeña escala contra la no prestación de servicios y la mala gestión por parte de las instituciones, a las que hay que apoyar definitivamente y no tanto a las personalidades, arrostrando los manifestantes violentos enfrentamientos con actores estatales y no estatales en una situación de máxima tensión. A pesar de la COVID-19, el movimiento Tishreen se mostró fuerte y activo tanto en Internet como en los espacios públicos, particularmente en el contexto de estas pasadas elecciones. La juventud de Irak es el verdadero elemento tractor de dicho movimiento, que ha logrado concienciar y hasta cierto punto movilizar contra el Estado sectario, la infraestructura política y el aparato de seguridad (formal e informal) que ejerce un papel de refuerzo.
De hecho, entre octubre y diciembre de 2019, el mayor movimiento de protesta en la historia iraquí tras 2003 acabó por derrocar al gobierno y obligar al parlamento a adoptar una nueva ley electoral. Las fuerzas de seguridad y los grupos paramilitares se empeñaron especialmente en reprimirlos y mantenerlos bajo control para lo que se asesinó a unos 700 manifestantes de ambos sexos durante las acciones en las calles del movimiento y han continuado atacando a los activistas desde entonces, hiriendo a más de 10.000 personas, de acuerdo con Beau Beausoleil, editor de la antología poética de gran interés a mi juicio, Al-Mutanabbi Street Starts Here.
Como era de esperar, la participación de votantes fue notablemente baja, con solo el 43% de los votantes elegibles participando en las elecciones. La participación de votantes ha ido disminuyendo constantemente con cada elección, y esta elección marca la tasa de participación más baja hasta la fecha. La mayor caída en la participación electoral se produjo entre 2014 (60,05%) y 2018 (44,5%). Mientras que muchos predijeron que los sadristas y la Alianza Fatah, afiliados a grupos pro-iraníes del PMF, serían los dos principales ganadores, solo los sadristas se desempeñaron como se esperaba. El partido de Muqtada Al-Sadr, Sairoon, pasó de 54 escaños en el parlamento a 73 (de 329), una gran victoria para el clérigo y sus seguidores. La Alianza Fatah, por otro lado, sufrió pérdidas importantes, pasando de 48 escaños a 16. Los disturbios posteriores y el intento de asesinato del primer ministro han revelado cuán frágil es el sistema político iraquí.
Si bien algunos podrían ver la pérdida de Fatah como una declaración de la disminución del apoyo popular al partido, o sus grupos afiliados al PMF pro iraní, los resultados de la votación apuntan a la naturaleza intrincada del proceso electoral iraquí. La atribución de asientos en particular es algo engañosa. La pérdida masiva de Fatah es una consecuencia de la nueva ley electoral aprobada en 2020 y simplemente ilustra una mala estrategia electoral de la Alianza Fatah. Uno de los principales cambios fue la adopción del sistema de votación SNTV., eliminando la posibilidad de que los candidatos del mismo partido se transfieran votos entre sí. En elecciones anteriores, si una persona recibía más votos de los necesarios para asegurar un escaño, podía transferir los votos "excedentes" a otro candidato del mismo partido. Esto permitiría al segundo candidato acumular suficientes votos para asegurar un escaño. Según la nueva ley, el número de candidatos presentados en cada circunscripción debe ser considerado cuidadosamente, de lo contrario, los candidatos del mismo partido terminan compitiendo por los votos. Fatah, un partido compuesto por varios grupos, a menudo nominaba a varios candidatos en la misma zona, fragmentando los votos del partido. Como resultado, los candidatos individuales de Fatah no consiguieron suficientes votos para ganar un escaño a pesar de que el partido recibió casi tantos votos como Sairoon (los sadristas).
Sin embargo, menos escaños ganados por un partido no se traduce necesariamente en una falta de poder dentro del gobierno. Esto se debe a la mayoría parlamentaria necesaria para formar un gobierno, que los sadristas por sí solos no tienen. Como en elecciones pasadas, las negociaciones entre varios partidos se llevarán a cabo hasta que se forme una coalición. Este arreglo de poder compartido determinará quién ejerce el poder dentro del gobierno, en lugar de los escaños ganados. Es poco probable que estas elecciones produzcan una distribución de poder diferente. En cambio, será otra iteración de la clase política y las estructuras de poder existentes. La única pregunta real que surgirá de estas elecciones es si la pérdida de Fatah conducirá a una mayor escalada de violencia.
Las elecciones incitaron muchas discusiones sobre los diversos partidos políticos, el poder compartido, la política a nivel nacional y las consecuencias del movimiento Tishreen; pero se ha dicho poco sobre lo que la votación puede significar para las áreas más desfavorecidas de Irak, incluida Mosul. Han pasado cuatro años desde la liberación y el gobierno aún tiene que invertir en proyectos de reconstrucción importantes. De manera similar, para agosto de 2021, menos del 3% de las personas que presentaron reclamos al gobierno por los daños sufridos durante la liberación de la ciudad fueron indemnizados. La mayor parte de la reconstrucción la realizan instituciones internacionales, ONG o residentes locales, lo que alimenta las frustraciones de la comunidad y afirma que el gobierno iraquí se preocupa poco por la ciudad y sus habitantes. En gran parte desilusionados por las promesas del gobierno, la participación de los votantes en Mosul fue desalentadoramente baja en comparación con el promedio nacional. La apatía de los votantes, combinada con el hecho de que la comisión electoral no emitió muchas de las nuevas tarjetas de votación biométricas a tiempo, resultó en una tasa de participación promedio del 13,01% para toda la ciudad. De los 12 escaños de la ciudad, 7 fueron ganados por el partido Takadum de Halbousi (el entonces presidente del parlamento). Gran parte del éxito del partido se pudo atribuir a su principal candidato, Muzahim Al-Khayat, ex decano de la Universidad de Ninewa, un conocido médico afiliado a los proyectos de reconstrucción de la ONU.
La apatía de los votantes en Mosul habla de la desilusión generalizada de los residentes con el proceso político. El cinismo eclipsó las elecciones, ya que muchos candidatos eran rostros nuevos y desconocidos o miembros de la vieja guardia, como Osama Al-Nujaifi (hermano del ex gobernador de Ninewa) y Khaled Sultan Hashem (hijo de uno de los principales generales de Saddam). Pocas personas ven las elecciones como una puerta a una mayor responsabilidad del gobierno o inversiones en la reconstrucción. Además, las negociaciones de coalición para la mayoría parlamentaria reproducirán casi con certeza el anterior acuerdo de reparto de poder, lo que indica que se pueden esperar pocos cambios para Mosul. A medida que el polvo se asienta en Mosul, las oenegés y las instituciones internacionales están cerrando poco a poco. En aquel momento explicaban que Mosul ya no entraba en la categoría de "emergencia humanitaria", y que en ese instante de 2021 se consideraba en la fase de "desarrollo".
Estas elecciones, a pesar de lo dicho hasta ahora, no provocarán un nuevo estallido de violencia en el país, ya desbordado por la crisis económica y las protestas antigubernamentales, acompañadas de los intentos de las fuerzas gobernantes de establecer un estado de excepción que justifique el mantenimiento del statu quo.
Las negociaciones para formar un ejecutivo no hacían más que empezar y podrían durar meses. Sadr, aunque había conseguido reunir los votos necesarios para formar gobierno mediante alianzas con formaciones menores, dejaba claro que no tenía intención de "desechar" el acuerdo no escrito con las formaciones armadas pro iraníes. Aunque ahora se encuentran en una fase debilitada debido a la pérdida de decenas de escaños en el Parlamento, cuentan con el apoyo del vecino Irán y de parte de la población del centro y el sur del país.
Sadr, que se muestra partidario de la ocupación militar estadounidense, pero también de la injerencia iraní, es un hombre del statu quo. Y por eso está dispuesto, desde la cúspide de su "victoria", a mostrar flexibilidad en el trato con sus rivales y con las propias cancillerías extranjeras, Washington y Teherán sobre todo. Estados Unidos, por su parte, no deseaba más sobresaltos en Irak; apostaría gustosamente por renovar el mandato del entonces premier, Mustafa Kazemi. De hecho, ya en ese momento existía la sensación de que no se podía descartar que el antiguo jefe de la inteligencia iraquí, bien visto en Washington y no rechazado por Teherán, pudiera trabajar también para Sadr como testaferro de la corriente "sadrista" para ocupar algunos de los puestos ministeriales más deseados.
Lo que emerge en esos instantes es, sobre todo, la voluntad de los actores que cuentan con permanecer en la mesa de negociaciones. Los actos de violencia esporádicos y contenidos formarán parte de las negociaciones. Pero nadie quería romper esta mesa.
Los elementos minoritarios: la cuestión de los yazidíes y los kurdos
El punto de vista de Estados Unidos: un sólo Irak
De acuerdo con la visión, tradicional en la diplomacia estadounidense hasta el momento, y ya expresada en un artículo de opinión de 2006 por parte del entonces senador Joe Biden y la ya fallecida Leslie Gelb, entonces presidenta emérita del Consejo de Relaciones Exteriores, en The New York Times, que expresan la idea de seguir el mismo principio que en Bosnia, mantener un Irak unido descentralizándolo, dando a cada grupo étnico-religioso (kurdo, árabe sunita y árabe chií) un espacio político para manejar sus propios asuntos, dejando al gobierno central a cargo de los intereses comunes. De hecho, proponían:
"establecer tres regiones en gran parte autónomas con un gobierno central viable en Bagdad. Las regiones kurda, sunita y chií serían responsables de sus propias leyes, administración y seguridad internas. El gobierno central controlaría la defensa fronteriza, los asuntos exteriores y los ingresos petroleros. Bagdad se convertiría en una zona federal, mientras que las áreas densamente pobladas de poblaciones mixtas recibirían protección policial tanto multisectaria como internacional. La descentralización no es tan radical como puede parecer: la Constitución iraquí, de hecho, ya prevé una estructura federal y un procedimiento para que las provincias se combinen en gobiernos regionales."
Al respecto podría influir el siguiente factor: tras la represalia contra las milicias respaldadas por Irán en Siria, precisamente este elemento ejercería una presión adicional sobre Irán en represalia por los ataques contra las fuerzas estadounidenses en Irak. Y ambas cancillerías, entre otras, hallan sus posiciones en Irak en una situación delicada. Estados Unidos busca retirarse de la zona, Irán ya hace demasiado tiempo que vive realmente cuestionado desde los mismos fundamentos de su ser, de tal manera que realmente el statu quo en Irán, realmente complejo, sólo se sostiene invocando al enemigo, aunque luego realmente no es tal por episodios como la Contra, y buscando una construcción imperial lanzada hacia Irak, Siria, Líbano y Azerbaiyán, de la que este último ya ha escapado vía Turquía, y apunta desde ahí un vector hacia el resto de Azerbaiyán y la minoría azerí en territorio de la República Islámica. Una muy buena baza para Turquía, no simplemente en su camino hacia Asia Central, también de proyección hacia su espacio túrquico y asimilables, ganando peso ante Estados Unidos... pero seamos claros, también ante la Unión Europea. Si el presidente de Turquía entiende y sabe tejer con europeos, árabes e Israel su posición será muchísimo más fuerte, además de contener a Rusia.
Por su parte, los propios yazidíes apoyan la cuestión de estar situado en una autonomía, y más si contamos con el factor que explica que, a medida que el conflicto continúa creciendo entre el ejército iraquí y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), Ezidxane Asayish, que son las fuerzas policiales Yazidi afiliadas libremente al PKK y controladas por las Unidades de Resistencia de Sinjar, pidieron el autogobierno en Sinjar el pasado 13 de marzo 2021.
Si seguimos este documento de ACNUR que fija las directrices de elegibilidad para la evaluación de la protección internacional y las necesidades de los solicitantes de asilo iraquí fechado en agosto de 2007, vemos que debemos de señalar y destacar que ciertos yazidíes y kurdos se ven a sí mismos como un sólo pueblo, por el motivo de que los yazidíes hablan un dialecto kurdo que es conocido como Kurmanji, no es menos cierto que otros miembros tanto de un grupo como del otro, discuten esta caracterización. Las estimaciones del número de yazidíes en esta región varían de 100.000 a 800.000. Muchos son hablantes nativos de kurdo, pero practican una fe única, que algunos kurdos han etiquetado como de 'adoración al diablo' y no consideran a los yazidíes como 'Gente del Libro', dado que sus creencias se transmiten a través de tradiciones orales en lugar de escritas.
Aunque es el propósito desde el Instituto Symposium abordar con un monográfico a los yazidíes y toda su complejidad, podemos avanzar, a efectos de comprensión y análisis para este particular, que los yazidíes adoran al 'Ángel Pavo Real' o Melek Taus (en kurdo: ملك طاووس, romanizado: "Malak-Tāwūs"), que es el nombre yazidí para la deidad central de su fe, y que los cristianos y musulmanes ven como el 'ángel caído' o el diablo, particularmente por el parecido de cierta historia de la tradición religiosa yazidí con la narrativa mitológica islámica sobre Iblīs, el principal de los demonios, quien se negó a postrarse ante Adán, a pesar del mandato expreso de Dios de hacerlo, tal y como Melek Taus hizo. De modo que, mientras que los musulmanes vilipendian a Iblis por negarse a someterse a Dios e inclinarse ante Adán, tal y como Allāh le ordenó, creyendo que su desafío hizo que, según la enseñanza del Corán, el ser que se convirtió en Satanás o Shayṭān, una clase incrédula de genios ("espíritus"), llamado Iblīs, también conocido como ʿAduw Allāh ("Enemigo de Dios"), al-Aduw ("El Enemigo") o, cuando se le presenta como un tentador, al-Shayṭān ("El Demonio"), y que había ocupado previamente un puesto elevado; como consecuencia de su decisión cayó de la gracia divina. Los yazidíes reverencian a Tawûsê Melek, sin embargo, por su lealtad a Dios y creen que el mandato de Dios a Tawûsê Melek fue una prueba para ver quién está verdaderamente dedicado sólo a Dios, ya que sólo él merecería esa adoración o acto de reverencia. Este elemento indica una tradición preexistente que ambos grupos han desarrollado de forma distinta.
En Irak, los yazidíes se superponen con muchos espacios kurdos. Más allá de Sinjar, se les puede hallar concentrados en Mosul y Duhok, y hacen peregrinaciones a Lalish. Sin embargo, los matrimonios mixtos están prohibidos, incluso con otros grupos kurdos, a pesar de que la fe yazidí une elementos del islam, el zoroastrismo y el mitraísmo, como se ha podido comprobar por lo dicho hasta ahora.
La cuestión es si se debería establecer una agenda por parte de Estados Unidos, o se me ocurre, Francia, que contemporice con una presión al gobierno central de Bagdad para que vaya haciendo algo más con respecto a los Hashd al-Shaabi -o Unidades de Movilización Popular (PMU)-, que suponen una amenaza tanto para los intereses de Estados Unidos como para la soberanía iraquí, y de paso la retirada de Washington no genere más presencia iraní que desemboque en mayor desestabilización, equilibrándola con otras aportaciones, seguramente tejiendo entre árabes (pienso en Emiratos Árabes Unidos y la propia Arabia Saudita), turcos, israelíes y europeos, de tal manera que se apoye que los yazidíes tengan la opción de una región autónoma a la par que el Gobierno Regional del Kurdistán (KRG) en Erbil, o el gobierno de Basora, cosa que otorgaría a una minoría largamente perseguida la oportunidad de gobernarse bajo el paraguas del federalismo iraquí y de defenderse de tal persecución y la discriminación, y permitiría contemporizar la aparición de un movimiento que exija mayores cuotas de poder con más independencia, o desencadene una espiral de venganzas, ajuste de cuentas, instrumentalización de otros actores, etcétera que alimente a grupos como Estado Islámico, u otros que puedan aparecer. Al respecto, cabe señalar que las principales milicias yazidíes, las Unidades de Resistencia Sinjar y las Unidades de Mujeres Ezidxan, combaten bajo el paraguas otorgado por la Alianza Sinjar.
Casi 300.000 yazidíes viven, residían en aquellos momentos, en campos de desplazados repartidos por todo el territorio del Gobierno Regional del Kurdistán, precisamente como consecuencia del intento del Estado Islámico de cometer un genocidio contra ellos en 2014. Pero hay que ser claros, el Estado Islámico no fue el único culpable. Como en otras áreas durante las victorias iniciales del Estado Islámico, los Peshmerga kurdos se limitaron a no hacer realmente nada de lo que sí podrían haber hecho, en parte debido a las divisiones de las élites.
Hay motivos para pensar que los líderes kurdos se oponen al establecimiento de una región autónoma Yazidí por las preocupaciones sobre el mantenimiento del tamaño y la extensión del KRG. Las áreas yazidíes, además, que fueron despobladas desde 1965 en adelante, como Sinjar, ahora son reclamadas por el KRG, con lo cual hay que contar que tarde más o tarde menos, los yazidíes bien podrían acordarse de que fueron desprotegidos y que sus espacios de habitación fueron ocupados por alguien que dejó hacer al Estado Islámico porque los debilitaban y les permitían afirmarse en sus tierras.
En definitiva, crear una región especial bajo control de los yazidíes les permitiría pasar de los campamentos de refugiados o bien personas con estatus de desplazadas a un hogar seguro.
No obstante, si se ha de lograr que una región autónoma de los yazidíes tenga un recorrido habrían de darse tres premisas sin las cuáles estaríamos abocados a un fracaso inmediato:
1/ Trasladar la población a áreas menos pobladas, como el norte de Anbar y el sur de Ninawa, podría constituir un punto de partida correcto, a pesar de no ser óptimo, pero no es menos cierto que los yazidíes contarían así con la oportunidad de establecer autonomía, salir de los campamentos de personas desplazadas y construir una fuerza de combate independiente de una manera ordenada y dando lugar a un juego de equilibrios, con una vigilancia e implicación que contemple una ayuda internacional sujeta al escrupuloso complimiento de condiciones precisas que tengan una tendencia clara a cumplir el espíritu y la letra de un pacto federal en equidad, y se debería igualmente prohibir el acceso del ejército iraquí.
2/ Por su parte, las fuerzas armadas de los yazidíes deberían establecer y desarrollar sus propias áreas vitales de conocimiento y cooperación, como debería ser inteligencia y contrainteligencia, con un servicio militar obligatorio para asegurar el óptimo funcionamiento de las mismas.
3/ Por su parte, el gobierno central iraquí debería garantizar el acceso en total seguridad a los yazidíes a sus lugares sagrados, como es el caso especial de Lalish.
Estaríamos en un escenario en el que se mitigaría de una forma notable el dilema de seguridad entre los yazidíes y los demás grupos étnicos/religiosos en Irak. El propósito es establecer una garantía primera, seguida de otras, por la que todos estén protegidos por su propia fuerza en un sistema de equilibrios perfectos de poder que eviten o disuadan de futuros ataques genocidas, mientras se trabaja firmemente en apoyar a las instituciones desde una aproximación local.
Los riesgos inmediatos y evidentes giran alrededor de lo que hay alguna posibilidad de que suceda en Irak y en cualquier estado multiétnico, y más cuando partimos de la situación de Irak. No obstante, hasta ahora las demandas de autonomía en Irak no han comportado inmediatamente un choque de este estilo, pero la cosa cambia si hablamos de financiación ya sea por vía de acceso al presupuesto o por vía de gestión de concesiones de recursos energéticos, como sería el caso del Gobierno Regional del Kurdistán, en pugna con Bagdad desde hace años por la cuestión de la venta de petróleo, dándose la situación de que ambas partes incumplen sus compromisos fijados en el texto constitucional y luego se ven forzados a cumplirlos en cuanto la situación fiscal se hace evidentemente peor.
Desafortunadamente, no hay equilibrio institucional a menos que el precio del petróleo caiga vertiginosamente, por la debilidad de las instituciones y de su funcionamiento. Como tal, los yazidíes pueden mantener los pagos individuales que reciben, luchar con provincias ricas en recursos o trabajar para desarrollar una ventaja comparativa en un sector de la economía del país.
Hay que reflexionar también acerca del referéndum de independencia kurdo, porque ofrece una instantánea de los juegos de equilibrio regionales, ya que tanto Turquía como Irán trabajaron juntos para socavar cualquier movimiento para dividir Irak. Es decir la política estadounidense consistente en "Un solo Irak" es un elemento totalmente compartido tanto por sus enemigos (Irán) como por sus aliados con los que tiene intereses divergentes y que busca jugar sus cartas para ganar su propio espacio digamos "feudal de frontera" (Turquía). El motivo es totalmente evidente: el abandono de dicha política podría provocar efectos secundarios en la región que afectarían negativamente a los vecinos de Irak en primera instancia y avivaría tensiones de gran calado. Y desde luego, hay otros actores en la región, como Arabia Saudita, que quieren preservar el statu quo territorial y evitar la cadena de acontecimientos que supondría una ruptura de los equilibrios, muy debilitados, y esto encaja sobre la base necesaria de la retirada estadounidense porque propiciaría una reactivación de los conflictos internos cuyas consecuencias serían de todo punto desastrosas.
Quedaría por dirimir el papel de los kurdos y su toma de decisiones a través de un KRG, que se halla a su vez en una situación interna de potencial peligro dadas sus políticas, con una potencial alteración del escenario interno que no hay que dejar en saco roto.
Ante esta situación el poder kurdo en Erbil podría hacer valer esta situación como elemento para lanzar "fuera" de su territorio lo acumulado en él. Mientras que los kurdos y otros han competido por la influencia entre los yazidíes, buscando su favor, también es muy cierto que han sembrando división o lanzado o tolerado por intereses su represión y hasta genocidio, con lo que una autonomía kurda podría levantar un choque en Erbil o entre la administración de Bagdad de origen kurdo. No obstante hay que señalar que tanto el entonces presidente, Barham Salih, que no ha jugado nunca su baza como etnia en toda su carrera política, como el primer ministro sunita en aquel momento, Mustafa al-Kadhimi, habían estado cooperando para ir limitando en Irak la influencia de los leales a Irán, de los que una parte considerable de los iraquíes están más que hartos por cuestiones identitarias, tanto étnicas como religiosas, así como por el hecho de que no desean verse dentro de su imperio reconstruido y, potencialmente, Irán es un polvorín y su inestabilidad puede irradiar muy fuertemente, más si las diferentes corrientes dentro de Irán con capacidad militar reclaman a sus proxies que cumplan con su deber de defender una determinada posición.
Resulta en verdad prácticamente improbable que las ideas y expresiones de los líderes kurdos sean totalmente ignoradas en los círculos de poder de Bagdad. No obstante, a día de hoy arrostran problemas de mayor calado y que, cabría anticipar, van a ir en un marcado aumento en términos de manejo de la pandemia de coronavirus, la dramática recesión económica, el desalojo de las milicias PMU pro-iraníes, la elaboración de una política que eventualmente conduciría a la salida de Turquía de sus bases, cuya razón de ser no otra que la presencia de terroristas, en la nomenclatura de Ankara, del PKK escondidos en toda la región autónoma kurda; a estoy hay que añadir la corrupción y control de los Talabani y los Barzani.
Los kurdos se han dispersado en cuatro países del Medio Oriente (Siria, Irán, Irak y Turquía) desde el colapso del Imperio otomano y se vieron privados de poder establecer su propio estado-nación. Los informes de kurdos que huyen de la opresión e intimidación por parte de las autoridades en estos países son comunes. Sin embargo, desde el establecimiento de la región de Kurdistán en Irak en 1991, tras el levantamiento kurdo en marzo de ese año, y la imposición de la zona de exclusión aérea sobre el norte de Irak, los kurdos también se han enfrentado a la represión y la corrupción desde las autoridades en Erbil.
La guerra, los conflictos étnicos y sectarios y los gobiernos corruptos y autocráticos en Oriente Medio, así como el cambio climático, alimentaron una crisis migratoria en la que, en 2015, la afluencia de refugiados a Europa alcanzó su punto máximo debido a la guerra de Siria. Los regímenes autocráticos que han sido sancionados o fuertemente criticados por su pésimo historial en lo que a Derechos Humanos se refiere han utilizado cínicamente a los refugiados como peones para agitar a la Unión Europea, por el frente Sur y también por el Este.
Este es el contexto en que precisamente los yazidíes no suponen una amenaza tan poderosa para el statu quo político en Erbil como cualquiera de los anteriores, incluido un levantamiento popular una vez ha fracasado la vía de entrar a Europa para alcanzar Alemania a través de Bielorrusia y Polonia. Es decir, dados los problemas en Erbil, y mucho menos en el país en su conjunto, es poco probable que una región autónoma de Yazidi sea el problema en el que Erbil trace una línea en el suelo de la que no pasar, especialmente dado el daño sufrido por el fallido referéndum de independencia de 2017.
Otorgar a los yazidíes una región autónoma propia tiene sentido ahora debido a dos compromisos de Estados Unidos:
1/ Poner fin a las "Guerras para siempre"; y,
2/ La política de "Un solo Irak".
La administración Biden ha querido evitar hacer declaraciones de las que se desprenda un claro compromiso sobre el futuro de las tropas estadounidenses en Irak. Si bien algunos académicos afirman que la reducción de gastos puede fomentar la inestabilidad a su paso, esto no es inevitable si se hace de manera responsable, de tal forma que más actores desarrollen políticas en la región de una forma inteligente, y al respecto cabe señalar cómo Francia se impulsa en la región del Mediterráneo oriental y en Oriente Medio, junto a las alianzas que está tejiendo. La construcción de una región autónoma para los yazidíes podría ayudar a la estabilización de un Irak en una era post Estados Unidos que ya ha llegado, al convertir a los yazidíes en partes interesadas en un país unitario que respeta sus derechos, en lugar de posibles derivadas secesionistas y, en ciertos aspectos, de ajuste de cuentas. Esto debe acabar y es responsabilidad de todos, incluidos los europeos.
La presidencia de Abdul Latif Rashid
La resolución de esta situación se desencadenó el 13 de octubre de 2022, cuando los legisladores de Irak eligieron al exministro Abdul Latif Rashid como presidente del país y el grupo político más grande del Legislativo designó a Mohammed Shia al-Sudani como primer ministro encargado.
Llegarán más documentos sobre la región
Tras este documento, iremos ampliando el foco de análisis para toda la región, la cual estamos monitorizando con gran atención, como otras regiones de especial interés.